Historia sufrida de menores de edad en el ministerio público de San Agustín.
Ecatepec. - Méx. – Padres de familia víctimas de la extorsión por parte de los MP del Centro de Justicia de San Agustín, denuncian el maltrato que reciben sus hijos dentro de un cuarto insalubre, apestoso de orines, con basura, cobijas orinadas o llenas de vómito, donde los menores son desnudados, obligados hacer sentadillas, maltratados verbalmente e intimidados mediante insultos y algunos con golpes; bajo amenazas hacer talacha y ejercicios. A los que se oponen los amarraban a una silla.Los Agentes del Ministerio Público de San Agustín José Israel Martínez Morales, y quien dijo llamarse Isabel Ortiz; pero que en realidad no aparece en el padrón de MPS de la Fiscalía del Estado de México, y cuyo nombre no se tiene certeza que sea pues oculta el gafete que la identifica; ambos son acusados de dedicarse a extorsionar padres de familia de menores de edad detenidos por supuestos delitos, o con justificada razón, estos últimos para no ser remitidos a un centro penal deben pagar fuertes cantidades de dinero; a quienes resultan inocentes se les amenaza con fabricarles un delito sino pagan.
Las victimas añaden que una vez comprobado que sus hijos no cometieron delito deberían ser puestos en libertad en el término constitucional de 48 horas, conforme marca el protocolo procesal hacia infantes presumiblemente infractores de la ley; pero aun cuando los menores no resulten responsables de delito son amenazados de fabricarles uno si los padres no pagan de entre cinco, diez y hasta 20 mil pesos. Un menor que llevaba estrobos en un carro le exigieron 20 mil pesos por dejarlo en libertad ese mismo día, aunque debe señalarse que esta conducta está tipificada en el CAPITULO VII, U Artículo 177 del Código Penal del Estado de México.
Rodrigo N, cuya verdadera identidad es reservada por su seguridad, aceptó relatar bajo el anonimato su historia vivida dentro del centro de detención de San Agustín, porque, argumentó: “debo decir que siento miedo por tantas preguntas que me hicieron en relación a mi familia y porque nunca me imaginé estar en un lugar tan deplorable”; su Madre acepta informe sobre el asunto, “pues el trato que reciben los menores en ese lugar es inhumano y violatorio de sus derechos, independientemente si se es culpable o inocente”.
Rodrigo N, es estudiante de bachillerato, no porta tatuajes ni perforaciones; el pasado sábado 25 de agosto policías estatales lo detuvieron junto con un amigo de 15 años de edad, por caminar en actitud sospechosa; fue remitido al MP de San Agustín, donde las madres tuvieron que pagar cinco mil pesos por cada uno para recuperar su libertad, aunque la PM “Isabel Ortiz” pidió inicialmente diez mil, caso contrario serían enviados al centro de detención para menores en Zinacantepec.
“Un señor moreno gordo, mal encarado, nos registró en una computadora, nos habló con groserías; un policía de los que nos revisaron dijo “que haber si así no nos sentíamos un culo”. alrededor de las 9:30 o 10:00 de la noche nos pasaron con el médico legista y solo nos revisó los dientes. Entramos al cuarto de los menores de 18 años, nos hicieron quitar la ropa, dejaron en bóxer y nos pusieron a hacer sentadillas; nos dejaron hablar con nuestras mamás, pero en ningún momento dejaron hablar solos, no aceptaron dejaran cobijas”, recuerda Rodrigo.
Agregó que en lugar no se podía dormir. “Ya en la mañana nos despertó un guardia nos dijo: “ya párense pinches huevones, apoco si muy pinches cansados ahorita los voy aponer a hacer algo culeros”. “Nos pasó una escoba y trapeador nos puso hacer el quehacer del cuarto; permitió que sólo fuéramos dos veces del baño en todo el día y cuando te sacaban, te decían que estabas bien pendejo; nos pusieron a hacer ejercicios a los que llamaban: ranitas, patitos, pensador mexicano, entre otros. Algunos compañeros de cuarto lloraban y otros vomitaban.
Abunda que lo sacaron a firmar documentos y declarar a pesar que se madre le aconsejó que se abstuviera hasta que llegará un abogado; pero sin la autorización o consentimiento de sus padres tuvo que declarar. Esta es una de tantas historias violatorias de los derechos humanos que viven menores de edad en el centro de justicia de San Agustín.
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