jueves, 18 de septiembre de 2014

El fin de los tradicionales informes perredistas

Ruth Barrios Fuentes | LA CRÓNICA DE HOY.. El segundo informe del jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera, transcurrió con tranquilidad, tanto adentro como afuera. A diferencia de otros informes, esta ocasión no fue fastuosa y duró menos tiempo a comparación de otros años. Mancera llegó a las inmediaciones de la Asamblea Legislativa cerca de las 11 de la mañana. Cuando comenzó a caminar por la calle Donceles, la multitud, conformada por perredistas, sindicatos y comerciantes, comenzó a entonar gritos de apoyo. Ahí estaban simpatizantes de la secretaria de Desarrollo Social, Rosa Icela Rodríguez, del diputado Víctor Hugo Lobo y de otros legisladores y funcionarios del gobierno capitalino. Apenas y se escuchaba el “se ve, se siente, Mancera está presente”, pero el que más se escuchaba era el de “se ve, se siente, Lobo está presente”. Los gritos también fueron afinados por integrantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y del Sindicado Mexicano de Electricistas (SME), cuyo líder, Martín Esparza, fue uno de los invitados al informe. cobijado. Durante su andar rumbo al pleno, Mancera mostró una sonrisa y saludó masiva y personalmente a aquel que fuera muy insistente, prácticamente pasó de filo y sin contratiempos. Ya a unos pasos de la Asamblea, se hizo un embudo en el que apenas el propio Mancera pudo pasar; atrás de él, el consejero jurídico, José Ramón Amieva. Tras la cálida bienvenida de 47 segundos de aplausos, Mancera dio su mensaje. Lo hizo frente a su equipo, sus simpatizantes, la oposición y sus detractores. El jefe de gobierno habló una hora con 10 minutos; su discurso fue interrumpido en 21 ocasiones para recibir aplausos. Al finalizar, Mancera recibió las preguntas de la oposición por escrito y se retiró del pleno. A la salida del recinto, el mandatario capitalino salió sin mayores aspavientos. Esta vez no hubo papeles de colores, ni la música estruendosa. Simplemente salió, tomó su camino y se despidió de los pocos simpatizantes que aún permanecían. Tampoco se contó con un acaparante cuerpo de seguridad. Elementos policiacos sólo se concentraron en las entradas de las calles, en tanto que en el interior fueron colocadas vallas. Se acabó el acto protocolario y, con él, la escena protagonizada y repetida por los anteriores mandatarios capitalinos.

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