• En sus avenidas, hay siempre un rostro y una historia de vida que contar de quienes hacen comercio en la vía pública.
• Disposición de un proyecto de recuperación del legendario San Bartolo, lo hay, pero se necesita voluntad para concretarlo, comentan detallistas.
Por Mario Ruiz Hernández
Para nadie que ha caminado las calles de Naucalpan centro, podrá desmentir el brutal colapso urbano; los mil y cientos de comerciantes de vía pública, las bases de combis, los paraderos y además, una serie de problemas y conflictos de todo tipo.
El andar es delicado y entre “el torear” a microbuseros, el transporte público y particular, a la vez de recorrer distancias en plena carretera, debido a que las guarniciones y banquetas se encuentran ocupadas, la fatal consecuencia del desorden, es una historia que contar diariamente.
Cada rostro, imagen o semblante, da cuenta justamente de esas-muchas de ellas, que no todas- trágicas historias de vida.
La calle, refugio y trabajo; nostalgia en el tiempo de los días que se van y los años que tampoco perdonan.
El nicho abierto en el que “el sol sale para todos” e incluso hasta para los delincuentes.
Sobre la acera, en ese pedazo cimentado en el que comerciantes subsisten; de entre de ellos también decirlo como es-han sacado a sus hijos adelante, y quienes garantizado una carrera y formar profesionistas, a propósito del centímetro que se disputa a “muerte” en el piso urbano.
La otra parte, esa que pocos nos atrevemos a contar, entrañan múltiples pesares y dolores; mujeres, hombres y niños, ahora de ellos últimos convertidos en señoritas y muchachos llenos de energía que llegaron de sus pueblos aquí a San Bartolo a “romperse la madre”.
Lo anterior, pues lo digo igual, de muchos que se encuentran ejerciendo el comercio adentro, en el popular Mercado de la Cabecera, que les cambió su vida después de dejar “el rancho”.
A decir verdad, precisamente “la calle es cabrona”, ahí se han hecho sinnúmero de personas y desarrollado su carácter, unos de bien y algunos para mal que se sostienen bajo la impunidad.
Claro que, no todos han enraizado muchachos que les gusta el trabajo; hay quienes protegen a sus “huevones y rateros” que delinquen a tan solo unos metros del Mercado, y todos los conocen, pero nadie dice nada por temor a las represalias de un “bandón de esos de "los Segundos", protegidos por policías, inspectores de normatividad, líderes y dirigentes de ambulantes”.
Empero, “Quo vadis” ( A dónde van), cuál es el destino después de numerosas broncas y conflictos de intereses de la propia autoridad; de liberar el centro de la población, pero asimismo, garantizarles una fuente permanente de trabajo, toda vez a que no quitan a uno o a dos, “le retiran la comida a familias enteras”.
Pensar diferente, en superar las extorsiones, los renteos, la venta ilegal de espacios, la circulación de permisos apócrifos, la completa simulación de operativos y retiro de vendedores de vía pública, ocasionados por funcionarios municipales y sus líderes.
En tanto, diseñar el proyecto de reordenamiento, regularizar sus condiciones legales y puedan ser sujetos de gravámenes y “derechos ante hacienda, la Comisión Federal de Electricidad (CFE), y otros.
Hacer pues, que las cosas sucedan; que realmente cambie la imagen de San Bartolo, que se inicie con un programa de embellecimiento del paisaje urbano-sin sueños y utopías- es posible.
Tenemos que transformar aquel simpático pueblo de paso; de los legendarios charros y gente de a caballo; de las tradiciones perdidas y el impulso del corazón de una ciudad a la altura de las metrópolis modernas.
“Nosotros estamos en la mejor disposición de acatar un programa integral de reubicación de comerciantes en la vía pública, pero que nos garanticen las condiciones, sobre todo laborales y económicas”.
Lo anterior, es quizá, la interesante coincidencia de quienes en las calles de aquí, han podido subsistir a través de los años, señaló “La azul, La amarillo o quizá la rojo y otros mercaderes.”
No es fácil, tolerar las inclemencias del tiempo, los ataques directos de la gente que, porque tenemos secuestradas las calles, y cansa la humillación, pero también la falta de oportunidades.
Preferimos ver a un joven vendiendo, “rajándose la madre”, que en contraparte a uno, robando a la gente-y va… le ayudamos a aquel que tiene ganas de irse por la tranquila, argumentan.
“Queremos pagar, que nos dejen hacerlo; estamos por trabajar conjuntamente con quien sea, pero que no sean, unas lacras-le entramos con nuestro cuerno, y así todavía nos chingan”, dicen.
Tampoco, somos los únicos que según tenemos colapsado el centro; qué hay de las bases de transporte, los mismos locatarios del mercado que en un tiempo tenían un espacio fuera del centro de abasto; los taxistas, microbuseros, etcétera.
Los comerciantes de la calle si pagamos; o estamos dispuestos a hacerlo; no nos hacemos “pendejos y los de adentro, a poco pagan su agua, la luz, limpian sus asquerosos lavaderos que apestan a madres”, asean la infraestructura, el estacionamiento y los pasillos.
“Vamos por un proyecto integral; de evitar la alta corrupción de subdirectores de vía pública y que nos permita cambiar nuestras condiciones, si lo hacemos, y que la medida sea para todos”, puntualizaron.
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