viernes, 7 de noviembre de 2014
Vi cuando Abarca le disparó en la cabeza a Hernández Cardona: testigo
“Jamás regresaría a Iguala, es el infierno”, aseguró Nicolás Mendoza Villa quien presenciara en 2013 el asesinato del líder del movimiento campesino Unidad Popular
Arturo Hernández Cardona, líder del movimiento campesino Unidad Popular recibió un impacto en la cabeza. Una vez tirado, Abarca le volvió a disparar. Foto: Especial
YAZARETH ABARCA OFRECÍA UN IGUALA MÁS HERMOSO; SU PADRE TERMINÓ DETENIDO
Antes de dispararle en la cabeza al líder campesino, Abarca le ofreció un trago de cerveza. Al lugar de la ejecución el ex alcalde llegó acompañado de un jefe de policía
“Jamás regresaría a Iguala, es el infierno”, aseguró Nicolás Mendoza Villa quien presenciara en 2013, el momento en que José Luis Abarca Velázquez matara de un disparo en la cabeza a Arturo Hernández Cardona, líder del movimiento campesino Unidad Popular.
Aquella madrugada del 1 de junio de 2013, Mendoza Villa fue secuestrado, maniatado y torturado, “sólo pedí que arrojaran mi cuerpo cerca de una carretera para que mi familia pudiera hallarlo", sin embargo, cuando era trasladado a un lugar para ser ejecutado, pudo escapar convirtiéndose en fugitivo de Iguala, relató en una entrevista el diario El País.
Mendoza Villa aseveró que su cabeza tiene precio y que ha sido buscado por el narcotráfico para ser asesinado, pues es el único testigo que se atrevió a declarar en contra del ex alcalde de Iguala, señalando sus nexos con el crimen organizado, previo a la desaparición de 43 normalistas de Ayotzinapa.
El diario señala que el sobreviviente trabajó como chofer durante años para Hernández Cardona. El jueves 30 de mayo de 2013, Mendoza Villa junto al líder campesino y seis miembros más de Unidad Popular fueron interceptados por un Jeep, del cual descendieron seis sujetos armados obligándolos a bajar de la camioneta en la que viajaban. Uno de ellos disparó en la pierna de Hernández Cardona, además de que los maniataron para conducirlos a un paraje de Iguala.
Al llegar al lugar, se dieron cuenta que no estaban solos y que habían otras personas secuestradas, “quería saber por qué hacíamos pintadas, por qué atacábamos al alcalde, por qué habíamos bloqueado las casetas de la carretera...". Al término del interrogatorio eran golpeados con un tubo de hierro en las rodillas, otras veces eran azotados con un látigo de alambre.
Mendoza Villa recordó que al día siguiente del secuestro, Abarca junto con un jefe de policía, arribaron al lugar donde ya habían asesinado a tres de los plagiados que yacían en el lugar “a uno le cortaron la cabeza con un machete”.
El entonces alcalde de Iguala vestía unos pantalones ajustados negros, un jersey oscuro y ceñido, y una gorra. Ofreció un poco de cerveza a Hernández Cardona quien lo rechazó. A unos metros se encontraban unas fosas que los sicarios habían excavado.
Abarca ordenó que llevaran al ingeniero a la fosa. Allí le empezó a decir: '¿Por qué me pintas el Ayuntamiento, eh? Ya que tanto me estás chingando, me voy a dar el gusto de matarte". Hernández Cardona intentó permanecer de pie, callado. "Vi cómo Abarca le apuntaba a la cabeza, en la mejilla izquierda, y le disparaba. Una vez caído en la fosa, le volvió a disparar". Tras el crimen, una fuerte lluvia se derramó sobre aquel paraje. El pánico se apoderó del resto de secuestrados. Uno de ellos, Rafael Banderas, intentó huir. Fue alcanzado y liquidado. El resto se apretujó bajo la lona que les protegía del aguacero que caía. Aún no era su hora”, recoge el diario.
Mendoza Villa agregó que una vez ejecutados Hernández y Banderas, los subieron al Jeep junto con los cuerpos y se dirigieron a un basurero de Mescala donde los obligaron a bajar. En ese momento, Ángel Román Ramírez, otro de los secuestrados intentó huir sin tener éxito. Aprovechando el descuido de los sicarios, los sobrevivientes huyeron por el monte donde se ocultaron por ocho horas hasta encontrar un vehículo que los llevó a Iguala.
A su llegada al municipio guerrerense todos se dispersaron. Hoy en día sólo se sabe de Mendoza Villa, de 44 años de edad, casado y con cuatro hijos, por quienes pide protección para él y su familia.
“Teme a Abarca y lo que significa, incluso preso”. La madrugada del martes, José Luis Abarca y su esposa María de los Ángeles Pineda fueron detenidos en la delegación Iztapalapa, señalados como los principales sospechosos de la desaparición de normalistas, entre otros delitos. Junto a ellos se detuvo a Noemí Berumen Rodríguez, acusada del encubrimiento de la pareja.
Abarca yace en el Centro Federal de Readaptación Social (Cefereso) número 1 Altiplano, en Almoloya de Juárez, en el Estado de México.
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