martes, 11 de marzo de 2014

Al Chayo lo veneraban como a un santo

Daniel Blancas Madrigal | Todos en Michoacán sabían que estaba vivo. El activismo de Nazario Moreno González El Chayo, líder y fundador de los Caballeros Templarios, se advertía en las numerosas capillas erigidas en su honor, en la distribución de libros con sus reflexiones y doctrinas y en los testimonios de hombres y mujeres que en cada pueblo eran obligados a resguardar espadas, armaduras y túnicas, usadas por la organización criminal en sus rituales clandestinos.
Así ocurrió con doña Amelia, de la comunidad de Antúnez, forzada a servir al Chayo como lavandera y zurzidora del ropaje medieval… “Pero yo ni sabía qué era, me amenazaban si decía algo o no les tenía listas sus cosas. Lo hacía para ganar un dinerito, no soy delincuente”, dijo la mujer cuando la autodefensa descubrió su negocio de lavaderos y agujas. El legado de Moreno iba de mano en mano… En uno de sus textos, titulado Pensamientos, se refiere una distribución de más de 60 mil ejemplares al año. Cada libro era autografiado por él mismo, con el sobrenombre de El Más Loco. Y dos eran sus frases preferidas, dedicadas a sus discípulos o a los aspirantes a serlo: “Ni el hierro ni el acero, ni aún el oro, tienen el valor de un hombre honesto, honrado e íntegro”. “La mejor herencia que les puedes dejar a tus hijos, familia y amigos es tu propio ejemplo”… Su presencia se percibía también en imágenes con incrustaciones de oro y piedras preciosas en las que él era representado como santo, además de cánticos y oraciones que circulaban entre los pobladores, en especial amas de casa y jóvenes. Durante mucho tiempo se supo que uno de sus lugares preferidos de operación criminal era Tancítaro, donde a la par de fungir como predicador religioso, extendió plagios, levantones y cobros de piso. Un personaje complejo. “Tancítaro es de los municipios del estado donde El Chayo generó mayor violencia: muchas extorsiones, secuestros, mató a cientos de personas y familias enteras desaparecieron y sólo él sabe dónde están: si quedaron en fosas clandestinas o fueron obligadas a servirle. Por eso todos los pueblos y rancherías de Tancítaro se levantaron en armas”, relató el comandante Jonás, uno de los líderes comunitarios del municipio, al cual se le conoce como “la fábrica de metanfetaminas”. Otro de sus sitios predilectos referido por los habitantes de Tierra Caliente, era el Cerro del Húngaro, emblema del municipio de Apatzingán, de donde él es originario —incluso aparece en el escudo municipal—. El Chayo nació en la tenencia de Guanajuatillo. En el cerro solía pasar días o semanas entre sesiones de meditación y escritura. Se cuenta que ahí escribió Me dicen El Más Loco, una especie de autobiografía que también ha sido encontrada en diversas casas, tras operativos conjuntos realizados por grupos comunitarios y policías federales. “La gente del pueblo se iba enterando de sus escondites, de su modo de operación, y de lo que a él le gustaba, como el fútbol, los gallos y los palenques. Por eso necesariamente la captura de alguno de los líderes templarios debe ser coordinada entre la autodefensa y el gobierno. Los policías y militares no pueden solos”, señaló el comandante Arturo, uno de los coordinadores comunitarios en el municipio de Parácuaro. Además de El Chayo y El Más Loco, los locatarios se referían a él como El Dulce, El Pastor, El Doctor y El Macho. En sus escritos hacía referencias constantes al pastor evangélico de origen estadounidense John Eldredge, en especial a sus conceptos de perdón, humildad y honestidad, aunque de manera contradictoria practicaba la tortura y las mutilaciones entre sus enemigos o entre quienes se negaban a ser extorsionados, siempre bajo el lema: “esto es justicia divina”. Su abatimiento, ya sin rasgos del montaje orquestado en diciembre de 2010 por el entonces secretario de Seguridad Pública Genaro García Luna y su cómplice Luis Cárdenas Palomino, ha reforzado la confianza entre las autodefensas y la promesa de que el día de guardar las armas está más cerca: “Cuando los principales cabecillas templarios como El Chayo, La Tuta y El Quique Plancarte desaparezcan, sean muertos o encarcelados, nosotros ya no tendremos razón de ser, nos calmaremos con gusto y regresaremos a nuestro trabajo en el campo”, expresó Niga, otro de los coordinadores del movimiento en la región de Tepalcatepec…

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