sábado, 19 de septiembre de 2015

La Avenida Chapultepec y su importancia cultural para el DF

LA CRÓNICA Recuento. El patrimonio existente en la poligonal debe integrarse de manera digna al CCCH, como son los arcos del acueducto y la fuente del siglo XVII, dice María de Lourdes López. En el número 710 estaba el Teatro Arcos Caracol, con butacas para 110 asistentes y en donde trabajaron dramaturgos como Vicente Leñero, Julio Castillo y Alejandro Luna.
El proyecto Corredor Cultural de Chapultepec propone la construcción de dos anfiteatros, una museografía sobre acueductos, librerías, salas de cine y galerías, pero ¿cuál es la importancia cultural de Avenida Chapultepec? Para responder, Crónica presenta tres voces: la arqueóloga María de Lourdes López, el técnico Ismael Mendoza y el historiador Carlos Martínez Assad. María de Lourdes López asegura que ante una nueva construcción, el patrimonio histórico existente en la poligonal debe integrarse de manera digna, en este caso, los 22 arcos del Acueducto de Chapultepec y una fuente original del siglo XVII. Sobre la fuente –la cual no está incluida en ningún documento del proyecto–, la arqueóloga refiere que es la única pila aun en pie que abastecía agua a la ciudad en época virreinal, las otras eran la Tlaxpana, Salto del Agua (la actual es una réplica) y La Mariscala. “La fuente de Chapultepec se ha movido más de tres veces de lugar. Cuando se hizo una glorieta en lo que sería Tacubaya y Circuito Interior, se decidió moverla y colocarla a la entrada del Bosque, en los 70 se creó Circuito Interior y otra vez la fuente quedó en el paso, entonces se movió a su actual ubicación: afuera del metro Chapultepec”, precisa. La fuente declarada como monumento histórico el 9 de febrero de 1931, perdió su esplendor a partir del sismo de 1985 porque dejó de tener agua y por ende, de funcionar. “Sucedió el declive y desorden de la zona y ahora tenemos el problema de negocios ambulante, indigentes, robo a transeúntes. Pasó de ser un área de paseo a un área peligrosa, eso sin hablar del reacomodo del transporte público que antes no existía”. ¿El monumento lidia con hundimientos?, se le cuestiona. “Cuando se traspasó, una esquina de la fuente quedó sobre el túnel del Metro y otra quedó volando, lo que ha hecho que haya un hundimiento de una esquina pero sus materiales son nobles y se han acomodado. Un ojo normal la observa y piensa que está fragmentada pero cuando vuelva a nivelarse, los materiales se pegarán de forma natural”. Esta fuente perteneció al Acueducto de Chapultepec, construido entre 1755 y 1760 por órdenes del virrey Agustín de Ahumada de Villalón Márquez de Las Amarillas, tenía 904 arcos hechos con ladrillo rojo y argamasa, y el agua corría por gravedad, es decir, no necesitaba motor para impulsar el líquido. “Ese acueducto al inicio, en época prehispánica, era una corriente de agua, después en los primeros años de la Colonia se hizo una cañería, es decir, una cuestión rectangular de tres varas de alto e iba sobre la avenida pero es hasta 1755 cuando el virrey, mismo que mandó a construir la fuente, instruyó quitar esa tarjea para construir un acueducto”, explica María de Lourdes López. El acueducto, añade, partía del agua de las albercas de Chapultepec, llegaba hasta donde ahora está la reproducción de la fuente de Salto de Agua, pero desde 1804, el nivel del agua bajó y en 1855 se planearon nuevas avenidas, factores que influyeron la demolición del acueducto. TEATRO. Hace 30 años, en el número 710 de Avenida Chapultepec, hoy un estacionamiento, existió el Teatro Arcos Caracol, con butacas para 110 asistentes y en donde trabajaron dramaturgos como Vicente Leñero, Julio Castillo y Alejandro Luna. Era un teatro de la UNAM que funcionó de 1987 a 1979 y en palabras de Ismael Mendoza, ex trabajador del espacio, era un garaje adaptado que estaba frente de los arcos del acueducto, del lado norte de la avenida. “No recuerdo si fue Héctor Mendoza, Luis de Tavira o Maruxa Vilalta quien hizo que se rentara el espacio, que se techara y se pusiera todo el artificio para hacer teatro” ¿Por qué dejó de funcionar?, se le inquiere. La Universidad ya tenía un teatro: Juan Ruiz de Alarcón, entonces no era necesario rentar un espacio. “En Arcos Caracol ganamos premios a la mejor escenografía hecha por Alejandro Luna, a la mejor dirección por Héctor Mendoza con In memoriam, a la mejor puesta escénica con el Tío Vania dirigida por Ludwik Margules, al mejor texto de Maruxa Villalta, la mejor actuación con Humberto Zurita, la mejor propuesta escénica con El juego de los insectos dirigida por Julio Castillo”, recuerda. En ese teatro trabajaron los entonces jóvenes Guillermo Gil, Arturo Beristaín, Humberto Zurita, Blanca Guerra, María Rojo, Ofelia Medina, Salvador Sánchez, Julieta Egurrola, Rosa María Bianchi y Miguel Garrido. Sin embargo, Ismael Mendoza lamenta que algunos documentos del teatro se tiraron por órdenes de un administrativo, entre las joyas perdidas se encontraban libretos de Ignacio Retes y bocetos de Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros. En opinión del historiador de la UNAM, Carlos Martínez Assad, fue un teatro vanguardista que en los años 60 trajo puestas en escena de los dramaturgos más reconocidos y dio vida cultural a Avenida Chapultepec. “Fueron magníficas las temporadas que dirigió Héctor Azar, ahí fue el estreno internacional de Divinas palabras de Ramón del Valle Inclán, obra con que México por primera vez ganó el I Festival Mundial de Teatro en Nancy, Francia. También, ahí se dio a conocer Ionesco, un autor imprescindible” —¿Recuperar espacios o construir nuevos? —Hay muchos que pueden recuperarse en la zona del corredor, sin necesidad de construir. Hay una insistencia siempre por crear espacios nuevos, ¿por qué? porque al funcionario le conviene más y ¿la cultura?... “Todo lo que se podría invertir con el dinero de esos proyectos. ¿En realidad hay tantos negocios en México? No creo que el interés cultural y el rendimiento económico estén divorciados, pero debería plantearse una mejor solución que parta de la interacción de los diferentes sectores, incluida la ciudadanía”.

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