sábado, 4 de enero de 2014

La opinión de ... Salvador Ferrer i Paradeda

Santas partes las nombradas… Salvador Ferrer i Paradeda
Había una vez…. Así empiezan muchas historias de príncipes y princesas, aquellas historias que nos llenan de ternura, nos hacen soñar con príncipes azules –no sé si con las princesas ocurre lo mismo- miramos las coronas, los palacios, palacetes y mansiones, las capas y espadas, los tronos y sillas –sillas aterciopeladas- la nobleza y la hidalguía, esa última por encima del hombro, por supuesto. Viajes, automóviles, yates, caballos, cuentas bancarias, líos de faldas… todo esto y más es lo que rodea a las coronas. Monarquías arcaicas y sembradas de cadáveres, engaños, malas artes, pocas guillotinas y muchas estupideces. Sirva la definición para ensalzar a una vieja Europa que todavía se aferra a las historias de príncipes encantados y princesas revoltosas, aquellas que van de cama en cama buscando la sangre azul adecuada –también las hay que su sangre es roja, como debe ser-, pero siempre o casi siempre, terminan en malas condiciones o apartadas del rango correspondiente. Se preguntarán por qué escribo todo esto, bien, es sencillo, hoy estaba recordando a las realezas y cortes sacrosantas, las que están en la cima y se ríen de sus “lacayos”. Hacen y deshacen a su antojo, ocultan verdades y sacan a la luz mentiras, disfrutan de las riquezas amañadas y gozan llorando cuando una desgracia recae sobre “su bien amado pueblo”. Reyes y reinas…. Estirpes elegidas de entre todos los mortales, cuya única ventaja es y ha sido haber nacido en el seno de una familia con sangre real y nobleza amañada. Cazadores furtivos, amantes de la hípica, creadores de imperios y empresas fantasmas, administradores de propiedades por las que jamás sudaron una “sola pinche gota de sudor” –en algunos casos hasta se atreven a cobrar boletos para que los “siervos” puedan admirar lo que es suyo por ley natural. En fin, seguiremos llenando revistas y noticieros de ese tipo de gente y encima los admiraremos y gritaremos voz al viento…”viva el rey, viva la reina, larga vida”. Me pregunto si somos algo idiotas o es que va con nuestra naturaleza adorar a gente así. Bueno, a fin de cuentas hasta en gobiernos democráticos adoramos a quien está al frente y no pasa nada. Santas partes las nombradas y santas partes las que se posan en los tronos o sillas presidenciales…

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