miércoles, 16 de abril de 2014
Cuando la guerra no sólo deja muertos; problemas mentales en Colombia
Redacción Revolución
A pesar de ser una nación que ha vivido en medio del conflicto armado desde más de 60 años, en Colombia, pocos son los estudios enfocados en atender los problemas mentales en la población como secuela de la violencia, y menores los esfuerzos gubernamentales por subsanar el problema, donde de entre aproximadamente 6 millones de civiles con estragos, un tercio son infantes, según reporta la publicación Semana.
Uno de los pocos análisis lo realizó Médicos Sin Fronteras, y luego de recibir a 4 mil 455 pacientes en consulta psicológica, provenientes de los departamentos de Cauca, Nariño, Caqueta, y Putumayo, señalaron aun con las limitaciones geográficas de la investigación, a la violencia como el principal causante de daño mental, con índices que alcanzan hasta el 34 por ciento en ansiedad y depresión.
Otro estudio igual de revelador, fue el efectuado por Jiovany Arias de la Universidad de los Andes con sede en Bogotá, que con una muestra de 208 víctimas oriundas de la región Monte de María, encontró que 90 por ciento de ellas mostraban síntomas de depresión, mientras que el 60 por ciento de las localidades de donde provenían los analizados, exhibieron ansiedad, depresión y capacidad de desarrollar estrés postraumático.
No obstante que la mayoría de los afectados fueron consecuencia de los imperantes problemas psicosociales, los expertos, según Semana, optan por no referirse a ello como una enfermedad, mientras que otros tantos afirman que la realidad no afecta a la mayoría, y únicamente un cinco por ciento requiere tratamiento psiquiátrico especializado.
Mientras tanto, algunos otros como las madres de los desaparecidos, a pesar de no presentar una enfermedad específica, sufren por la pérdida de sus seres, lo que a la postre deriva en padecimientos como el cáncer o derrames cerebrales.
Es de llamar la atención, que entre las víctimas, un sentimiento recurrente es la culpa, que se conjuga con la incertidumbre del hubiera entre los sobrevivientes, el odio contra ellos mismos y el resto del mundo, así como la desvaloración de la vida, tal como lo muestra un estudio del Cinep (Centro de Investigación y Educación Popular), titulado Nombrar lo Innombrable.
Por otra parte, las secuelas de presenciar un fuego cruzado por años, no sólo perjudican al ser de manera individual, sino de manera colectiva, y se manifiesta principalmente en la desconfianza a los más cercanos para después descomponer el círculo familiar, que entre otras cosas sufre el cambio de roles entre la mujer y el hombre ante la constante ausencia del segundo.
A un nivel macro, señala el semanario, la sociedad también es alcanzada por la guerra mediante la exposición de cruentas imágenes en los periódicos y la constante reproducción de la violencia en los medios televisivos, fenómeno que incluso ya es estudiado en México, luego de la Guerra contra el narcotráfico detonada en el sexenio de Felipe Calderón.
En Colombia, mientras tanto, casos de violencia social como las barras bravas del futbol, crímenes por celos o pandillerismo, son señalados como indicios del perjuicio producido por las armas, lo que el psiquiatra de la Universidad del Bosque, Alfonso Rodríguez define como “impactos transgeneracionales, que ya no son manifestaciones de actores armados”.
Tras la reciente aprobación de la Ley de Víctimas, los afectados comienzan a recibir apoyo del gobierno cafetalero, paso fundamental pues de esta forma se entiende que los padecimientos no son un mal personal, sino social. Este apoyo de acuerdo con Liz Arévalo, psicóloga de la Fundación Vínculos, también los hará notar su doble esfuerzo en calidad de víctimas y sobrevivientes, luego de sobreponerse a un entorno hostil.
Sin embargo, aún con lo plausible de los esfuerzos del Estado colombiano, no es suficiente si se considera la magnitud del lastre, pues para que tengan una verdadera repercusión, consideran los entrevistados por la publicación, es necesario que las víctimas sean atendidas de manera integral a nivel de salud que les permita una vida digna y dejar de una vez por todas esa condición.
Sumado a ello, son elementales los aportes del sistema educativo y la sociedad en general para generar una necesaria reflexión en torno al fenómeno, apartada de la indiferencia, para que en conjunto crezcan las condiciones que imposibiliten una reproducción a futuro.
Foto: kaosenlared.net
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