jueves, 2 de enero de 2014
La opinión de ... Salvador Ferrer i Paradeda
De tal palo tal astilla
Salvador Ferrer i Paradeda
Los toros son un tema a debate, mejor dicho, las corridas de toros (suena medio feo dicho así, pobres animales, ¡vaya desgaste!). Quienes defienden el mal llamado arte o fiesta nacional –también lo es la siesta, la paella, los tacos, la tortilla de papas y la salsa de chile guajillo- alegan que el animal nace y crece para morir en una plaza –o coso- que el pobre sube a los cielos después de una buena tarde entre aplausos, olés y capotes, además del tan cacareado puyazo, las banderillas y el estoque.
No me imagino un toro en el cielo charlando animosamente con el torero de turno sobre la tarde que dio en El toreo, por ejemplo o la Maestranza… “oiga maestro, que la suerte de la espada casi le cuesta mi oreja, eh”… “olé toro, hasta el rabo me dieron por darte unos muletazos y brindar a los asistentes”.
La verdad, si fuera el toro le daba de “cuernazos” hasta donde no suena.
Últimamente parece que las almas sensibles están apoderándose de las otras, las no tan sensibles y andan medio pleiteando para abolir las corridas (sigue sonándome feo). Es una guerra a tambor batiente que parece que no tiene fin.
De todos modos ya no es como antes, donde el torero salía de las castas más humildes y se jugaba el físico en noches de luna llena, intentando sacar algún muletazo al toro que campeaba a sus anchas por los pastizales. O aquellos que se armaban de valor y en una tarde de toros saltaban la barrera, los llamados maletillas. No, ahora se hacen toreros los hijos de… toreros, vaquillas a cualquier hora en el tentadero familiar entre la bota de vino y unos pedazos de “jamón de Jabugo” que levantarían a un muerto.
Hasta en eso son distintos los toreros, el traje de luces ya es de propiedad, no alquilado como antes, de propiedad y regalado por el padrino de turno, que invariablemente es un torero renombrado o un empresario de postín.
¡Cuánto ha cambiado la vida del toro y el torero!.
De tal palo tal astilla… torero hijo de torero, toro hijo de toro… nada de imitaciones chinas ni cosa que se le parezca.
Personalmente estoy en contra de lo que pienso es una salvajada, habrá quien me diga que no entiendo de arte, aunque para mí el arte es otra cosa completamente diferente y estoy por llamarlos –a los amantes de las corridas- (sigue sonándome feo, más que feo lascivo y pecaminoso) diarreicos-mentales-amantes-de-la-sangre-ajena.
Me lloverán puyazos, banderillas, estoques y hasta alguna pedrada, pero tenía que decirlo. Prefiero verme en el cielo –cosa que dudo- con un toro de hermosa estampa, a encontrarme con un torero dispuesto a darme un estocazo.
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