miércoles, 3 de septiembre de 2014
Nuevo aeropuerto impactaría al medio ambiente: especialista
Alejandro Páez |LA CRÓNICA DE HOY.
Un nuevo aeropuerto de la magnitud que se planteó por el Ejecutivo, traerá consigo una inminente modificación e impacto del medio ambiente en el oriente de la ciudad de México, tan sólo por el ruido que provocará el paso de los aviones, advirtió el profesor de Arquitectura del Tecnológico de Monterrey, campus ciudad de México, Alejandro García Lara.
De hecho, el especialista, recordó que ya existe un problema a ese respecto con la forma en que pasan los aviones para aterrizar en la ciudad y que afecta a los vecinos aledaños a la actual terminal aeroportuaria por el ruido y los riesgos que ello genera.
“El problema que tienen que resolvernos --y creo que ahí la llevan porque las pistas quedan más adentro que las actuales-- es el tema del ruido, los efectos que tienes en la zona, sobre todo porque las nuevas aerolíneas están utilizando aviones muchos más grandes”, advirtió.
El especialista consideró que si bien los últimos modelos de aviones ya cuentan con ciertas consideraciones técnicas y ecológicas, se requiere que las autoridades expliquen la sumatoria entre tiempo que llevará en edificarse ese aeropuerto y la tecnología que se utilizará, para que se pueda entender cómo se van a ir mitigando este tipo de efectos en el medio ambiente y en la ecología.
Sobre la viabilidad de construir el aeropuerto en terrenos fangosos, el académico dio el beneficio de la duda al proyecto gubernamental, pero aclaró que una cosa es la viabilidad y otra si técnicamente es posible.
Y es que consideró que la tecnología que se utilice para construir un aeropuerto de esa magnitud en esa zona será clave para concretar esta obra de manera adecuada.
"La suma de tecnología y tiempos de edificación, nos darán una idea del éxito o no de ese proyecto", dijo.
Aún sin conocer el proyecto un poco más a detalle en el aspecto técnico, García Lara consideró que para una construcción de ese tipo, se realizará en unos seis o siete años, dependiendo de los estudios de suelo, los insumos y la tecnología que se utilice para ello.
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