• Despierta civismo puro y sincero, de quienes acusaban de la “no participación”.
Por Mario Ruiz Hernández
VALLE DE MÉXICO., a 27 de septiembre del 2017.- Es claro que, tras el sismo del 19 de Septiembre del 2017, los jóvenes del país, sobre todo, rompieron un total paradigma de la no participación.
El fenómeno del colectivo, sorprendentes y de extraordinaria calada a reflexionar en este y el futuro inmediato, como total prueba en nuestra Gran Metrópoli.
Inimaginable que sucediera, la incluso ejemplar convocatoria, que desde a mi juicio habrá que tomar seriamente para el 2018, a esos Millennials.
De la movilización natural y del sentimiento de la tragedia, contradictoriamente el hartazgo contra la política, los políticos y de esa clase gobernante de quien sea, que ya aborrecen.
En el análisis mínimo, nadie se salva y desde luego, ponerle toda la atención a tal conglomerado, que demanda un nuevo rumbo y transformación del sistema político mexicano.
El escenario, complicado y millones de jóvenes de esta nación, urgen a los gobernantes, del nivel o instancia que sea, a resolver los problemas y eficacia en los resultados.
De hecho, y por esas, y otra tantas y tantas cosas, decirlo como es-“no los quieren, no les creen y mucho menos, les tienen confianza”-
Las pruebas ahí están, la presión social para donar un tantito de los millones y millones que reciben en financiamiento público, es una aberración para tener una patria “desmadrada”.
La actual realidad y en el otro rostro justamente de la tragedia, los altos índices del crimen; la barbarie, las muertes y más muertes de Mexicanos, secuestros, robos y la incivilización.
Aunado, a la brutalidad, los feminicidios, el odio entre iguales, entre diferentes, entre diversos, la homofobia y la discriminación de vuestros grupos originarios.
Sumado también, los diferentes tipos de pobreza; extrema, alimentaria, patrimonial, a la vez, de falta de empleo, oportunidades para quienes menos tienen y mejorar la calidad de vida.
Por otra parte, falta de servicios básicos, salud, medicamentos, hospitales, y una corrupción galopante a más no poder, de los que ostentan precisamente el poder.
Finalmente, una pulverización de clases sociales, los ricos más ricos y los pobres casi vueltos locos, por la sobrevivencia en este paradójico México.
El fenómeno del colectivo, sorprendentes y de extraordinaria calada a reflexionar en este y el futuro inmediato, como total prueba en nuestra Gran Metrópoli.
Inimaginable que sucediera, la incluso ejemplar convocatoria, que desde a mi juicio habrá que tomar seriamente para el 2018, a esos Millennials.
De la movilización natural y del sentimiento de la tragedia, contradictoriamente el hartazgo contra la política, los políticos y de esa clase gobernante de quien sea, que ya aborrecen.
En el análisis mínimo, nadie se salva y desde luego, ponerle toda la atención a tal conglomerado, que demanda un nuevo rumbo y transformación del sistema político mexicano.
El escenario, complicado y millones de jóvenes de esta nación, urgen a los gobernantes, del nivel o instancia que sea, a resolver los problemas y eficacia en los resultados.
De hecho, y por esas, y otra tantas y tantas cosas, decirlo como es-“no los quieren, no les creen y mucho menos, les tienen confianza”-
Las pruebas ahí están, la presión social para donar un tantito de los millones y millones que reciben en financiamiento público, es una aberración para tener una patria “desmadrada”.
La actual realidad y en el otro rostro justamente de la tragedia, los altos índices del crimen; la barbarie, las muertes y más muertes de Mexicanos, secuestros, robos y la incivilización.
Aunado, a la brutalidad, los feminicidios, el odio entre iguales, entre diferentes, entre diversos, la homofobia y la discriminación de vuestros grupos originarios.
Sumado también, los diferentes tipos de pobreza; extrema, alimentaria, patrimonial, a la vez, de falta de empleo, oportunidades para quienes menos tienen y mejorar la calidad de vida.
Por otra parte, falta de servicios básicos, salud, medicamentos, hospitales, y una corrupción galopante a más no poder, de los que ostentan precisamente el poder.
Finalmente, una pulverización de clases sociales, los ricos más ricos y los pobres casi vueltos locos, por la sobrevivencia en este paradójico México.
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