martes, 27 de enero de 2015

La opinión de ... Salvador Ferrer i Paradeda (EL HOMBRE DESCONCERTADO)

EL HOMBRE DESCONCERTADO.
Si delante de las nuevas aspiraciones de la mujer, el hombre empecina su comportamiento de manera que se resiste a cualquier tipo de cambio personal, las actitudes de la mujer serán, inevitablemente y progresivamente, más críticas. Si, en cambio, el hombre adopta la pose de quien sucumbe a la presión del otro, el resultado del proceso será muy poco atractivo para los unos y las otras. Lícitamente, la mujer reclama igualdad de derechos y corresponsabilidad doméstica, también pide respeto y capacidad para disfrutar de las diferencias; diálogo, ternura, complicidad y pasión. En cambio el hombre sigue detenido delante de unas exigencias que a menudo entiende y comparte pero, que no sabe traducir en comportamientos concretos. Vive el proceso evolutivo de su pareja con desconcierto, mientras las mujeres hace años que adivinan un mundo distinto. Ellas acceden a estudios superiores y casi todas, se preparan para vivir de manera igualitaria los derechos, respetando e incluso profundizando las diferencias en la efectividad, el hombre se lo mira como si no fuese su problema. Pero, sí que lo es. El impacto producido por la entrada de la mujer en el mundo laboral, ha sido más o menos asimilado con el paso del tiempo, hay, seguro, muchas actitudes machistas, muchos obstáculos para que las mujeres puedan desenvolverse profesionalmente, aunque ni las más radicales podrán negar que se ha conseguido un cambio de sentido tan arraigado que podemos asegurar que caminamos hacia un futuro igualitario. En cualquier caso, el problema es, si se hace a la velocidad necesaria. El reto que nos queda es el doméstico, el espacio donde el hombre no ha asimilado lo que le aguarda. Seguido se hace incidencia en los aspectos del comportamiento, la necesidad de compartir trabajos se vuelve necesario para que la mujer no se sienta víctima del proceso que le permita acceder al trabajo remunerado del cual, también se beneficia el hombre. Hay que decir que, sin dejar de considerar la importancia de la corresponsabilización doméstica, en el discurso de la mujer hay un reclamo aún más desconcertante; piden diálogo, comunicación, complicidad, pasión. Las mujeres - la mayoría de ellas - quieren amar, ser amadas y saben formular la demanda, saben lo que esperan de su pareja. Los hombres - una mayoría de hombres - también quieren amar y ser amados, pero no saben formular la demanda ni lo que esperan de su pareja. Cada vez es más frecuente la queja de las mujeres respecto a las supuestas faltas de los hombres, "no se comunican, van a la suya, no tienen sensibilidad, no entienden de complicidades ni sutilezas efectivas, sexualmente son reiterativos y poco creativos, no son tiernos y sí muy poco emotivos... Los hombres se sienten injustamente acusados de delitos de los cuales no tienen noticia. Pero como en el resto de las normas sociales, el desconocimiento de las leyes de relación no exime de cumplirlas. Entonces hay que preguntar quien dicta la ley, está claro que en el terreno afectivo, las mujeres se han preocupado de manifestar sus necesidades y dar a conocer sus aspiraciones, mientras que los hombres mayoritariamente, se han desentendido del tema. Con tal de poder salir de la situación de desconcierto, al hombre sólo le queda el camino de darse cuenta que la mayoría de las propuestas que, respecto a la afectividad surgen de las mujeres, son enriquecedoras para todos y hacerlas suyas con tal de poderlas modular, masculinizarle la forma y profundizar la diferencia que haría más animoso el encuentro.

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