lunes, 14 de marzo de 2016

El presidente y la distorsionada realidad del país

Por Arlen Jaime Merlos La causa de la falta de credibilidad del gobierno mexicano, sin duda es multifactorial; a mitad del sexenio tal parece que el gobierno vive en una burbuja alejada de la ciudadanía y que en el país se vive bajo dos escenarios completamente distintos, por un lado, la realidad que prevalece desde el gobierno federal, con una visión que no alcanza apreciar los grandes problemas por los que atraviesa la nación; y por otro, la realidad que vemos y vivimos día a día los mexicanos y a lo que el Presidente ha calificado como una visión distorsionada. Lo sucedido en los últimos tres años habla de un cúmulo de errores y disfuncionalidades que han sido objeto de diversos señalamientos de la prensa, organizaciones no gubernamentales y organismos internacionales, pero que el gobierno federal se resiste a aceptar. Los escándalos de corrupción y conflicto de interés en los que el Presidente y su esposa fueron protagonistas representaron un duro golpe a la imagen y aceptación del Presidente. Hace 16 meses, Carmen Aristegui dio a conocer el reportaje de “La Casa Blanca”, lo que ocasionó que ella y su equipo periodístico fueran despedidos, vulnerando así su derecho de libertad de expresión, y hoy a un año de su despido, aún sentimos y padecemos ese gran vacío en la radio, la ausencia de un medio plural de comunicación que fue castigado con una aplastante censura aunque reconocido con diversos premios internacionales. Así mismo, han transcurrido 534 días de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, y en el transcurso, verdades se han convertido en mentiras históricas. Distintos organismos internacionales han presentado diversos informes sobre la situación de los derechos humanos en el país, mismos que han sido cuestionados y descalificados por el estado mexicano. La negación de la realidad persiste en el actuar del gobierno federal, pues insiste en que los altos índices de feminicidios, de tortura, de desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales, no son la muestra generalizada del país. En esta administración prevalece la política de la negación. En un país de más 55.3 millones de pobres, las expectativas de crecimiento económico, de combate a la pobreza y la desigualdad, son cada vez más remotas; sin embargo, para el Presidente de la República en este año comenzará la mejora económica de las familias mexicanas, a pesar de la fallida estrategia de desarrollo económico del estado. Esta reiterada conducta del gobierno tiene sin duda consecuencias, la desaprobación ciudadana sobre el desempeño del Presidente ha aumentado en los últimos meses. De acuerdo con la encuestas nacional trimestral “Aprobación Presidencial” realizada entre el 26 de febrero y el 2 de marzo del 2016, la aprobación ciudadana es del 32%, en contraste con el 42% que obtuvo en la última encuesta realizada en el mes de noviembre de 2015. La marcada caída en las preferencias y aceptación del Presidente es preocupante porque abona a la debilidad de las instituciones del Estado, y un Estado débil difícilmente es capaz de enfrentar los problemas que padece el país. Parafraseando a Carlos Fuentes en su obra La Silla del Águila: “Antes de ser Presidente, hay que sufrir y aprender; si no, se sufre y se aprende en la Presidencia y a costa del país”.

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