sábado, 5 de abril de 2014

¿El espectáculo debe continuar? Las barras y el futbol mexicano

Israel Solorio. En las últimas semanas –a raíz del episodio de violencia durante el clásico tapatío entre la policía y la hinchada del Guadalajara–, hemos sido testigos de un linchamiento mediático, otro más, ahora contra los grupos autodenominados ‘barras del futbol mexicano’. Con argumentos como “esos pseudoaficionados no son más que unos delincuentes” o “en México no existen las barras, sólo son unos marginados que tratan de copiar a Argentina”, los principales medios de comunicación del país han comenzado una campaña para erradicar del futbol a lo que ellos identifican como “la raíz de la violencia en el futbol mexicano”: las barras.
Sin embargo, lo sorprendente no es la evidente ignorancia que los medios de comunicación exhiben sobre este tema, sino que la afición mexicana parece haber comprado el argumento de que el problema son las barras. En este texto se debatirán, en cinco puntos, algunas de las “verdades” contadas por los medios de comunicación durante las últimas semanas, con el objetivo de explicar la esencia de un movimiento que parece ser desconocido por la sociedad mexicana en su conjunto. 1. En México no existen las barras, es simplemente una copia de Argentina. Es cierto que las barras en Latinoamérica surgieron en Argentina, allá por la década de 1960. También que en Argentina existen algunos de los grupos con más tradición y fuerza en el movimiento barrista latinoamericano. Sin embargo, también es innegable la forma en que las barras se han vuelto parte integral del futbol mexicano. No sólo con los clubes de primera división, sino que también los clubes de la liga de ascenso cuentan con grupos autodenominados barras, que ponen color y ambiente cada fin de semana al futbol mexicano. A todo esto, cabe preguntar: ¿por qué está bien importar anglicismos en nuestra manera de hablar? ¿Por qué está bien romper la forma de vida de comunidades tradicionales mexicanas para imponer la “modernidad”? Se vale importar de todo, ¿menos a las barras? 2. Las barras son el origen de la violencia en el futbol mexicano. Basta abrir cualquier periódico mexicano algún día de la semana para saber que México no es un país en paz. Es plausible pensar que en una nación destrozada por una guerra interna, aquejada por graves desigualdades sociales, la violencia surge de un movimiento que no tiene más de veinte años. Esto es una falacia. La violencia está en nuestra sociedad, la viven millones de mexicanos cada día. La violencia se vive en cada rincón del país. Lo que pasa en los estadios de futbol no es más que el reflejo de nuestra realidad social. 3. Las barras acabaron con el futbol mexicano como espectáculo familiar. Empecemos desmontando este argumento. Al soccer mexicano difícilmente puede llamársele un espectáculo, aunado a que en éste los intereses comerciales predominan sobre los deportivos. Clubes descienden y compran su permanencia en la primera división. Las grandes televisoras –dueñas del balompié mexicano– nos regalan toda una temporada regular mediocre con la promesa de una emocionante liguilla. La justicia deportiva también queda a un lado. Con todo, las barras son las que están cada ocho días poniendo color a una de las ligas más grises del continente. Seamos claros: el futbol mexicano no es un espectáculo y mucho menos familiar. ¿Cuántas familias mexicanas que viven con el salario mínimo se pueden permitir asistir a un mediocre partido de la liga mexicana? De cualquier manera, ¿quién podría entender los estadios mexicanos hoy en día sin cantos como el Vamos América o el Cómo no te voy a querer de los Pumas? Porque la mayor de las veces el espectáculo se encuentra en la tribuna y no en la cancha. 4. Si se dejan de vender boletos a las barras, se acabaron los problemas. Este argumento es el que muestra mayor desconocimiento del movimiento de las barras en México. Es cierto que muchas barras en el fútbol mexicano reciben boletos por parte de su directiva, pero no todas. Muchas de ellas son independientes de los intereses de su directiva, sus aficionados compran sus boletos para apoyar a su equipo de forma lúdica. Esto representa un problema para las grandes televisoras, pues denuncian, asimismo, la corrupción que impera en el futbol mexicano. Como ejemplos se encuentran el Ritual del Kaoz, del América (incluyendo su Brigada Antifascista), o el Orgullo Punk Skin de los Pumas. De hecho, para desgracia de quienes dominan el futbol mexicano, las barras tienen su presencia en los barrios populares de las distintas ciudades de México. El problema para las autoridades es que las barras, por definición, constan de un núcleo al que la gente se integra por gusto, no por obligación, por eso es que lucen más nutridas en los partidos llamados clásicos. Por ello también es que la intención de credencializar a sus integrantes ha fracasado en la mayoría de los casos. Ante esto, ¿cuál será su siguiente paso? ¿Imponer el derecho de admisión en los estadios contra toda persona que no luzca ‘decente’ a los ojos de la autoridad? ¿Qué significa esto? No más que un ataque a cierto sector de la sociedad. 5. Los miembros de las barras son unos inadaptados sociales. Es evidente que en la barras existen integrantes de distintos grupos sociales, en las que predomina gente perteneciente a la clase baja de nuestro país. ¿Pero no es la clase baja predominante en México? ¿O es que en México todos tenemos el nivel de vida de Carlos Slim? Ahora bien, si el problema es la violencia dentro de los estadios, cabe preguntarse qué responsabilidad tienen las autoridades. ¿Usted confía en su policía? ¿Cuántos casos hemos visto en los últimos años de abuso de poder por parte de la autoridad? ¿Le dice algo el hashtag #1DMX en la toma de protesta de Peña Nieto? Nuestra policía es conocida por ser corrupta y poco preparada. ¿Acaso nadie le va a pedir cuentas a la policía por su abuso de poder? No se trata de deslindar por completo a las barras de los problemas de violencia en el futbol mexicano, pero es que el problema no es el malestar, sino la enfermedad. La enfermedad en México se llama desigualdad social, falta de oportunidades para toda la población y, por supuesto, una autoridad que frecuentemente abusa de su poder. Con este telón de fondo, como en México no existen otros temas más urgentes que tratar el llamado de las televisoras para criminalizar a las barras, la Cámara de Diputados ha apresurado el trámite de la iniciativa de ley sobre la violencia en los espectáculos deportivos. Ya los expertos legales opinarán sobre la constitucionalidad de esta iniciativa de ley que no es general, sino particularizada a cierto sector de la población. Lo que está sobre la mesa es la criminalización de otro sector incómodo para quienes sustentan el poder en este país. Primero fue la criminalización de la protesta social, ahora es el turno de la barras en el futbol. La pregunta para la afición mexicana es: ¿el espectáculo debe continuar? ¿Quiere usted seguir siendo consumidor de un balompié corrupto, de baja calidad, donde las televisoras priman el interés comercial sobre el deportivo? También es claro que muchos directivos han utilizado las barras para su propio beneficio. ¿Recuerda usted cómo Vergara se acercó a las barras de Chivas para poder comprar al Club Guadalajara? ¿Sabe usted que La Monumental del América recibe boletos a cambio de no decir nada en contra la directiva? Existen muchos problemas en nuestro futbol, ¿pero son las barras el principal de ellos? La pregunta para la sociedad en su conjunto es: ¿seguirá aplaudiendo la forma en que el poder criminaliza grupos sociales incómodos hasta que no lo toquen a usted? ¿El espectáculo debe continuar?

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