martes, 9 de mayo de 2017
La muerte viaja en autobús en el Estado de México
El brutal aumento de la inseguridad en los transportes se ha convertido en uno de los temas capitales de la campaña electoral del Estado de México, que elegirá nuevo gobernador el próximo 4 de junio.
Las propuestas de los partidos van desde colocar cámaras en los autobuses, la instalación de botones de pánico o la instalación de wi fi en lo vehículos.
Cansados de la impunidad y la rutina de los robos cada vez son más los pasajeros que se enfrentan a los asaltantes y son asesinados. Tres viajes en autobuses del Estado de México explican por qué el 80% de los mexiquenses considera el transporte público malo, caro e inseguro.
RUTA 1: La más peligrosa (México-Ecatepec-Tizayuca)
El cobrador de camisa blanca y corbata camina por el pasillo del autobús con la cremallera abierta y los billetes doblados como sábanas entre los dedos.
A un lado de la ventanilla, en la autopista México-Pachuca, el paisaje son decenas de miles de viviendas de concreto que se extienden como un manto gris hasta donde se pierde la vista. El paisaje son también los tinacos, los techos de lámina, la tierra árida y los carteles electorales. Al otro lado del cristal, 23 pasajeros ojerosos regresan a casa en silencio, agarrados a la mochila, inmersos en una engañosa modorra. Cada vez que se abre la puerta todos levantan la vista.
Dos mujeres de la fila cuatro se hacen señas y bajan antes de tiempo cuando sube un tipo con ropa deportiva. Todos los usuarios de transporte público del Estado de México (Edomex) han desarrollado un poderoso instinto para detectar el peligro que se alimenta de señales imperceptibles para el resto; una gorra, una bolsa de deporte, un bulto metálico bajo la ropa.
Según datos oficiales los 49 kilómetros que unen la estación de Indios Verdes con Tizayuca suponen uno de los trayectos más peligrosos del país. El año pasado, en el Estado de México, se denunciaron cientos de asaltos que dejaron, al menos, 50 muertos, 15 de ellos de pasajeros que se resistieron al atraco. La cifra se ha disparado este año. En los dos primeros meses de 2017 se denunciaron diez asaltos diarios, una gran cantidad de ellos cometidos en esta ruta por la que avanza tosiendo el autobús.
“Es raro encontrar a alguien que no haya sido asaltado. La gente trae celulares viejos, o no más carga 50 o 100 pesos por temor al robo” dice desde el asiento de al lado Mercedes Flores, que regresa a su casa. Tras una jornada laboral de nueve horas como asistenta doméstica ha pasado 40 minutos en el metro, otra media hora de espera en el paradero y afronta la última hora de autobús sin la posibilidad de dormir un rato arrullada por la música de los Ángeles azules y el fieltro del asiento.
Eso, dormir, es una de las cosas desaconsejadas por las autoridades para evitar los asaltos. “Antes esculcaba las bolsas o se llevaban el dinero y los celulares pero ahora simplemente traen una bolsa de basura y ahí echan mochilas, bolsas, carteras…todo lo que encuentran”, comenta sin perder de vista la puerta.
Cerro Gordo, Ecatepec, Tecamac... el trayecto de 36 pesos está jalonado por los carteles electorales con los rostros de los candidatos a la gubernatura del Estado de México para las elecciones del 4 de junio.
“Más que un cambio” dice el eslogan del gigantesco espectacular con el rostro de la candidata conservadora del Partido Acción Nacional (PAN), Josefina Vázquez Mota, quien ha prometido instalar wi-fi en los autobuses si gana las elecciones. “Mano dura contra la delincuencia”, señala otro cartel en el que se ve al candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y líder en las encuestas, Alfredo del Mazo, frente a varios de autobuses. Entre uno y otro cartel, hay otro enorme con la cara de la niña Mónica Alejandrina, en el que se ofrece un 1,5 millones de pesos por cualquier dato que permita su localización.
En cada kilómetro de asfalto se mezcla la realidad y el engaño; las desapariciones y feminicidios récord a nivel mundial, y las promesas políticas. Igual que en el autobús, donde el conductor es el ‘operario’, el vehículo es la ‘unidad’, y el cobrador, que viaja con medio cuerpo descolgado en la puerta de la ruta más asaltada del país, utiliza corbata. Además, la candidata prometió añadir wi-fi a tanto lujo.
RUTA 2: Y la gente se hartó (Toluca-México)
Apenas un par de ‘güeros’ suben al autobús que sale de San Mateo Atenco. A las 6.15 de la mañana, aún noche cerrada, el parque nacional de La Marquesa, entre Toluca y la Ciudad de México parece diseñado para huir.
Cada día entre la capital mexicana y el Estado de México se hacen 12 millones de viajes como este para mover a 4 millones de personas.
El Estado de México es uno de los cinturones industriales más imponentes y quebrados socialmente de América Latina. Con 16 millones de habitantes, de aquí sale una parte importante de la mano de obra que trabaja en la capital y que se sube cada día, desde antes de que amanezca, a una sucesión de buses, combis y metros a la que dedica casi 3 horas diarias para ir y venir a su puesto de trabajo.
Ciudades como Ecatepec (1,6 millones de habitantes), Nezahualcóyotl ( 1,1 millones) o Tlanepantla (700.000) conforman el Estado más poblado de los 32 que tiene el país. El Edomex es también una potencia económica donde se produce casi el 10% del PIB del país. Políticamente, con 11 millones de votantes, es el estado que proporciona el mayor número de votos.
Paralelamente, el Estado de México tiene la tasa delictiva más alta del país, con más de 45.000 delitos por cada 100.000 habitantes, el doble que en el resto del país. En el caso del transporte público la tasa es tres veces superior a la del resto del país, según la Encuesta de Victimización (ENVIPE). Con 16 muertes violentas cada 100.000 habitantes, si fuera un país, el Estado de México sería el sexto de la OCDE con más asesinatos del mundo.
Pero un día un pasajero se cansó de tanto robo. En realidad, él y todos los pasajeros que viajaban con él a esta misma hora en el autobús de Flecha Roja.
Fue a primeros de noviembre y a esta misma hora de la madrugada. El misterioso pasajero, se cree que un exmilitar, esperó a que lo asaltantes vaciaran los bolsillos del pasaje hasta que se levantó desde la oscuridad de los asientos traseros, desenfundó una pistola y de un certero disparo mató al primer ladrón y después al segundo. Otros dos intentaron huir pero los alcanzó en la puerta y los remató. Luego devolvió los bienes robados a sus dueños, ordenó parar el autobús y se perdió en la noche de La Marquesa. Ningún testigo lo delató y jamás se presentó denuncia formal por aquello.
“Se calmó bastante la cosa desde que mataron a esos cabrones”, dice el conductor de Flecha Roja al pasar por el lugar donde fueron ejecutados. Con menos éxito, el viernes fue asesinado un exmilitar cuando hizo frente a sus ladrones. Su cuerpo tiroteado quedó tirado en una calle de Naucalpan cubierto por varios cartones. Ni siquiera la muerte tiene épica en Edomex.
RUTA 3: Ecatepec, el (pen)último muerto
Dos jóvenes rudos con playera sin mangas, muchos tatuajes y peinados imposibles enjuagan el trapo y siguen limpiando los autobuses mirando al barro en la colonia La Nopalera, a un costado del panteón de Ecatepec. “Ya márchese me estoy metiendo en problemas si me ven hablando con usted” dice uno de ellos.
Ecatepec es el peor lugar de México para vivir. Según un estudio del Gabinete de comunicación estratégica sobre ciudades mexicanas, no cumple estándares ni de calidad de vida, ni de servicios públicos, zonas verdes, museos, movilidad, escuelas o centros de diversión.
Surgida entre los años 70 y 90 a partir de la masiva emigración del campo a la ciudad, Ecatepec, concentra un 15% de todos los delitos que se registran en el Estado de México, ya de por sí uno de los más violentos del país. Aproximadamente, cada mes hay cien muertes violentas y 150 violaciones, según datos oficiales. Con 1,6 millones de habitantes, Ecatepec es un lugar mucho más mortífero que Ciudad Juárez en lo que a feminicidios se refiere..
Pero si Ecatepec es el peor lugar para vivir de México, los arrabales del ‘peor lugar para vivir’ son una película de terror donde nunca gana el bueno.
Pum, pum, pum….tres disparos en el pecho, 20 balazos contra la carrocería y una nota en el suelo. Es todo lo que dejaron en el lugar los dos tipos que la semana pasada llegaron a las cinco de la tarde y masacraron al chofer cuando estaba a punto de salir hacia San Cristóbal con una decena de pasajeros.
-¿Aquí mataron a un chofer la semana pasada, cierto?
-¿A uno? Llevamos cuatro en los últimos tres meses. Una de ellas era mi hermana- explica bajo el calor uno de los supervisores. “Si no pagan 100.000 de entrada a la semana, 15.000 por empresa empezaremos a matar a los choferes y quemar unidades”, decía la nota firmada con la iniciales M.M.L. que quedó tirada en el lugar.
“Estoy hasta la madre, no puedo más. Yo me quiero ir ya”, dice al borde de las lágrimas el propietario de dos autobuses que tampoco quiere dar su nombre. Mientras habla, en la tienda de la esquina unos policías escoltan al distribuidor de refrescos mientras entrega la mercancía. Paredes de cemento, calles sin asfaltar, basura y un sol de justicia. Los chavos sin camisa siguen limpiando los autobuses en La Nopalera, donde todo parece perfectamente diseñado para fabricar delincuentes.
“Lo peor es que nos hemos acostumbrado a la muerte y los disparos y ni siquiera los distingues de la feria”. “Y ya, lárguese, que no me vean hablando con usted” protesta el propietario que fue rudo.
(Con información de El País)
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