miércoles, 17 de agosto de 2016
Sicaria mexicana tuvo sexo con cadáveres y bebió sangre de sus víctimas
Quedó embarazada con 15 años de un hombre 20 años mayor y para mantener a su bebé, se dedicó a la prostitución hasta que se unió al cártel mexicano de los Zetas.
Desde una prisión de Baja California (México) Juana, una mujer de 28 años que nació en el estado de Hidalgo, conocida como "La Peque", confesó lo que hacia cuando trabajaba para el cártel mexicano de los Zetas.
Esta delincuente comenzó a trabajar como 'halcona', una persona que observa los movimientos de las fuerzas del orden. Así, su trabajo consistía en vigilar durante ocho horas al día para informar si aparecían patrullas y si fallaba, la ataban y alimentaban solo con un taco al día por periodos de hasta una semana.
También era la encargada de las decapitaciones y mutilaciones corporales como sello de la casa, llegando a ser mano derecha de algunos de los integrantes más temidos de la célula criminal.
Así mismo, narró su prácticas necrofílicas, pues mantuvo relaciones sexuales con algunos cadáveres decapitados y se bebió la sangre de sus víctimas mientras todavía estaba caliente.
La sicaria admitió que comenzó a excitarse, rociarse y bañarse con la sangre de las víctimas a las que asesinaba, hasta el punto de utilizar "tanto las cabezas cortadas como otras partes de los cuerpos para darse placer".
"Fui rebelde desde pequeña, luego me convertí en una adicta a las drogas y al alcohol", explicó la rea, que se encuentra a la espera de juicio.
Cuando trabajó para los Zetas, 'La Peque' presenció cómo aplastaban la cabeza de un hombre con una maza: "Recuerdo que me sentí triste y pensé que yo no quería terminar así".
Si hay algo a lo que Juana le tiene miedo, es a que le corten las orejas pedacito por pedacito. Como si fueran páginas de periódico.
Mientras narraba, recordó una tétrica experiencia más, se trata de la esposa de un empresario mexicano a la que en su secuestro, y con la frialdad de una serpiente, su verdugo le pregunta: "¿Prefiere que le corte la oreja izquierda o la derecha?, dígame para saber en cuál ponerle anestesia". Aunque se pagó el rescate, tres meses después volvería a su hogar sin ambas.
"Cuando salga de la cárcel podría trabajar de nuevo con la organización, pero no quiero. Esto me sirvió de experiencia, y no tanto por el encierro, el encierro no te acaba. Te acaban las experiencias personales que vives estando en el encierro. Estando aquí en la cárcel mis papás fallecieron. Pero al salir de aquí saldré con una mano atrás y otra por delante; me veré en una necesidad económica muy grande. ¿Y quién me va a pagar ocho mil pesos a la quincena por irme a parar cuatro horas a la calle? Siempre es tentador volver."
Actualmente, está recluida en uno de los Centros de Reinserción Social, terminando la preparatoria y aprende contabilidad de manera autodidacta.
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