ALTERCULTURA / ALTER-EXISTENCIA. El ser humano tiene embebida en su naturaleza una tendencia a formar sistemas de creencias y buscar un poder superior que rija la realidad –que llene el vacío del caos. Esta tendencia evolutiva –que incluso podría ser parte de nuestra arquitectura neural, como sugiere la neuroteología– puede ser también utlizada como una forma de explotación y control mental. Muchos de los grandes líderes religiosos también son hábiles políticos que tienen conciencia de las inseguridades de sus seguidores o que son capaces de alimentar su propia imagen o hasta de endiosarla apelando más al marketing que a la revelación teológica. Uno de los casos más famosos y quizás perturbadores de la creación moderna de líderes religiosos es el caso de L. Ron Hubbard, el escritor de ciencia ficción que luego se convirtió en fundador de la cienciología, y quien memorablemente alguna vez dijo que la forma más fácil de volverse millonario es fundar una religión. Lo interesante aquí no es que Hubbard (y sus seguidores, como Tom Cruise o John Travolta) crea en algo que nos parezca disparatado o no; es que uno puede convertirse en un gurú, en un líder religioso, en un proveedor de experiencias espirituales y de transformación, con sólo saber contar una buena historia. Esta es la base de toda creencia humana y de todo sistema humano, una historia que logra cautivar. “Primero fue la fábula”.
El caso de Vikram Gandhi es un excelente ejemplo de esta conciencia de la experiencia religiosa como algo que se puede vender, especialmente si se tiene una idea en la que creemos. Gandhi es el autor del falso documental Kumare, en el que él mismo protagoniza el ejercicio filmado de convertirse en un gurú espiritual de la India y congregar a una serie de seguidores, con el fin de cuestionar la fugura del gurú. Gandhi nació en Nueva Jersey, en una familia de inmigrantes en la que se practicaba el hinduísmo. Crecer en medio de los dioses de los Vedas a la vez que estaba expuesto a la cultura pop estadounidense, le hizo cuestionar su propia educación y las creencias de sus padres. “La religión de la India está llena de historias, lo que me hizo compararla con los cómics y las historias de superhéroes que veía; eran para mí dos formas mitológicas similares”, dice Gandhi, quien estudió religión en la universidad para luego cambiarse a literatura, acaso materializando simbólicamente la idea de Borges de que la metafísica era una rama de la literatura fantástica. Hay otro punto de similitud que se acentúa en nuestra época profana: un avatar es un dios que desciende, pero también es una identidad falsa creada, con la cual podemos interactuar con los demás en línea. Sorprendido por el boom de la industria del yoga, que supera los 5 mil millones de dólares anuales en Estados Unidos, Gandhi planeó hacer un documental sobre los maestros espirituales y el yoga. En el proceso conoció a numerosos maestros occidentalizados y viajó a la India, donde conoció a otros supuestos maestros espirituales. Su experiencia le hizo ver que lo único que realmente define a un líder espiritual es que otra persona cree que él tiene la respuesta. Por otro lado, las experiencias religiosas tienen la particular naturaleza de ser inefables, por lo que no hay forma de medirlas o de verificarlas. Esto le dio la idea de crear un personaje, Kumare, y penetrar en el mundo del yoga en Estados Unidos como un maestro espiritual y probar que una religión falsa tiene los mismos efectos, es tan “verdadera” como una religión verdadera. Gandhi, bajo la persona de Kumare, empezó a dar clases de yoga en Phoenix, uno de los centros del new age, y empezó a congregar a una serie de seguidores que lo percibían como un poderoso maestro espiritual. Enseñando su propia versión del Maia –”Si actúas como un gurú te conviertes en un gurú”, algo como “Fake it until you make it”– entre el cinismo y la hiperconciencia de la ilusión, Kumare pudo ganarse la confianza de un grupo de personas ávidas de transformarse y experimentar lo numinoso. Para poder dar verosimilitud a su personaje diseñó un sitio web, utilizó el acento hindi de su abuela, se tomó fotos con viejos gurús de la India, adoptó un disfraz (la vestidura naranja y un tridente) y aglutinó todo bajo la idea fundamental de que el gurú es como un espejo: “Todo es un reflejo de lo que queremos ver en nosotros”. Así, Kumare se posicionó mezclando técnicas de marketing con su experiencia mimetizando gurús, lugares comunes (como la reiteración de una luz azul o de “sentir la energía”), sinsentidos y mantras fonéticamente plausibles. La religión falsa funcionó especialmente bien porque en vez de decirles a sus alumnos que su religión era falsa y la suya verdadera les dijo que todas eran una ilusión pero que ellos tenían el poder, que podrían crear su propia historia –cumpliendo así literalmente el hoax, de manera brillante llevando la metáfora a la realidad. Funcionó también simplemente porque Kumare les ofreció su atención completa, y las personas necesitan desesperadamente de alguien que las escuche y las comprenda (el gurú, el sacerdote, el médico y el psicoanalista cumplen la misma función de transferencia psíquica). Al final, el documental narra una experiencia de transformación, un desvelo, una epifanía. Esto es parte del arco dramático de toda buena historia –la necesidad de que nos conmueva. Kumare, el gurú falso, hizo que varios de sus alumnos –y él mismo– tuvieran una experiencia de transformación y se dieran cuenta que el poder y la verdad que buscan está dentro de ellos. Más que esto, lo interesante, me parece, es la reflexión sobre cómo las creencias modifican la realidad. Los sistemas de creencias (BS en inglés, lo mismo “bull shit” que belief systems, según Robert Anton Wilson) suelen crear un entorno psicosocial único hasta el punto de que aquello en lo que se cree se convierte en aquello con lo que se ve y cómo se experimenta el mundo. Esto no para cuestionar la existencia de Dios o la posibilidad de vivir espiritualmente, sino para observar cómo funciona nuestra mente y el poder que tiene para hacernos ver lo que creemos. No sabemos si Dios existe o no (es posible), pero al menos la mente se comporta como un pequeño dios. Si quieres seguir explorando las formas de convertirte en un falso gurú puedes consultar también este artículo en el que recomiendan cosas como aprender a usar paradojas, utilizar un acento extranjero y giros lingüísticos o filosofías de bolsillo, y demás técnicas que todo gurú incipiente debería considerar.
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