Es la magia del cine proyectado bajo las estrellas y sobre la arena, que consigue que todos los espectadores queden atrapados por la película. Sobre todo si son ellos, refugiados acostumbrados a sobrevivir en el desierto, sin entretenimientos de ningún tipo. Una vez al año, el Fisahara les da la oportunidad de evadirse por unos días de su rutina. Durante los cinco días del festival, actores, artistas, periodistas, directores conviven con las familias saharauis. La coordinadora de asociaciones solidarias con el Sáhara en España organiza el proyecto. "Que surja el Fisahara cada año aquí es un milagro", dice Pepe Taboada, codirector del festival. Es un milagro que lleva ya 12 ediciones. La última de ellas se ha dedicado a la Justicia Universal. Por este motivo, además de actores, directores y documentalistas, el campamento de refugiados ha acogido la visita de importantes activistas y defensores de derechos humanos. Una de ellas es Nora de Cortiñas, integrante de las Madres de la Plaza de Mayo. "Es un camino de compromiso que sale desde las vísceras. No es algo pensado sólo políticamente o socialmente, sale de las vísceras", confiesa Nora de Cortiñas.
Según Laura Sipán, directora de documentales, ese festival "es un foco de atención para el mundo". "Esto al final se acaba convirtiendo en una llamada para el resto de países, para recordarles lo que sucede aquí y que el resto del año pasa completamente desapercibido", señala.
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