sábado, 5 de abril de 2014

“Te apuesto a que si te violaran, no lo dirías”. Yakiri, la chica que denunció y obtuvo cárcel

Érika Paz . Yakiri Rubio pasó 86 días en prisión acusada de matar a su violador. El 9 de diciembre de 2013, minutos después de la agresión, solicitó atención legal y médica en la agencia del Ministerio Público no. 50, de la Ciudad de México. El hermano de su atacante, Luis Omar, la acusó de homicidio. Enseguida pasó de víctima a victimaria, fue recluida en el penal de Santa Martha Acatitla, 10 días después la trasladaron al Centro de Readaptación Social de Tepepan. Hoy Yaki está libre, pero sigue bajo proceso penal, dado que se determinó que actuó en legítima defensa, pero, con exceso de violencia.
(04 de abril, 2014).- Yakiri Rubio me comenta que no quiere revivir lo que sufrió esa noche del 9 de diciembre, lo que ahora desea es denunciar la justicia machista a la que se enfrentó. Los sentimientos que le genera la violenta experiencia que vivió –y sigue padeciendo por haber salido de prisión bajo fianza– sólo los comparte con mujeres que han tenido vivencias similares. Contiene las lágrimas y mira hacia el cielo cuando está en algún foro en el que se denuncia la discriminación, el acoso, los hostigamientos y las agresiones sexuales que las mujeres viven día a día. En esos espacios, algunas recuerdan haber sufrido estas vejaciones y se arrepienten de haber guardado silencio por pena o por miedo a ser incriminadas, debido a los prejuicios que aún imperan. Prejuicios como el hecho de pensar que ellas son las responsables si son golpeadas, denigradas, insultadas, manoseadas, violadas o asesinadas. ¿Por qué?, por vestir minifaldas o escotes, por salir a la calle a cualquier hora del día, por ser el cuerpo de las mujeres botín de guerra, campo de batalla, cuerpos en los que se gobierna bajo una idea patriarcal y que son regulados socialmente, en los que pesan las normas, los estereotipos, los valores que los atan a miedos y culpas, negándoles la autonomía sobre ellos. Frente a la cámara, Yaki parece fuerte, no muestra debilidad. Ese 9 de diciembre ella regresaba del trabajo y había quedado de verse con su pareja en las afueras de una estación de Metro de la colonia Doctores, cuando fue interceptada por los hermanos Miguel Ángel y Luis Omar Ramírez Anaya, obligada a subirse a una motocicleta, secuestrada y trasladada al hotel Alcázar de la misma colonia, donde fue violada por Miguel Ángel. Yakiri se defendió causando una herida en el cuello de su atacante, salió en busca de ayuda, fue trasladada por una patrulla de la policía del Distrito Federal a la agencia del Ministerio Público no. 50, conocida como “El Búnker”, famosa por su historial de faltas a las garantías individuales de las personas detenidas. Ahora, sentada en la sala de su casa y acompañada de su padre, Yaki habla de lo que muchas personas callan, por temor o por desconocimiento de sus derechos legales y humanos. Durante el tiempo que pasó recluida fue amenazada y golpeada por otras reclusas, en el penal de Santa Marta Acatitla, a petición de la familia de sus agresores. El 20 de diciembre fue trasladada al Centro de Readaptación Social de Tepepan, en la Ciudad de México. El 29 de diciembre de 2013, se convocó a una marcha del Ángel de la Independencia al Hemiciclo a Juárez. Activistas, defensores de derechos humanos, familiares y sociedad civil acompañaron la protesta en la que se denunciaron irregularidades en el proceso, como el hecho de que Yaki nunca recibiera la atención médica y legal solicitada. También, se denunció corrupción y colusión entre funcionarios y delincuentes, además de evidenciar al procurador capitalino y su falta de apego a la normatividad para informar y ejercer el cargo que ostenta al frente de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF). Ese día, José Luis Rubio leyó una epístola del puño y letra de su hija Yakiri. Ahora, tres meses después, ella comenta: “esa carta la escribí después de que a mí me llegaran de regalo más de 700 cartas en una página que se abrió para que se conociera mi caso; eran palabras de aliento, que decían “no te rindas”, de ahí me hizo sacar palabras y más que nada el coraje, de ¿por qué me estaba pasando esto?, ¿por qué no se había hecho justicia?, ¿por qué la autoridad no ha hecho bien su trabajo?” El juez sexágésimo octavo de lo penal, Santiago Ávila Negrón, es quien llevó el caso de la joven de 20 años. El 17 de diciembre le dictó auto de formal prisión. Sin embargo, Santiago Ávila enfrenta, desde 2011, una denuncia por acoso sexual y, pese a ostentar estudios de posgrado, Ávila Negrón reprobó el examen de actualización en materia judicial en 2004. En la sala de su casa, el padre de Yakiri, exclama: “para mí la cárcel es un secuestro del Estado”, refiriéndose a las personas inocentes que, por alguna razón, se encuentran encerradas. Además denuncia las irregularidades en el proceso penal de su hija y agrega que, en el penal de Tepepan, conocieron a muchas mujeres presas por orden de Ávila Negrón. José Luis se define a sí mismo como una persona de izquierda, alguien que siempre ha defendido los derechos del pueblo. Activista de a pie que reconoce en él prejuicios machistas que, sin embargo, ha logrado desprenderse por estar acompañado de sus hijas y esposa. Sin duda, este acontecimiento ha cambiado el rostro de la familia, una familia modesta, honesta, que además de organizar obras de teatro y bailes en el barrio de Tepito, ahora se ha propuesto continuar en la lucha por la defensa de las víctimas de injusticia. Los padres de Yakiri saben que el proceso no ha terminado, por lo que se apoyan informándose a fondo sobre el tema. Marina, la madre de Yaki, afirma estar al tanto de todos los medios de comunicación que han comunicado sobre el caso, además de identificar a los funcionarios y elementos de seguridad involucrados. Yakiri, por su parte, dice ser consciente de que su vida ha dado un giro completo que la ha ubicado en un nuevo camino hacia la defensa de los derechos humanos de las mujeres. La experiencia de los últimos meses les ha mostrado que muchos medios de comunicación, así como las instancias de impartición de justicia y el gobierno actual están muy bien armados en contra del pueblo, y que en ellos imperan prácticas misóginas y machistas. Los ejemplos de tales prácticas son múltiples, desde los comentarios de policías que le dijeron a Yaki que de haberse ido a su casa, “nada de esto hubiera pasado”, hasta el actuar del juez a cargo del caso, quien retrasó su salida del penal. Como si esto no fuera suficiente, se inventaron historias de que Yakiri era amante, novia o concubina de su atacante y que eso “justificaba” la agresión, cuando, incluso dentro del contrato civil de matrimonio, se reconoce la violación. Además, se aludió a falsas llamadas telefónicas entre la joven y su violador y no se aplicó la Norma Oficial 046 de atención a víctimas de violencia sexual. Pese a todo lo anterior el procurador de justicia capitalino, Rodolfo Ríos, afirmó que en el proceso de Yakiri se juzgó con perspectiva de género. “Este caso da para más”, señala José Luis Rubio. Porque a pesar de ser víctima de la violencia feminicida, del sistema penal, del personal de seguridad pública, de funcionarios y de la criminalización por algunos medios de comunicación, Yakiri recibió el apoyo de la sociedad civil y de miles de mujeres que, como ella, han sufrido la violencia machista. Yaki junto a su padre, José Luis Rubio, relatan en exclusiva para REVOLUCIÓN TRESPUNTOCERO, parte de esta terrible historia llena de irregularidades en el proceso penal, de misoginia, de corrupción y de injusticia.

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