sábado, 18 de abril de 2015
Clark Flores, el gigante del olimpismo mexicano
LA CRÓNICA Un día como hoy pero de 1971 falleció el general José de Jesús Clark Flores, un hombre que trabajó incansablemente por impulsar y promover el movimiento olímpico, llevando al deporte de México a un lugar de privilegio en el contexto mundial.
Pero no sólo eso, el hombre que falleció a los 62 años víctima de cáncer, también hizo importante aportación a la ciencia y tecnología de nuestro país, como ingeniero civil, como industrial y militar, dada su gran pasión y orgullo de pertenecer al Servicio de Transmisiones del Ejército Mexicano y al Colegio de Ingenieros Militares.
Clark Flores, un visionario de lucha incansable, ha sido hasta el momento el único mexicano capaz de traer al país unos Juegos Olímpicos —los de México 68—, con los que nuestra nación catalogada entonces en el rubro tercermundista demostró al mundo su capacidad organizativa, pese a diversos factores en contra.
El general también trajo a grandes entrenadores calificados: los estadunidenses Ronald Johnson, instructor de Felipe Tibio Muñoz y Lester Lan, quien situó al equipo de basquetbol en quinto lugar en México 68’; a los polacos Tadeusz Kempka de atletismo y Jerzy Hausleber de caminata.
Clark Flores dio forma a la organización deportiva existente. Inició en 1941 con el basquetbol, fundó el equipo Transmisiones integrado con miembros del ejército regular. En dos años se formaron más de 200 equipos similares. Cinco años después se convirtió en presidente de la Federación Mexicana de Basquetbol.
“Elegí el basquetbol porque era lo único que podía pagar con mis propios medios”, diría años después.
El general Clark pensaba que en los jóvenes del medio estudiantil estaba la mayor capacidad deportiva, e inició una relación con ellos en la década de los 60 y dejó huella en muchos universitarios.
EL INICIO IMPORTANTE. Por el año de 1948 el presidente de México, Miguel Alemán dio a José de Jesús Clark Flores la dirigencia de la Confederación Deportiva Mexicana hasta 1952, en la que demostró un nuevo estilo de dirigencia, agresivo y muy directo al punto sin permitir desviaciones. Eso fue el principio de un gran legado.
Más tarde fue presidente del Comité Olímpico Mexicano, de la Organización Deportiva Panamericana y responsable de las delegaciones mexicanas a los Juegos Centroamericanos y del Caribe, de los Juegos Panamericanos y Olímpicos.
Lo anterior lo llevó a ser vicepresidente de la comisión ejecutiva del Comité Olímpico Internacional (COI), además de miembro de la comisión de finanzas del mismo organismo y presidente del comité de coordinación y supervisión de relaciones entre el COI y los Comités Olímpicos Nacionales.
Incluso en octubre de 1968 pudo haber sido el máximo dirigente del deporte mundial, pero suplicó a los miembros del COI que apoyaban su candidatura que cambiarán su voto por Avery Brundage, dándose así un margen de cuatro años más para aceptar el cargo, pero el destino le tenía pintada esa raya impasable.
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