• La Gran Fiesta que combina de todo e incluso se transita en un plano espiritual contemporáneo.
Colaboración especial: Mario Ruiz Hernández
Valle de México., noviembre del 2022.- En todos lugares, y
en cada rincón de nuestro país, hay eso extraordinario que ocurre, cuando en la
ironía “Los Vivos celebramos a los Muertos”.
Es algo que mueve a todos, y más allá de las ideologías
extranjerizantes que han incursionado impresionantemente, la mexicanidad sigue
siendo lo trascendente, lo que nos da identidad y pertenencia.
La tradición es majestuosa, los inciensos, la calaverita, la
comida, las aromas a lo fúnebre; el pan, la calabaza, el aguardiente, el mole o
esa impresionante gastronomía que solo a los nuestros se nos da.
Desde remotas épocas hasta la actualidad, el “banquete
mortuorio”, resplandece en todas las moradas nacionales, desde los humildes
jacales o casas rústicas, hasta los palacios y mansiones.
La comida ritual se efectúa en un ambiente regiamente
aderezado en el que vivos y muertos se hacen compañía.
Cada pueblo y región ofrece variados diseños e ideas para
este evento, pero todos con la misma finalidad: recibir y alimentar a los
invitados, y convivir (o tal vez “con morir”), con ellos”.
Para los mexicanos el Día de Muertos o Día de los Fieles
Difuntos representa algo más que la veneración de sus muertos, podría decirse
que, para los mexicanos a diferencia de otros países, lo reflejan burlándose,
jugando y conviviendo con la muerte.
El día 1° de noviembre, la veneración a los “angelitos”, a los
niños para transitar el Día Grande, el 2 de noviembre, en donde todo panteón o
camposanto se llena y en el alba de un día al otro, todo es místico, todo es
solemnidad y religiosidad, y entre la música, y el baile el establecer el
contacto con los ancestros.
La vida y la muerte se entrelazan para crear escenarios
completamente fúnebres, entre impactantes olores a incienso, a flor de
cempasúchil, y aromas a lo eterno.
Aunado y en la normalidad de poder cruzar al otro plano
existencial, o llegar al final del Arcoíris, en donde seguramente hay un hogar,
bello hogar, más allá del Sol.
Alcanzar la Gloria, el purgatorio, o los infiernos, el
atravesar el inframundo Maya, o Azteca, el estar compartiendo la polaridad
divina: “Vida y Muerte”, Luz y Oscuridad”.
El compartir lo nuestro con el otro, con aquel o aquellos
familiares que vienen en esta noche de esperanza, esa noche en que la
convivencia es Divina, con comida y toda la gastronomía mexicana.
En verdad hay baile, hay huateque, está la canción o la
pieza musical que en vida le gustaba al muerto, el cigarro, el aguardiente y
tanta cosa que nos vuelve al recuerdo.
En el anuario, la emoción de estar al lado de quienes se nos
adelantaron, el estar presentes en esa línea tan frágil que separa a la vida
con la muerte.
Claro que es espectacular el caimo que les trazamos, las
ofrendas y del tamaño que éstas sean, y es posible que pocas veces en vida
concedimos algo, hoy con la muerte el liquidar esas deudas.
Por otra parte, haciendo un repaso de la historia, en las
culturas mesoamericanas los nativos consideraban a la muerte como el paso a
seguir hacia una nueva vida y fue hasta la llegada de los españoles que
trajeron consigo las nuevas creencias con respecto a la vida y la muerte.
La muerte producía terror, pues en el juicio final los
justos recibirían su recompensa y los pecadores su castigo... Y lo difícil era
no contarse dentro de los pecadores.
En la cotidianeidad del mexicano la muerte aparece salpicada
de picardía, y en este día en particular, todos los cementerios del país se
llenan de gente que está ansiosa de compartir esta sagrada fecha con sus
difuntos.
Familiares y amigos llegan a la tumba de su ser querido, con
flores y escoba en mano, ya que ha pasado mucho tiempo desde la última visita,
algunos llevan comida para disfrutar en compañía de sus difuntos, otros hasta
músicos llevan para alegrar el momento que pasan en el cementerio con sus seres
queridos y muchas veces los familiares y amigos deciden continuar la fiesta en
la casa de algunos de ellos, quizás pensando en el ya célebre dicho popular:
"El muerto al cajón y el vivo al fiestón".
Sus tradiciones culturales se han seguido conservando
gracias a la religiosidad y fervor de su gente, las cuales se han transmitido
de generación en generación a pesar de que estas tradiciones están en peligro
de desvirtuarse debido a la influencia y mezcla con otras costumbres
extranjeras.
Es por eso que en el extranjero es aún más importante que se conserven estas tradiciones, ya que mantienen el espíritu de unidad y nacionalismo entre las personas de un mismo país y de aquellos que sin importar el lugar de donde provienen se sienten identificados con esta bella expresión cultural.
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