miércoles, 22 de enero de 2014
La opinión de...Salvador Ferrer i Paradeda
Hablar con un perro.
Salvador Ferrer i Paradeda.
Puede parecer anormal, incluso habrá quien diga que hablar con un perro es cosa de locos, pero no, no es cosa de excéntricos ni nada parecido.
Es un pequeño perrito chihuahua, raro donde los haya, enemigo de las perras y curioso rondador de noches intempestivas. No sé si jamás tendrá descendencia, creo que por sus inclinaciones no caerá ese milagro ni por asomo. Es más, en esas noches pasionales y de locura, se cuela entre las sábanas para descansar junto al elegido de turno, (son cosas que dan que pensar) no alborota ni gruñe, pero da miedo pensar que en un movimiento brusco pueda uno aplastarlo.
Sus ladridos sorprenden si no fuera porque son agudos y de bajo voltaje, me imagino que si fuera algo más grande asustarían.
Tiene ademanes de gran señor, reclama a sus horas la comida y no deja que nadie se acerque a él cuando corresponde el sustento. Como digo, es enemigo de las “señoras chihuahua”, algún defecto ha de tener.
Cuando hablo con él le cuento mis cosas, incluso hasta los secretos más secretos, aquellos que no se cuentan a nadie porque avergüenzan, no me contesta, pero mira interrogando y tal vez pensando que mis palabras no le afectan ni poco ni mucho. Luego se pone a ladrar como un condenado, a dar vueltas, subir y bajar del sofá, imagino que será porque ya no quiere escuchar sandeces y mucho menos viniendo de un humano.
Luego se planta en la puerta indicando que quiere salir para hacer sus necesidades, educado sí es, pero como fastidia, no hay horarios y más bien creo que lo hace para tocar las narices.
Con todo, es un bendito, su cara expresa alegría y rezuma satisfacción.
Él es Bruno, fiel compañero de fatigas, no diarias, pero cuando nos vemos nos volvemos cofrades de la vida y pendencieros de la suerte.
Hablar con un perro no es una locura, son más inteligentes que algunos “humanos” y por lo menos no traicionan a menos que les traiciones, fieles y además no te engañan con otros.
Dichosos los perros, dichoso Bruno y dichoso yo de poder hablar con él.
Bendita locura la que se comparte entre un ser humano y un perro, de ambos será el reino de los cielos…¿…?.
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