* Al diseñar productos y servicios, la inclusión y la diversidad abren una vía para resolver problemas para segmentos de la población que históricamente han sido omitidos.
Ciudad de México, marzo de 2022.- Lanzar productos de color rosa no es diseñar con perspectiva de género. No es que esté mal que existan —a muchas mujeres les gusta el rosa, sino limitar las posibilidades del diseño a cambiar el color de un producto.
Históricamente, las mujeres han sido excluidas de los procesos de diseño de los productos que utilizamos y que son parte de nuestra vida cotidiana.
Por ejemplo, fue hasta 2003 cuando las compañías automotrices comenzaron a hacer pruebas con maniquíes con proporciones de cuerpos femeninos, a pesar de que el primer accidente reportado en un vehículo automotor cobró la vida de una mujer: la científica y astrónoma en 1969.
La noticia pasó desapercibida en su momento y fue retomada recientemente en el libro Mujer Invisible (Invisible Women), de Caroline Criado Pérez. Hoy sabemos que las mujeres tienen hasta 73% de posibilidades de resultar gravemente heridas durante un accidente automovilístico, de acuerdo con un estudio de la Universidad de Virginia, debido a que los maniquíes utilizados usan en su mayoría cuerpos masculinos.
En frog, firma líder en diseño e innovación estratégica, conocemos la importancia de considerar las necesidades y aspiraciones de las mujeres, desde las múltiples vertientes de su diversidad —género, edad, discapacidad, racialización— para salir de una visión homogeneizada y permitir que todas las personas se sientan tomadas en cuenta.
Un ejemplo es el trabajo realizado con Yona, un proyecto donde se rediseñó el espéculo o “pato”, el instrumento empleado para realizar un examen pélvico, pensando en hacer la experiencia menos estresante para las personas que acuden al ginecólogo para realizarse dicho examen.
El equipo de frog involucrado en el proyecto no podía creer que el espéculo fuera un instrumento creado por J. Marion Sims (un hombre señalado por múltiples prácticas misóginas y racistas) hace casi 200 años, y que desde entonces no hubiera tenido cambios ni mejoras.
Así, para reimaginar la experiencia de ir al ginecólogo y enfrentarse al espéculo, el equipo de frog se dio a la tarea de estudiar y considerar cómo se sentían las personas ante este proceso. Entre los cambios más considerables, el prototipo propone cambiar el material de plástico o de acero, por silicona suave con una textura y temperatura más agradable.
Hoy, Yona forma parte de la exhibición Designing Motherhood del Müter Museum en Filadelfia y sigue en búsqueda de ser incorporado formalmente a la práctica médica.
Otra forma en la que frog diseñó con perspectiva inclusiva fue al diseñar la propuesta de valor para un e-commerce enfocado en productos de gestión menstrual.
Para lograrlo, el equipo condujo una investigación profunda, que permitió entender cómo se experimenta el periodo, cómo deben ser los productos para gestión del periodo y cómo comunicarse con las personas que los utilizan.
Estos hallazgos permitieron impulsar la inclusión desde el lenguaje (hablando de personas menstruantes) y la producción de productos y empaques de materiales biodegradables y sustentables; además de alejarse de tabúes y, por lo contrario, generar una relación más saludable con un proceso natural de sus cuerpos.
Diseñar con perspectiva de género ayuda a reducir los sesgos, especialmente hoy que muchos procesos funcionan de forma automatizada, y a que los productos y servicios generen una buena experiencia para más personas.
Para no caer en este error, es importante que, desde las bases, el diseño sea centrado en las personas y sus necesidades. “De lo contrario corres el riesgo de terminar diseñando para ti y no para ellas”, precisa Kara Pecknold, directora de Diseño en frog.
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