viernes, 12 de junio de 2015

Las historias de anticipación cientí­fica son más interesantes que la ciencia ficción

LA CRÓNICA Hay algunos puntos que conectan los hilos invisibles entre Albert Einstein y Miguel de Cervantes, atraídos como satélites del planeta Julio Verne. Hay alguna otra parábola que conecta al Gran Colisionador de Hadrones (LHC) con la obra de Joan Miró, en un colorido plano cartesiano. Existe, además, el entendimiento humano, común denominador del lenguaje literario y matemático, todo ello dentro del mismo marco teórico, del mismo paisaje, que es nuestra cultura.
Para el escritor, lo mejor de dos mundos (arte y ciencia) puede alcanzar una conexión aunque no evidente, sí real, dentro de momentos fundamentales de la historia humana. Para dar muestra de ello, ha depositado su propio conocimiento y experiencia en Tras las huellas de la ciencia (Tusquets), el relato de un viaje personal por los laboratorios, ideas y protagonistas del conocimiento científico contemporáneo. Este relato inicia por su interés en la comunicación pública de la ciencia, en la búsqueda de generar una cultura científica en el país, refiere en entrevista. A lo largo de varios años cruzar arte, literatura, ciencia y tecnología, ha sido un ejercicio llevado a cabo desde la visión de un novelista que se ha encontrado cerca de lugares y momentos donde han ocurrido cosas trascendentales en la historia reciente del hombre, como el LHC, por ejemplo. El más reciente libro de este prolífico autor es consecuencia de ello, apunta. Esto lo ha llevado a cabo desde la trinchera de los laboratorios de los científicos, donde ha permanecido por meses para observar cómo trabajan y conocer desde los mecanismos más sutiles de la ciencia, hasta las jerarquías sociales de algunos investigadores, “quienes pueden ser terribles y no aceptan las tonterías, tienes que probar las cosas”, acota. “Es un mundo fascinante y pude ser aceptado como novelista, no como divulgador”. Chimal —fundador hace 35 años de la revista Avance y Perspectiva del Cinvestav— explica que su entrenamiento como novelista le ha permitido explorar el mundo científico y buscar sus puntos de contacto, “las señales de fuego que permiten iluminar”, con las artes. “Para ello hay que saberlo todo, hay que estudiar, ser muy riguroso para poder adelgazar los puntos gruesos y brindarle al lector una referencia, por ejemplo, de la relación entre Picasso y la cuántica”. Estas conexiones son subjetivas y han logrado causar molestias en científicos, como Arthur I. Miller, connotado especialista en física cuántica, quien escuchó esta última referencia de Chimal en un congreso sobre “diálogos entre ciencia y arte”, organizado por la UNAM. “Comenzó a atacarme diciendo que mis argumentos eran débiles, pero eran apreciaciones subjetivas basadas en mi habilidad literaria. Ahora bien, puedes convencer al público de esta relación teniendo ‘buena pluma’, de lo contrario estás perdido por mucho que sepas de algo”. VOLUNTAD. Pero contar este tipo de historias no es fácil, aclara el escritor, y muchas veces no basta sólo con ser receptivo a ellas. Se requiere del esfuerzo del escritor y del lector para transmitir conocimiento a través de la literatura. “Muchas historias reales se dejan de contar por la ‘chabacanería’ de escritores flojos e ignorantes con libros pobres sobre ciencia ficción, literatura fantástica, vampiros y otras tonterías”. Si bien reconoce que este tipo de oferta se encuentra dentro del gusto de un sector, recuerda que se debe además por la manipulación de la oferta literaria y una inercia que lleva a la fatiga estética de novelistas que sólo quieren arrojar “sus miserias intelectualoides…” a los lectores. Para el novelista las historias sobre anticipación científica, donde la imaginación no se desborda en el exabrupto, son más importantes e interesantes. Para contrarrestar este escenario, dice Carlos Chimal, hay que enfrentarse con un mismo sistema donde la lucha debe conjuntar la voluntad social y nacional para mejorar la educación del país. Pero interesarse por lo verdaderamente importante también es un trabajo de convencimiento personal. “Si algunos novelistas quieren seguir en sus pírricos y pequeño-burgueses temas sentimentaloides, no hay nada que hacer, no progresaremos. No obstante, seguirá una lucha por la cultura que debemos enfrentar y morirnos en la raya, no hay de otra”.

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