lunes, 19 de septiembre de 2016
Cumplimos 31 años de la tragedia de los sismos de 1985
• De la desdicha, México se levantó, y hoy el país es otro y da cuenta del nacimiento de la cultura de la protección civil.
• Más de 18 millones de mexiquenses y citadinos sobreviven en zonas de alto riesgo.
Por Mario Ruiz Hernández
CIUDAD DE MÉXICO, a 19 de septiembre del 2016.- Hoy, se cumplen treinta y un año de haber despertado bajo la furia de la naturaleza al registrar un terremoto de 8.1 grados en la escala de Richter -el 19 de septiembre de 1985-, cuyo impacto alcanzó una de las más grandes tragedias en la ciudad de México.
Lo del movimiento telúrico, así como puso al descubierto la falta de medidas de seguridad en la materia, y sin lugar a dudas en la referencia del temblor, se inscribe el nacimiento de la cultura de la protección civil, en el país.
Claro que después de ello, México es completamente otro, pese a las secuelas y la profunda cicatriz física, psicológica y material que la desgracia tuvo que saldarnos.
No obstante a los miles de muertos y desaparecidos, y que los daños materiales y estructurales se centraron en la Ciudad de México, algunos municipios de Michoacán y Guerrero, también les alcanzó la tragedia.
A los 31 años de distancia, precisamente la cultura de la prevención, de la protección civil en el país, ha transformado la vida de los mexicanos, ahora mismo ante numerosos fenómenos de la naturaleza.
Investigadores de la Universidad Autónoma del Estado de México, dan cuenta que una de las ventajas que tiene el Estado de México, con relación a otras entidades, respecto que la sismicidad es menor, por el tipo de suelo.
La Ciudad de México está asentada en un terreno lacustre, al igual que la zona oriente de la entidad, sin embargo, los edificios no son tan altos y la densidad demográfica es menor.
Respecto al Valle de México no sólo se encuentran zonas sísmicas, de alta explosividad, en donde atraviesan ductos de PEMEX, perímetros que registran hundimientos y demás anormalidades, como San Juan Ixhuatepec en Tlalnepantla y la región de los Coatepec, en las colindancias con la delegación Gustavo a Madero, en el D.F.
Asimismo, municipios con claras tendencias a inundaciones, encharcamientos y proclives al desborde de ríos, presas y cuerpos de agua, en Tepotzotlán, Tultitlán, Cuautitlán Izcalli, Coacalco, Naucalpan, y demarcaciones territoriales en la Hidalgo, Benito Juárez, Tlalpan e Iztapalapa.
En esta zona metropolitana del Valle de México, más de 18 millones de personas se encuentran asentadas en precisamente zonas de alto riesgo, como son montes, barrancas, laderas de ríos y encima de minas, como en la delegación Álvaro Obregón, “el Ajusco”, La Sierra de Guadalupe en la entidad, y en diversas colonias en municipios de igual, receptores de población, entre los cuales destaca Naucalpan, Tlalnepantla, Cuautitlán Izcalli y Tultitlán.
Por otra parte, un asunto no menor, es evidentemente en las medidas de salud por las temporadas de calor, lluvias, los vientos, el frío y sus secuelas.
Año con año es francamente lo mismo; empero en la actualidad con nuevos peligros; que “la radiación solar”, “que el virus de la influenza”, “que el dengue”, “la Chikungunya” y las enfermedades respiratorios.
Así también, las derivaciones del cambio climático, el calentamiento global y el efecto invernadero, a la vez que en los municipios, la falta de innumerables obras públicas para evitar más daños, las lluvias atípicas y los encharcamientos jamás inimaginables.
Los impactos causado por los altos contaminantes en partículas suspendidas en al aire; los niveles de estrés en la población, el deterioro por la deforestación, erosión, contaminación, rellenos sanitarios, explotación de mantos freáticos, ente otros que en el mismo tenor, incrementan los riesgos.
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