sábado, 30 de abril de 2016

Niños de la Calle, estructuras de miseria

- Escapan de sus hogares y difícilmente pueden alcanzar mejores estadios de vida, aunque pocos se superan, no todos llegan a feliz término. - Naucalpan identifica un importante número de infantes que va a la alza.
Colaboración especial:
Mario Ruiz Hernández VALLE DE MÉXICO a 30 de abril del 2016.- La experiencia de Antonio, quien tiene escasos 13 años, es una de las variadas historias de vida recogidas en las grandes ciudades o metrópolis. Al igual que otros tantos, llegan de sus lugares de nacimiento arriba de camiones que transportan frutas o vegetales en la búsqueda de un mejor porvenir. Pero como suele suceder, luego de trabajar en lo que se pueda y sobrevivir por corto tiempo, en más de las ocasiones caen en las manos de sujetos que los explotan poniéndolos a vender chicles, pedir limosna o limpiar parabrisas. Frecuentemente en la lucha por la supervivencia, en riñas individuales o colectivas, suelen perder dientes, los ojos, contraen fracturas por los golpes e incluso hay quienes pierden la vida, pero qué estamos haciendo? Los testimonios son crueles; Antonio nos comparte el suyo y nos dice: “Huí de mi pueblo porque en casa era tratado como a las bestias y en esta ciudad parece que llegué al infierno”. Hoy vivo en “La Cañada”, municipio de Naucalpan y estoy igual. Dentro de los muchos, pocos son los ayudados por instituciones y casas- hogar que les permite cambiar totalmente de vida. Actualmente, uno de los frutos de una estructura política y social injusta son los llamados popularmente “Chavos de la Calle”, comunidades infantiles y juveniles que huyen del maltrato de familias disfuncionales. Son hogares destruidos por la droga, el alcohol o el maltrato físico, psicológico o moral. Los signos de destrucción y miedo están por todos lados. Empero, no son de la calle, son nuestros, tuyos y míos. Por ello, es tarea de la sociedad crear mecanismos que prevengan desde las familias mismas, la desintegración familiar y de la calle como una opción de vida a los niños con riesgo de perderse. La realidad es brutal, ahora, los infantes vienen emigrando de la “Gran Ciudad Madre o Metrópoli” a otros centros urbanos expulsados por la falta de desarrollo y se instalan donde se puede, cotidianamente en municipios del Valle de México. Aunque no hay por el momento registros de desplazados, cada momento se observan infantes que han hecho de la calle no sólo su modo de vida, sino, además, el hotel urbano más grande del país. En Naucalpan, Tlalnepantla, Atizapán de Zaragoza, Tultitlán, Coacalco, Cuautitlán y Cuautitlán Izcalli, empiezan a dar muestras que han llegado para quedarse. Es normal que estos Niños son parte importante del paisaje urbano, en donde se aprecian infantes y jóvenes cuyas edades oscilan entre los 9 y los 17 años. Constantemente, su radiografía social entre ellos, posiblemente sea la misma, lo que nos habla de entre otras realidades, de un mundo sólidamente con altos grados de crisis de valores en sus propios hogares y entornos. Así mismo, existen ciudades que demandan justicia social y la dignificación de las poblaciones callejeras y comunidades que viven en riesgos asociados a la calle . En otros extremos, entre niños y niñas, jóvenes adolescentes o púbertos, sorprenden casos espectaculares de violencia sexual provocados por cuantiosos vívales. “En la calle, dice María Luisa- aprendía a amar y coger a huevo- a ser la putita de los demás, debido al hambre y poco después por el uso de las drogas”. El hambre, la soledad y frustración remata-me llevó a robar en centros comerciales, cantinas y bares, consiguiendo lo que quería y necesitaba en el momento- “La calle, también pues, me llevó a ejercer la prostitución a los 17 años y vender mi cuerpo a uno que otro hombre decepcionado y calenturiento que desea apasionadamente a las niñas”. La verdad-acotó- “estoy demasiadamente agradecida con la calle; en ella se sufre pero de la misma manera se aprende. Aprendí a defenderme de los otros y recorrer distancias inimaginables en mi corta edad-”. No todo está perdido-reflexiona- hay tiempo para salir adelante. “Me gustaría formar un hogar; tener mis hijos, una casa, pero sobre todo, cambiar de vida, porque sé que si es posible”. Abundó que le llama la atención salir antes de su “locura”, y volver a empezar y ayudar a más niños y niñas que no tienen la culpa de las desgracias de sus padres, porque ellos no pidieron nacer. “La mayoría de nosotros, creo, somos niños no deseados; pero no importa. De la desgracia al amor es duro pero no es un sueño imposible y ojalá hubiese alguien que realmente nos apoyará, y no objeto de explotación”, subrayó…

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