martes, 5 de agosto de 2014

La era del sexo recreativo

Alfonso Aguirre.
Durante siglos se construyó una larga lista de preceptos religiosos, morales y sociales que tenían la intención de controlar y regular el comportamiento sexual entre hombres y mujeres basados en la evidencia de que las relaciones sexuales traían inevitablemente y por su propia naturaleza, el embarazo y el nacimiento de hijos e hijas. Bajo esta premisa, cada grupo humano se dio a la tarea de establecer reglas y condiciones para normar el ejercicio de una actividad privada que tenía un impacto directo sobre los fundamentos económicos y políticos de la sociedad. Hasta la fecha, a las nuevas generaciones se las socializa en una estricta vigilancia de su comportamiento sexual el cual es moldeado a través de ritos y costumbres, valores y normas que permean de distinta manera a los miembros de cada grupo social. Esta vasta construcción socio cognitiva, de pronto pierde sustento y empieza a desmoronarse ante la aparición en el mercado de una serie de productos mecánicos, químicos y hormonales baratos, fáciles de utilizar y muy efectivos para evitar la concepción como producto del acto sexual. A partir de ese momento, el sustento biológico que soportaba y le daba sentido al discurso acerca del control del comportamiento sexual había perdido todo significado y la relación sexual, por primera vez en la historia de la humanidad, adquiría valor por sí misma al margen de su función reproductiva. Mucho se ha dicho sobre las consecuencias que sobre el comportamiento sexual iría teniendo la utilización progresiva de los métodos anticonceptivos al irse haciendo cada vez más evidente, que el coito ya no era sinónimo de embarazo; especialmente quedaría obsoleta aquella legislación orientada a normar un acto privado que no trae consecuencias públicas y aquella moral que de igual manera trataba de intervenir en una actividad privada pactada de mutuo acuerdo entre particulares. Cuando la relación sexual no tienen nada que ver con un objetivo reproductivo, y que este es más el resultado de una decisión consciente que de la propia experiencia sexual, se desdibuja la creencia de la existencia de aquel supuesto vínculo natural entre esta actividad y la formación de una pareja y una familia; aunque la herencia de la especie nos siga orientando a la formación de parejas y a la reproducción, hombres y mujeres estarían más dispuestos a intercambiar experiencias sexuales con fines recreativos y lúdicos, sin las complicaciones de las ideologías anteriores. La autonomía del acto sexual, lograda por la instrumentación tecnológica anticonceptiva hace unas pocas décadas, hace que sea muy difícil a partir del análisis de la experiencia en el presente, tratar de entender cómo se modificará el comportamiento sexual de hombres y mujeres en el futuro. Es muy posible que muchas de las expresiones sexuales contemporáneas sean más bien el festejo que celebra el fin de un largo período de férreo control ideológico sobre la sexualidad. El incremento de enfermedades sexuales, los nuevos comportamientos sexuales obsesivos poco satisfactorios, la mezcla de sexo, alcohol y drogas, la persistencia de sesgos de género y la violencia sexual combinados con la prevalencia de la ignorancia en esta materias, puede interpretarse como el carnavalesco inicio de un profundo proceso de transformación que cambiará para siempre el comportamiento sexual que hasta hoy se vivía bajo la culpa y la vergüenza. Poco a poco se acentuará el comportamiento selectivo y los mecanismos básicos de la especie que al hacerse más conscientes, permitirán establecer relaciones afectivas y sexuales de mutuo acuerdo basadas en el respeto, que incluyan la utilización adecuada de métodos para prevenir la concepción no deseada y el contagio de enfermedades de transmisión sexual. Preservar la salud, incrementar la autoestima en la interacción y la convivencia social y aprender a decidir acerca de cómo, cuándo, donde, con quien y para qué de mi actividad sexual. La libertad para decidir en este este terreno seguramente se traducirá en el establecimiento de vínculos afectivos, relaciones de pareja y formación de familias de muy diverso tipo con un elemento muy importante en común, las personas serán más conscientes sobre el papel que han decidido jugar dentro de este tipo de interacción en función de la responsabilidad individual que les corresponde.

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