* La exposición presenta una serie de interpretaciones novedosas sobre esa urbe maya como lugar sagrado
* Permanecerá hasta el 31 de diciembre de 2024; entrada libre
Los resultados de esta investigación, encabezada por la arqueóloga de la Dirección de Estudios Arqueológicos, Ileana Edith Echauri Pérez, se presentan en la exposición El paisaje sagrado de Yaxchilán. La fusión del entorno natural con los elementos culturales, abierta al público por la Secretaría de Cultura Federal, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en el Museo de Sitio de la Zona Arqueológica de Cuicuilco, donde permanecerá hasta el 31 de diciembre de 2024.
Mediante una docena de piezas arqueológicas y cédulas informativas, la muestra aborda la concepción de la ciudad dentro de un paisaje sagrado, conformado por un sistema orográfico de pequeñas colinas y cuevas, sobre un meandro o curva en forma de omega, el cual forma el curso del río Usumacinta.
"Es probable que dicho paisaje haya sido considerado sagrado, de acuerdo con la concepción maya", dice Echauri Pérez al explicar que “el arreglo espacial de las antiguas ciudades mesoamericanas no obedece simplemente a necesidades funcionales, sino que las urbes también constituían escenarios en los que se produjeron un sinfín de simbolismos, así como arenas políticas, y este singular paisaje fue aprovechado con ese fin".
Muchas ciudades de Mesoamérica se han estudiado desde esta visión: el caso de Yaxchilán ha empezado a abordarse recientemente por diversos autores. En este contexto, la arqueóloga emprendió el Proyecto Integral Yaxchilán, en 2017, y en tres temporadas de campo, entre 2017 y 2019, mediante caminatas intensas recorrió varias rutas al interior del meandro en busca de rastros culturales.
La investigación se apoyó en tecnología LiDAR, a través de la cual se hicieron análisis geoespaciales para determinar cómo están distribuidos los edificios respecto a las colinas y las cuevas. Al momento, se han registrado, al menos, 30 pequeñas cuevas y abrigos rocosos, en 20 de los cuales hallaron material arqueológico; además, localizaron siete canteras (sólo estaban reportadas dos), indicativo de actividades productivas al interior del sitio, un aspecto que no se había destacado en indagaciones anteriores.
Actualmente, el equipo de arqueología analiza tales materiales, los cuales arrojan datos sobre el tipo de rituales que pudieron realizarse en las cuevas.
A partir del estudio y basándose en sus asociaciones arquitectónicas, la investigadora clasificó las cuevas en tres grupos: en el Grupo 1 están abrigos o cuevas que tienen asociados conjuntos arquitectónicos considerados parte del área monumental, caso de las Cuevas 11 y 12, ubicadas sobre la elevación en la que se ubica la Pequeña Acrópolis; la Cueva 6, que puede estar relacionada con la Acrópolis Sur; la Cueva 10 con la Estructura 85 y la Cueva 14 con el Edificio 1.
El Grupo 2 distingue abrigos o cuevas que tienen asociados conjuntos arquitectónicos menores; y el Grupo 3, abrigos o cuevas sin elementos arquitectónicos asociados. Las cuevas más alejadas se localizaron a 800 metros de la sección central de la Gran Plaza.
Echauri Pérez explica que Yaxchilán es una ciudad especial porque su configuración es distinta de la de otros sitios mayas: “Se concibió a través de un eje rector que es una gran plaza, de un kilómetro de largo; a partir de ahí, se construyeron los edificios: los más emblemáticos, sobre las colinas. Es un lugar único por su fusión con la naturaleza y de difícil acceso, pues sólo se puede llegar navegando por el río, lo que ha permitido su conservación, cercana a como debió ser originalmente”.
La exposición aborda los resultados recientes, asociados con la interpretación que habían dado otros investigadores respecto a la intencionalidad de asentar el sitio en un lugar de paisaje simbólico para los mayas: las montañas como elementos donde surge la vida, y las cuevas conectadas al inframundo, donde residen los ancestros.
Entre los objetos, hay un hacha de piedra verde pulida, hallada al interior de la Cueva 1; una ocarina antropomorfa que, posiblemente, personifica a un guerrero, la cual fue “matada”, es decir, desacralizada, y se localizó en la Cueva 6. También, se exhiben piezas excavadas por el proyecto arqueológico dirigido por Roberto García Moll, entre 1974 y 1989, tales como un sahumador y cuatro remates de sahumadores, todos con el rostro del dios jaguar del inframundo.
La muestra permanecerá abierta hasta el 31 de diciembre de 2024, en el Museo de Sitio de la Zona Arqueológica de Cuicuilco (Av. Insurgentes sur s/n, esquina Anillo Periférico). Horario: martes a domingo, de 9:00 a 17:00 horas. Acceso libre al público.
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