viernes, 27 de diciembre de 2013

La opinión de....Salvador Ferrer i Paradeda

Dicen las lenguas de doble filo… Salvador Ferrer i Paradeda
Paseando por las calles del viejo México, aquellas que rezuman nostalgia y huelen a ceniza (o tacos de cochinilla) voy recordando otros lugares que me son familiares por el tipo de construcción, solamente que la historia varía un tanto. Las esquinas marcan límites, las plazas dominios y las colonias –también llamadas barrios- son el umbral de tribus urbanas. Allí podemos encontrar y hasta sorprendernos, lo más variado y extravagante que podamos imaginar. Desde el vendedor de helados en plano vía crucis invernal hasta quienes te ofrecen una caja de cerillos –o cerillas- aduciendo que son la solución al frío que llevas pegado al cuerpo. Podemos también imaginarnos el deslizarse por un lago helado –después de más de una hora de espera- y contemplar las cúspides de la catedral metropolitana… todo esto en un abrir y cerrar de ojos. De fondo la música del organillero y los sollozos del hijo de un vecino ocasional…¡Ah la capital de nuestro México!, no hay otra igual ni nada que puede compararse a ella. Después de cierto tiempo de caminar y observar puede uno preguntarse si los límites existen o se trata de una quimera. Aquí no hay límites ni ordenanza que haga cumplir las leyes físicas –y hasta metafísicas- de una urbe solaz, salvaje, angelical, incomprensible, gigante, llena de historia y olvidada por el Creador. El tan cacareado D.F. y a la vez odiado, la insigne ciudad de conquistadores y conquistados, la urbe multiétnica y el malinchismo… todo tiene cabida y todo se perdona. Dicen las lenguas de doble filo que cuando México se acabe, el mundo llevará años acabado y regresaremos a la prehistoria para… volver a caer en el mismo pecado. Cerraremos los ojos y haremos lo que nos venga en gana, que para eso no necesitamos quien nos diga o nos mande.

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