lunes, 14 de noviembre de 2016

Presos del penal de Santiaguito, en EdoMéx producen artesanías para sobrevivir

Gracias a su buena conducta, tiene permitido vender su mercancía a la gente que los días sábados visita el penal, mientras el resto de sus compañeros conviven con su familia.
Dentro del penal de Santiaguito, ubicado en la Villa de Almoloya de Juárez, Estado de México, un hombre de tez morena, nombrado Ernesto, de quien no se dará su verdadero nombre por motivos de seguridad, fue acusado de homicidio terminó tras las rejas, ahora elabora y vende artesanías como una forma de sostenerse económicamente mientras recupera la libertad. Ernesto, es un hombre de 30 años, quien desde hace cinco años paga en prisión una condena de 12 años, dos meses, siete días y cada que recuerda el motivo por el cual fue sentenciado a dormir en una fría celda, el hombre se indigna, pues relata que un mal día fue detenido “injustamente” porque estuvo con uno de sus conocidos, poco antes de que éste asesinara a una persona, “mi único delito fue haberlo acompañado unos minutos antes. La persona que cometió el delito se declaró, confeso, francamente en el penal hay muchas personas que somos inocentes, yo me considero inocente porque es lo que soy, estoy pagando un delito injustamente por homicidio”. Hasta entonces, Ernesto era soldador, oficio que abandonó, al igual que a su familia, pero hace tres años comenzó a elaborar artesanías para poder pagar su alimentación y darles un pequeño apoyo a su esposa y sus hijos cuando lo visitan, “todo esto lo aprendí aquí adentro. La artesanía es lo único que se puede hacer aquí, no hay otra cosa, si hubiera otra cosa para trabajar lo haría, pero tenemos que encontrar la forma para poder sobrevivir, para poder tener una alimentación poquito mejor y para cuando venga la visita, darle algo para sus pasajes, no es mucho lo que se vende pero para algo va quedando”. En el lugar se venden imágenes religiosas, trabajos de repujado en metales, juguetes y figuras de animales tallados en madera, alajeros, pulseras, fotoretratos, llaveros, adornos, relojes de pared, además se ofrecen exhibiciones de danza prehispánica y hasta un grupo norteño, con su música, hace un poco más amena la estancia en el lugar. “Aquí aprendí a valorar a las personas, todo lo que tenia afuera y hoy no tengo”, expresó el prisionero. (con información de La Prensa)

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