viernes, 3 de enero de 2014
La opinión de... Salvador Ferrer i Paradeda
A propósito de…
Salvador Ferrer i Paradeda
Vamos mejorando… vamos mejorando. Leía hace unos minutos que en Gran Bretaña se ha puesto de moda poner abrigo a las gallinas, es más, para que no haya problemas con las “gallinas nocturnas” dicho abrigo lleva unas franjas que relucen en la oscuridad. Se me ocurre a mí que podríamos aplicar esta nueva moda con algún que otro funcionario y hasta un conocido periodista español…¿te das por aludido Pedro J. Ramírez? Podrías usar en tus noches locas este abrigo y así detectarían a cientos de metros que eres tú con tus vestiditos femeninos y el consolador pegado… salva sean las sagradas partes.
Pero sigamos, si ponemos esos artilugios a políticos, banqueros, empresarios de alta alcurnia, príncipes, reyes, coyotes y personajes destacados en el ambiente de cuello blanco, nosotros los mortales de a pie podríamos salvar el encuentro fortuito con tan dignos “hombres reservados para altas cosas”. Digo, evadirles, evitarlos, sortearlos, soslayarlos… en definitiva, darles esquinazo y poder mandarlos bien lejos, aunque sea a grito pelado y alguna que otra patada bien dirigida, no sea que se recuperen de la sorpresa y tengamos malos mayores.
Estamos en manos de quienes tienen por sombra a un iluminatis de a cuarto, a quienes con su mano derecha alzan una biblia y con la izquierda te quitan el pan, aquellos que salen en la pantalla de televisión diciendo que son los elegidos y cambiarán el mundo… ¡qué ya son demasiados!.
Las gallinas inglesas nos indican el camino a seguir… vestirlas con tan hermoso abrigo, desplumarlos y hacer un buen caldo, pero mucho me temo que el tal caldo saldría amargo y haría que las carreras en busca de un lugar solitario para evacuar las “cagarrinas”, fueran cosa común, deberíamos salvar montones de excremento para no pisar “mierda” como se dice en castellano antiguo –y el moderno también-.
Me apunto a fabricar miles… digo millones de abrigos fosforescentes y regalarlos a las puertas de las casas de gobierno, de empresas televisoras, periodísticas, telefónicas, farmacéuticas y un largo etcétera.
No hay mal que por bien no venga, y las gallinas –las que tienen plumas y las que no- saldrían ganando, aunque nosotros –rara avis de hombres de a pie- mucho más.
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