Naucalpan. Méx. –Quien pudo ser la patrona de México terminó siendo una simple virgen más, de las muchas que hoy pululan en los altares del todo el país; todo porque no cayó bien a los españoles criollos que veneraban a la Virgen de Guadalupe. Sin embargo, La imagen de la Virgen de los Remedios formó parte de las justas políticas del ejército de españoles radicados en el país, durante la guerra de Independencia, de ahí el adjetivo de la “Virgen gachupina”; rival de la Virgen de Guadalupe, patrona del Ejército de los Insurgentes.
Después de los trabajos de restauración de la escultura de madera tallada de la Virgen de los Remedios, que permitieron retirar catorce capas de pintura y obtener los colores originales de hace 500 años, se dio a conocer la nueva y remozada imagen de 20 centímetros de alto que en sus brazos lleva al Niño Jesús. Lo anterior durante el inicio de los festejos religiosos en conmemoración de la llegada de la pieza religiosa a esta demarcación.
“Es esta la imagen, así como llegó hace 500 años, verdadero milagro, que así tan frágil, tan pequeña, sigue estando tan fuerte con todo su amor para los mexicanos”, se dijo durante la misa de inauguración del Año Jubilar por los 500 años de la llegada de la imagen de Nuestra Señora de los Remedios a tierras mexicanas.
Son varias las versiones históricas sobre el origen de la pieza de madera. Se cuenta que fue Juan Rodríguez de Villafuerte, uno de los capitanes de Hernán Cortés, trajo la imagen cuando salió de España hacia América.
Diversos escritos históricos manifiestan que la imagen es de origen flamenco o alemán, y que su tamaño facilitaba llevarla como talismán para protegerse de los peligros. Por ello Juan Rodríguez la trasportó en una caja metálica.
Historiadores narran que la Noche Triste, cuando el conquistador Hernán Cortés huyó de Tenochtitlán y el ejército español, el 30 de junio de 1520, encontró refugio en cerro de Otoncalpulco hoy Los Remedios, municipio de Naucalpan, donde Juan Rodríguez de Villafuerte sepultó la imagen debajo de un maguey.
En 1535 la figura fue descubierta por el cacique otomí Ce Cuauhtli –quien después fue bautizado como Juan del Águila Tovar–, y la llevó a su casa, pero la imagen siempre regresaba donde fue hallada, por lo que pobladores decidieron construir en cerro de Otoncalpulco su templo donde es venerada desde entonces. A los oficios religiosos asistieron más de 50 curas oficiantes de todas las iglesias de la Diócesis de Tlalnepantla; feligreses e invitados especiales.
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