martes, 8 de abril de 2014
Obama contra los migrantes
Por Medio Aliado
Obama ha mentido: dijo que sólo iba a deportar a criminales, y en realidad lo ha hecho, en un 80 por ciento -1.6 millones de inmigrantes- con quienes sólo cometieron infracciones menores, incluyendo violaciones de tránsito y sin antecedentes penales. La mayoría de estos, mexicanos menores de 35 años.
Ha sido una política deliberada desde el principio de su mandato, no producto de la casualidad o de las necesidades del momento. Se trataba de echar a 400 mil inmigrantes al año.
Al respecto, el diario The New York Times ha hecho revelaciones informativas que contradicen a Obama en cuanto al propósito de las deportaciones, y ha emitido juicios críticos tan terminantes, como no lo había hecho ningún rotativo estadounidense, por lo que pueden modificar el curso del debate migratorio.
Dicho medio aseguró que Obama debe apagar la maquinaria de la deportación, porque ya llegó al abuso, ha creado miedo y ha generado coraje inmigrante. Y, agrega, que para mejorar el sistema de inmigración debe hacer algo “pronto y por su cuenta”, aparte de los republicanos en el Congreso.
De igual forma, destaca que como candidato presidencial, Obama obtuvo beneficios políticos –sobre todo de latinos- al atacar duramente al entonces presidente George W. Bush por hacer lo que él mismo -ya en la Casa Blanca- ha elevado a un rango sin precedente: 2 millones de deportados.
De acuerdo al diario mencionado, la estrategia de las deportaciones fue calculada desde el principio de la gestión de Obama: funcionarios de inmigración fijaron una meta de 400 mil al año, cifra que se garabateó en una pizarra en su sede de Washington.
Para ello se desplegaron más agentes en la frontera, según funcionarios de inmigración anteriores, en donde encontrar y eliminar a los inmigrantes ilegales es, legal y políticamente, más fácil.
El resultado salta a la vista. Cifra récord de deportaciones, crisis familiar sin paralelo, decepción y mayúsculo disgusto latino con un Obama por el que votaron y los ha defraudado, o “traicionado”, como gritan muchos en las marchas callejeras.
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