viernes, 17 de enero de 2014
“Limpiaremos Michoacán de Templarios y autodefensas; luego soltaremos las armas”
Daniel Blancas Madrigal en Nueva Italia, Michoacán | N
Murallas. Costales y llantas chamuscadas hacen complicado el tránsito por Múgica.
Entre llamas, El Charly, uno de los representantes de las autodefensas que acompaña el cerco hacia Apatzingán ––considerado centro operativo del crimen organizado–– se sincera: “Queremos que el pueblo quede libre de Templarios, pero también libre de nosotros”…
—¿De ustedes?, se le pregunta mientras en la barricada se extiende la alerta porque el fuego se sale de control y parece alcanzar los cables de electricidad.
—Para muchas personas somos generadores de violencia, pero en realidad peleamos por el pueblo. Vamos a limpiar Michoacán de los Caballeros Templarios, luego soltaremos las armas y volveremos al trabajo, al campo…
Sus palabras resumen el sentir de una población que en su vaivén cotidiano no se acostumbra a la zozobra ni al cierre de comercios ni a la suspensión de clases. Ni a la oscuridad…
En realidad el letrero de “Bienvenido a Michoacán” es sólo un anuncio de que aquí más de uno es señal de sospecha, lo mismo para las fuerzas federales cada vez más nutridas que para las llamadas comunitarias.
“En esta tierra ver reunidas a dos o más personas es un mal indicio”, advierte un policía federal apenas se cruza la caseta a territorio michoacano.
Ya asoman los helicópteros. Los uniformados arriban por aire y por tierra, en autobuses turísticos atiborrados de cascos, escudos y armas. “Para confundir un poco al enemigo, porque pasando Uruapan viene lo cabrón”, alerta otro PF, apuntando con su lámpara.
Y sí, el camino a Uruapan ofrece ya rastros amenazantes: puestos de inspección que provocan filas interminables de automóviles y, sobre todo, actividades ordinarias que lo han dejado de ser: hasta para rodar la bici se requiere custodia federal.
MURALLAS. Metro a metro, centímetro a centímetro, los pasos de todos se dirigen hacia Apatzingán, dejando atrás localidades humeantes como Nueva Italia, en el municipio de Múgica, a donde sólo es posible llegar si se sortean tres camiones atravesados sobre la carretera estatal y murallas de costales y llantas chamuscadas. Huele a gasolina, a hierba y a pólvora.
Apenas el domingo pasado ingresó aquí una legión de autodefensas y se desató la primera batalla: dos horas de balazos y un reporte incierto de bajas. Desde entonces, los comunitarios instalaron dos barricadas: una en la vía libre hacia Uruapan, y otra en el punto conocido como Cuatro Caminos, que conecta hacia el puerto de Lázaro Cárdenas y la región de La Huacana. Y las inspecciones no cesan…
“Todos los vehículos son revisados porque los Templarios quieren sumar más gente a sus filas o envían a sus halcones. Hemos detectado lacras disfrazados hasta de reporteros”, denuncia El Negro, otro de los encapuchados en esta cruzada sin rostros ni nombres en la que sólo se espera una señal, un nuevo llamado para copar el feudo de los Caballeros…
“La diferencia entre la autodefensa y los cárteles es que a nosotros la misma gente nos trae de comer, nos apoya con costales y nos anima. A ellos no los quieren, por el pago de cuotas, los secuestros y las violaciones”.
—¿Y las armas?
—Ésas llegan solitas, de los mismos enemigos: se las quitamos en los chingadazos o las dejan los muertos; además aquí la mayoría de la gente tiene sus pistolas en casa, muchas calibre 22 y escopetas.
—¿Y los cuernos de chivo?
—Eran de los muertos…
AMENAZAS. Hasta Nueva Italia, a menos de 30 kilómetros de Apatzingán, han llegado civiles armados originarios de algunas de las primeras comunidades que se levantaron en armas hace casi un año, como Coalcoman, La Ruana y Tancítaro. Han venido, dicen, a compensar el apoyo recibido cuando ellos comenzaron la lucha. Aparecen y se multiplican casi con la misma velocidad de los policías federales, con quienes tienen una visible camaradería: se cuidan, se saludan a la distancia… Es una complicidad que no se percibe con los militares, en especial tras un operativo de desarme el pasado lunes, un día después de la toma.
“Los federales están dolidos igual que nosotros, porque los malos les han matado muchos compañeros, les han hecho mucho daño; sentimos su respaldo y estamos agradecidos con ellos”, expresa El Marcado, quien llegó desde Tancítaro para encabezar las vallas. Allá logró recuperar un terreno para la siembra de aguacate: de eso viven ahora su esposa e hijos:
“Si me muero, los dejo bien… El pueblo se cansó de dar su sueldo a los Templarios, de cederles rentas, casas y terrenos, se hartó del despojo. Por eso vamos a llegar hasta donde logren meterse y los acabaremos cueste lo que cueste, como se pueda y con lo que se pueda, porque el pueblo nos lo pide”.
—¿El objetivo es Apatzingán?
—Todo Michoacán, porque no hay rincón donde ellos no hayan reinado…
Es la Tierra Caliente de los niños vagabundos y las humaredas, de los rifles y los sueños de calma. En las barricadas se reproducen por radio las amenazas de muerte, mientras ladran perros esqueléticos. Y en las calles deambulan día y noche los viejos cancioneros con sus notas de mafia y de droga…
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