miércoles, 11 de junio de 2014

Crímenes del PRI: Masacre de Corpus 1971.

Janine González Páez Las manifestaciones estudiantiles suelen estar desbordadas de pasión, de mentes críticas decididas a gritar a los cuatro vientos las deficiencias de un gobierno que ha llevado al país a un estado de alerta. En 1971, después de tanto terror infundado tras la matanza del 68, los jóvenes volvieron a salir a las calles.
El 10 de junio de 1971 (festividad de Corpus Christi), los universitarios convocaron a una nueva manifestación en apoyo los estudiantes de Nuevo León. La ruta de la marcha: Casco de Santo Tomás- avenidas Carpio y de los Maestros para salir a la Calzada México-Tacuba- Zócalo capitalino. Las calles aledañas a la Avenida de los Maestros fueron bloqueadas por granaderos, encapsulando a los estudiantes. Paramilitares con un guante blanco, portando tubos y armas de fuego, corretearon a los estudiantes, masacrando a 120 personas, sin manera alguna de defenderse, entre ellas un niño de 14 años. A este grupo que actuó bajo el mando del presidente en turno, Luis Echeverría, se le conoce como “Los Halcones”. Sin embargo, existen versiones que nunca fueron escuchadas. Memorias de una represión que se quedaron atascadas en la garganta y los ojos llorosos de un estudiante de 1971, hoy padre y sobreviviente a los crímenes del PRI: “En 68, yo estaba chavo, se pedía libertad de expresión. De 1968 para el 71, uno no se lo esperaba. Los medios siempre nos satanizaron, no decían absolutamente nada, toda la vida han manejado así las cosas. Llegaron las vacaciones de verano y todo se olvidó. Yo me enteré después del “Halconazo”, no recuerdo si fue el mismo día y nos atacaron a todos para no dejar que nos juntáramos o si fueron días distintos, ingeniería no se apoyaba tanto con los de ciencias sociales. No estábamos ni enterados, nosotros no tomamos camiones como siempre decían los medios, pagamos nuestro boleto y ya nos íbamos. Nosotros nos sabíamos ni qué pedo, nosotros no participábamos. En ingeniería es más fácil que uno se aparte de las cuestiones sociales. Hubo un festival de rock en la escuela, cuando terminó, como a las 16:00, salimos en bola. Yo estaba en la terminal del autobús, los camiones iban llenos de pasajeros normales y estudiantes como cualquier día. Bajábamos por constituyentes a la altura del Panteón de Dolores. Nos atravesaron unas camionetas azul marino tipo militar, el chofer se detuvo. Nos rodearon paramilitares, traían playeras blancas, pantalón oscuro, botas. Venían armados con tubos, bats, toletes. Tenían guantes blancos, cintas adhesivas blancas, se distinguían entre ellos. Quebraron los vidrios del camión. Al chofer lo bajaron y se lo llevaron. Una vez que quiebran los vidrios, todo mundo se avienta al centro para cubrirse de ellos. Los pobres pasajeros no sabían ni qué pedo. Había una señora embarazada, a ella la golpearon, yo me acuerdo de ella. Había niños, no los atacaron, pero imagínate el trauma. Había chavas y ancianos que les fue igual que a los hombres. Te bajan y en el suelo te golpean sin misericordia. A muchos los corretearon dentro del Panteón de Dolores. A los estudiantes los levantaban malheridos y se los llevaban en las camionetas, simplemente los desaparecieron… Tradúcelo a muertos. Algunos vieron que nos estaban madreando, se regresaron a avisarles a los que quedaban en la escuela y nos ayudaron a defendernos con lo que podían. Los padres, al siguiente día, estaban desesperados porque muchos no llegaron. A los que sobrevivieron, los soltaron un fin de semana después: encuerados, rapados y golpeados, cerca de la escuela. Los papás como pendejos, a buscarte en el campo militar, en el SEMEFO… te desaparecían te enterraban y ya. Yo como pude me escapé, me mandaron al hospital. Iba tan madreado, desangrándome, que ni me cobraron el pasaje. Esa es la represión en su máxima expresión, y no supimos ni porqué. Nos estaban masacrando… Uno trae sus útiles, no traes con qué defenderte. Yo casi estoy seguro que se drogan estos hijos de la chingada, no actúas así en la vida normal… Se crecen. Primero dejé que se cansaran, dije, “Si me espero al final también me va a tocar cabrón.”. Calculé a los que estaban cansados de tanto madrear, después de que bajaron a uno que se agarraba del camión, le pegaban por adelante y por atrás. El chavo gritaba “¡No, no, no!”… peor se ponen los hijos de la chingada. Cayó de hocico, inerte y todavía le pegaron más. Mientras bajaban a otro, yo me aventé por la puerta de atrás y me recibió uno con un toletazo, me sacaron el aire, sentía los golpes por todos lados y como que me iba a desmayar. Hasta ganas de cagar te dan de los cabronazos. Lo único que le pedía a Dios, era que aguantara salir de la bola de los de abajo. Ya saliendo era más fácil que corrieras para donde pudieras, porque dependía de lo que te daba el cuerpo ya sangrado y descalabrado. Lo más triste es que al momento de salir hacia las casas contiguas, yo pedía ayuda, pero desafortunadamente, la gente con miedo, te cierra las puertas. Se siente una desesperación, un desamparo y un miedo. Como pude seguí corriendo, como Dios me dio fuerzas. ” Así es como 43 años después, víctimas de un partido político con fama merecida de asesinos, recuerdan las atrocidades que se cometieron en su contra. Hoy difunden sus testimonios para sumarlos al historial de crímenes del gobierno actual.Fuente; Revolución 3.0

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