Bajo el imponente resplandor de la Pirámide de la Luna en
Teotihuacán, 20 mil almas audaces desafiaron las inclemencias del tiempo para
sumergirse en la quinta edición del Festival Caminante. A pesar de la lluvia
persistente que azotó la noche, la madrugada y la mañana del esperado evento,
la fuerza indomable de la música y la celebración prevaleció. Un despliegue
impresionante de resiliencia se evidenció cuando la lluvia finalmente cedió
ante el llamado hedonista.
La jornada no estuvo exenta de desafíos logísticos, ya que
una demora de casi dos horas marcó el inicio, con la meticulosa preparación de
escenarios y el nuevo aplanado del terreno con material especial para evitar
que se convirtiera en un lodazal. Sin embargo, una vez superados estos obstáculos,
los tres escenarios se encendieron sin incidentes, desencadenando una
experiencia musical que resonará en la memoria de los asistentes.
El ingreso al recinto enfrentó desafíos debido a la
abrumadora afluencia de personas. Aunque los filtros de seguridad operaron con
eficiencia, la cantidad de participantes prolongó los tiempos de acceso hasta
una hora en las primeras fases, disminuyendo gradualmente a medida que avanzaba
la tarde.
Dentro del festival, la situación adversa que dejó a su paso
la lluvia apenas se sintió entre la multitud, que se entregó por completo a la
magia de la música y la atmósfera vibrante. Dentro del festival, la destreza
logística se hizo evidente al minimizar los efectos del clima adverso. Aunque
el lodo amenazaba, los asistentes apenas lo sintieron, y una vez que la música
inundó el aire, la lluvia quedó en segundo plano. La única crítica, si acaso,
recae en la escasez de barras de bebidas y servicios sanitarios, generando
filas que, aunque soportables, podrían haberse mejorado para el disfrute pleno
del público.
Los momentos álgidos resonaron en cada rincón del festival,
con actuaciones impactantes de DLD, Enjambre y Odisseo, que desataron una marea
de emociones entre los asistentes. El "Payaso de rodeo" masivo, cortesía
de Caballo Dorado, y los sonidos urbanos de Alemán y Carles Ans contribuyeron a
la diversidad y riqueza musical del evento.
El escenario gemelo también fue testigo de actuaciones
memorables, desde el inicio con Proof, Michelle Maciel, Nunca Jamás, hasta la
energía desbordante de Los de Abajo y el Gran Silencio. La ausencia de Brujería
se notó, pero artistas como Fides, NBR, Cuauh, entre otros, llenaron el vacío
con un sonido impecable y vibrante.
Las carpas de arte, los encuentros de lucha libre y una
variedad de amenidades aseguraron que la diversión no conociera descanso. La
explanada especial se convirtió en un punto de encuentro ineludible gracias al
poderoso desempeño de Los Gestos de la Doña, Criatura, Kotardo y, por supuesto,
Salón Victoria, que deslumbró a pesar de competir con las cabezas de cartel en
el escenario gemelo.
El Festival Caminante demostró una habilidad excepcional para superar desafíos. Esta edición destacó por su capacidad para adaptarse a las exigencias climáticas y a los cambios de elenco de última hora. Quienes asistieron, indudablemente, se retiraron satisfechos de una jornada que dejó una huella imborrable en todos los presentes. El Festival Caminante, en su lucha contra la adversidad, se erige como un evento se convirtió en un testimonio palpable de la resiliencia y el triunfo ante la incertidumbre.
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