sábado, 26 de abril de 2014

Para activar el comportamiento sexual hay que pasar por la nariz

Víctor García Esquivel | Linda Buck impartió su conferencia De la nariz al cerebro: el secreto de los olores en El Colegio Nacional. Para activar el comportamiento sexual en la mayor parte de los mamíferos es necesaria la interacción de 800 neuronas llamadas GnRH, con 50 mil más que se encuentran distribuidas en diferentes regiones cerebrales, cuyo origen proviene del órgano vomeronasal —localizado en el tabique nasal de los mamíferos—. Estos datos forman parte de estudios realizados por la Nobel de Medicina Linda Buck en su laboratorio, en colaboración con investigadores como Richard Axel, de la Universidad de Columbia, Harvard y el Centro Fred Hutchinson, en Boston, mismos que fueron presentados la noche del jueves en la conferencia De la nariz al cerebro: el secreto de los olores, en El Colegio Nacional. Durante su exposición, la investigadora explicó que el órgano vomeronasal tiene dos familias de receptores: V1Rs y V2Rs, que pertenecen a la proteína G, a través de las cuales el olfato puede distinguir numerosos olores, entre ellos los que estimulan sexualmente. La proteína G es la encargada de transmitir la información de un receptor a una proteína que va a ejercer una función específica. Por su parte, las neuronas GnRH actúan en el hipotálamo y se encargan de controlar las hormonas reproductivas, mediante conexiones neuronales. Esta función ha sido estudiada con ratones en el laboratorio, pero de acuerdo con Linda Buck, sucede lo mismo en las funciones de los seres humanos. Por lo tanto, para que haya modificaciones o alteraciones en la conducta sexual de los mamíferos, como ratones y humanos, es importante que un aroma sea percibido por el olfato: el vomeronasal lo procesa y lo envía mediante cadenas neuronales al cerebro, donde se activan zonas de placer, pero también pueden ser de miedo. “Este mismo proceso es el que se lleva a cabo cuando una persona siente apetito o deseos de consumir drogas”, expresó la investigadora. Asimismo, añadió que todavía realizan más experimentos para llegar al fondo de lo que sucede cuando un olor llega a la nariz y de ahí, a través de neuronas, al cerebro, para hacer sinapsis con determinadas zonas: “Buscamos conocer si hay intervención de más neuronas o circuitos”. RECEPTORES OLFATIVOS. Para iniciar su conferencia, Buck lanzó la pregunta que ha sido eje de sus investigaciones: ¿cómo es que la nariz puede llegar a detectar tantos aromas, y cómo es que el cerebro es capaz de decodificarlos? Y de acuerdo con los resultados que han arrojado las investigaciones en laboratorio, los ratones tienen alrededor de mil diferentes receptores olfativos, mientras que el ser humano cuenta con 350, mismos que son capaces de hacer múltiples combinaciones para lograr mayor amplitud de percepción. Además, Buck explicó que en sus trabajos han encontrado que la nariz de los ratones cuenta con una segunda familia de 14 receptores olfativos: las proteínas TAARs. Cada una de estas proteínas, dijo la especialista, detectan un compuesto en la orina de los animales estresados y en los ratones machos, dos identifican la orina del ratón hembra. Linda Buck recibió el Premio Nobel de Medicina 2004 por sus trabajos sobre receptores olfativos. Entre los temas que han sido de interés para la investigadora, destaca el de conocer cómo es que las feromonas y los olores son interpretados por el cerebro, tras ser detectados. Asimismo, forma parte de la Academia Nacional de las Ciencias desde 2003 y cuenta con el Premio Roisenstiel, otorgado en 1997 por su trabajo en medicina.

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