• Padece este trastorno el 1.15 por ciento de la
población infantil en México y su frecuencia es mayor en niños que en niñas.
• Es importante identificar conductas anormales entre los primeros años de
vida, a fin de brindar atención oportuna.
Toluca, Estado de México, 2 de abril de 2022. El
Trastorno del Espectro Autista (TEA), conocido como Autismo, es la dificultad persistente
de socialización y está acompañada por un patrón restringido de conductas e
intereses, incluyendo estímulos sensoriales; lo define así la especialista de
la Clínica de Atención al Trastorno por estrés Postraumático del Instituto de
Seguridad Social del Estado de México y Municipios (ISSEMyM).
Refirió que el TEA se clasifica en diferentes niveles, de
acuerdo con la severidad de la condición, éstos van del uno al tres y son
determinados por condiciones intelectuales, genéticas neurológicas o ambientales,
asociadas a trastornos del lenguaje o catatonia, que es la incapacidad para
moverse normalmente.
Añadió que, en algunos casos, el autismo se relaciona
también con factores metabólicos, infecciosos o inmunológicos; con
manifestaciones clínicas de epilepsia.
De acuerdo con una encuesta realizada en 2016 por la
Organización Mundial de la Salud (OMS), a nivel mundial el 1 por ciento de la
población infantil padece este trastorno y en México el 1.15 por ciento.
Al respecto, la especialista puntualizó que la frecuencia
del TEA se ve más en niños que en niñas, es decir, que por cada cuatro niños
con autismo existe una niña y generalmente se identifica al paciente con este
trastorno después de un año de edad.
La profesional de la salud detalló que, durante los primeros
seis meses de vida, los niños con Autismo manifiestan ausencia de balbuceo, de
sonrisa social; contacto visual indiferente, fijación de la vista ante
estímulos luminosos; irritabilidad y trastorno del sueño.
Mientras que de seis meses a dos años demuestran
indiferencia por los padres, falta de interacción en los juegos, no responden o
anticipan, no imitan sonidos ni gestos; muestran falta de interés por los
juguetes ofrecidos o por interactuar con niños de su edad; además de que
quienes padecen de este trastorno son más difíciles de consolar.
Para el tercer año de vida, muestran un interés
interpersonal limitado, contacto visual escaso, miran al vacío o de forma
inusual, no desarrollan el habla, su lenguaje es escaso o repite las palabras,
no le afectan los cambios, agrede; les gusta autoestimularse, tienen destreza
manipulativa e hiperactividad; el trastorno de sueño persiste.
La especialista señaló que, de observar estas conductas en los pequeños, es importante llevar a los niños con el experto en la materia, con el propósito de acceder a una evaluación oportuna y ofrecerles atención temprana, ya que durante el periodo de la adolescencia y/o adultez, manifiestan un deterioro significativo en el área social, laboral o en algunos otros aspectos habituales.
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