miércoles, 14 de octubre de 2015
La corrupción ¿enfermedad silenciosa o escandalosa hoy en día?
Por Arlen Jaime Merlos
La corrupción, sin lugar a dudas constituye uno de los fenómenos más dañinos del tejido social de un país, impactando así de forma directa su productividad, desarrollo y economía. La evidencia internacional nos muestra datos que reflejan pérdidas mundiales hasta de 200 mil millones de dólares anuales por causas de corrupción en los procesos de compras de obras y contrataciones por poner un ejemplo. De acuerdo al reciente Foro Económico Mundial, la corrupción es ya el principal obstáculo para hacer negocios en México.
No es un secreto que México padece un grave problema de corrupción que ha alcanzado en la opinión de los ciudadanos a la inseguridad como uno de los principales problemas que enfrenta el país, de acuerdo a la mayoría de las encuestas. Siendo entonces la corrupción un problema que ha crecido exponencialmente en el país, es necesario que el país transite de la aspiración a la realidad en temas de combate a la corrupción y fortalecimiento de la legalidad.
Las mediciones de percepción ciudadana son útiles y necesarias; hoy en día surge el llamado de una sociedad cada vez mas exigente y crítica que entiende que la corrupción es un problema de la sociedad mexicana en su conjunto. Sin duda, en medio de esta profunda crisis de confianza en las instituciones del Estado, son muchos los retos que México enfrenta para construir instituciones a la altura de las exigencias de la sociedad.
Es un hecho que nuestro país ha dado pasos graduales para construir un andamiaje jurídico de combate a la corrupción; sin embargo, insuficiente es contar con un amplio catálogo legal, si se aplica la ley con excepciones, de poco sirve entonces contar con leyes innovadoras, si en la práctica son leyes alejadas a la realidad de nuestro país, cayendo así en el supuesto que el Coordinador de Posgrado de la Universidad Iberoamericana, Agustín Basave, denomina como esteticismo legislativo.
Entonces algunas interrogantes serían, ¿Para qué crear la Secretaría de la Función Pública, con el objetivo de combatir la corrupción, si conocemos el desenlace del escandaloso caso de la Casa Blanca?
¿De qué sirve que en el Senado de la República se haga un esfuerzo por aprobar reformas innovadoras a la Ley de Obras Públicas y Servicios Relacionados con las Mismas (LOPSRM), sí de momento la construcción de un Circuito Exterior Mexiquense aumenta el costo en más del 450% que el señalado originalmente, sin previa investigación ni señalar la razón?
¿Para qué contar con controles internos y externos como contralorías y órganos de fiscalización en las entidades federativas, si puede suceder que un gobernador oculte al Congreso local ingresos extraordinarios por 60 mil millones de pesos, como sucedió en el Estado de México?
Y así, como éstos, hay tantos casos de corrupción que surgen día con día, bajo un amplio catálogo de leyes pero con aplicación seleccionada.
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