martes, 8 de abril de 2014
El conflicto de Michoacán lleva la tensión a los emigrantes en Los Ángeles
El miedo al narco y la comprensión hacia las autodefensas se traslada a los más de dos millones de emigrantes michoacanos que viven en California
PABLO XIMÉNEZ DE SANDOVAL Los Ángeles.
Junto a un restaurante de mariscos norteños forrado de fotos de mariachis, en una tienda de calzado vaquero suena a todo trapo un corrido del cantante Roberto Tapia que glosa la vida de El jefe de La Familia. La música de narcocorridos norteños invade esta parte de la acera en la calle principal de Santa Ana, al sur de la ciudad de Los Ángeles, California. En el interior, una mujer de Buenavista, Michoacán, no quiere decir como se llama. “Tenemos miedo, miedo por las familias”. M., de 39 años, tiene a toda su familia en su pueblo de Michoacán, el Estado del oeste mexicano donde un movimiento de ciudadanos justicieros, bajo el nombre de autodefensas, se levantó en armas hace un año para frenar los ataques a la población civil de los carteles de narcotraficantes. Desde entonces, se mantiene una situación de tensión y desconfianza con el Ejército y el Gobierno Federal, que tratan de impedir un estallido de violencia. Recientemente, la tensión ha dividido a las propias autodefensas.
“Sé que está bien feo allá, sé que [los narcos] están armando niños y todo”, dice esta mujer michoacana. El miedo a entablar conversación viaja desde México hasta California, donde viven más de dos millones de michoacanos (hay 4,3 millones de habitantes en Michoacán), como a través de un cordón umbilical que conecta a las familias divididas por la emigración. La comprensión hacia las autodefensas está extendida (“se arman porque se tienen que defender”, dice M.), pero existe el convencimiento de que el principal cartel enfrentado a estos grupos, los Caballeros Templarios, tienen sicarios en California dispuestos a callar la boca a aquel que se señale en el conflicto, o peor aún, hacerle algo a sus familias. “Si hay un apoyo a las autodefensas está muy suelto [es muy minoritario], porque los que trabajamos bien [honesto] tenemos miedo”.
“Tenemos miedo, miedo por las familias”, asegura una mujer de Santa Ana que tiene a toda su familia en Michoacán
Esta mujer, por ejemplo, tiene su propia experiencia con el cartel. “A mi hermana la secuestraron y mis padres tuvieron que ir a hablar con los que se la llevaron para que la soltaran”. ¿Y cómo se sabe quién la secuestró? “Allí eso se sabe”. A su lado, Claudio Arreaga, (no tiene problema en dar su nombre porque es guatemalteco), que había venido a charlar a la tienda, afirma que “es 100% seguro que los carteles tienen gente aquí, porque aquí es donde está todo el negocio”.
A 400 kilómetros de allí, frente a la puerta del Consulado de México en la ciudad de Fresno, un hombre con “sombrero típico michoacano” llamado Marín, de 56 años, jardinero, aportaba con gestos elocuentes una visión muy gráfica del miedo a los Templarios: “Te mochan el buche [te cortan el cuello], te mochan la lengüita, los huevos y las manos y te dejan un cartelón clavado con un cuchillo en el pecho para escarmiento de los demás”. Suficiente para negarse a dar su apellido y mucho menos dejarse hacer una foto. Tiene allí mucha familia, “padres, hermanos y algunos tíos”. Él es de Tepalcatepec, o Tepeque, el centro neurálgico del alzamiento de las autodefensas y pueblo de origen de algunos de sus dirigentes más conocidos, como el doctor José Manuel Mireles. Marín, sin embrago, cree que la presencia de los narcos en California “es un mito”. “Hasta donde yo sé no han amenazado a nadie”.
De la presencia de los narcotraficantes en el vecino del norte dan fe las periódicas operaciones policiales como la que, el pasado 30 de enero, resultó en la detención de 11 personas relacionadas con el tráfico de metanfetamina y marihuana en el Valle Central de California.
"Te cortan el buche, la lengüita, los huevos y las manos y te dejan un cartelón clavado con un cuchillo para escarmiento de los demás", relata un emigrante michoacano en Fresno
Los emigrantes michoacanos de la zona de Tierra Caliente están informados al minuto de los acontecimientos. “No más hoy se levantó Uruapán”, decía Marín el viernes pasado a mediodía. En efecto, esa mañana una patrulla de los justicieros había entrado en ese pueblo apenas horas antes. Junto a él un hombre llamado Rodrigo, de 33 años y originario de la colonia michoacana del 18 de Marzo, irrumpe en la conversación para explicar, mientras abraza a su hijo, cómo los carteles obligaban a los campesinos a venderles las tierras más productivas y los desalojaban. En México ordeñaba vacas y en Fresno, donde lleva nueve años, trabaja en la cosecha de la almendra. No apoya abiertamente a las autodefensas, dice que todo es mucho más complicado, que las familias están partidas con gente en los dos bandos y que los pistoleros pasan de uno a otro antes de hacer daño a un hermano. Pero tiene claro un dato: “Los asesinatos han bajado desde que están las autodefensas”.
A las dos de la tarde del pasado jueves, una decena de periodistas buscaba declaraciones de apenas siete manifestantes en una esquina del parque McArthur, en el centro de Los Ángeles. La minúscula protesta iba dirigida contra el Gobierno de México, al que se acusaba de corrupto y pasivo ante la violencia, y pedía la liberación de decenas de personas detenidas en relación con las autodefensas. Los presentes allí, pequeñas asociaciones de activistas emigrantes, son por ahora el apoyo más abierto de las autodefensas en California.
El grupo estaba allí convocado por José Sandoval, un emigrante michoacano líder de una asociación de San José llamada Voluntarios de la Comunidad. Sandoval tiene 57 años, lleva larga barba y melena, viste de chándal y conduce un coche desvencijado lleno de material de protesta que ha visto muchas causas. Lleva 21 años en EE UU, trabajó durante 14 como lavacohes en la empresa de alquiler Avis, hasta que lo despidieron hace dos años. Sobrevive haciendo chapuzas de construcción y gracias al apoyo de su familia. Tiene cuatro hijos. Se declara pacifista y humanista y “en contra del uso de las armas”, pero apoya el alzamiento armado porque dice que el Gobierno incumple el mandato de proteger a la población. “Personalmente, nunca he usado un arma ni la voy a usar, pero no puedo estar en contra de mis amigos de allí que lo han hecho para que no los masacren”.
Los grupos más activos en defensa de las autodefensas tienen una vinculación personal con la zona de Tierra Caliente
“Ya no hay nadie secuestrado, ninguna niña violada”. El entusiasmo de Sandoval por las autodefensas se explica en buena parte por su historia personal y lo ha convertido de facto en una especie de portavoz californiano de estos grupos. Originario de Tepeque, es amigo desde la secundaria del doctor Mireles, en la Escuela Tecnológica Agropecuaria 138. Recuerda al doctor disfrazado de Emiliano Zapata para una representación teatral. En EE UU se lo volvió a encontrar. Ambos estuvieron en la órbita del PRD (Partido de la Revolución Democrática, de izquierda). En medio de la conversación, llama al móvil de Mireles para contarle las actividades del día. Traza un paralelismo con Mireles. “Como era el único que daba la cara, se convirtió en portavoz de manera natural”. Cree que pasa lo mismo con él en California. Mireles fue rechazado en su día por las autodefensas como portavoz.
Entre esas actividades, Sandoval participa en colectas de dinero para las autodefensas. De pueblo en pueblo, desde hace meses se organizan reuniones en las que se van juntando “entre 150 y 300 dólares como mucho” para enviar a las familias, como las remesas de siempre. Que él recuerde, la vez que más juntaron fueron 700 dólares para un grupo de autodefensas concreto que se había quedado sin gasolina. Admite que los envíos de dinero han aumentado desde que surgió el alzamiento, pero de una manera parecida a “cuando hay un fenómeno meteorológico”.
“Es mejor dar la cara y hacer todo de frente”. Sandoval asegura que la supuesta presencia de sicarios Templarios en EE UU es una bravuconada del grupo para infundir miedo, pero como mucho, “los habrá desmovilizados”.
Entre las asociaciones de inmigrantes más mayoritarias, existe la misma comprensión tanto para las autodefensas como para el miedo a los supuestos narcos. Francisco Moreno, presidente de la Federación de Clubes y Asociaciones de Michoacanos en Norteamérica, dice que los alzados en su Estado son "un mal necesario". "Como michoacanos estamos muy preocupados por la falta de atención, las corruptelas y la impunidad en todo mexico que lleva a estas situaciones graves. Si a tus hijos no los educas, un día te sacan los ojos". Pero Moreno también comparte una preocupación de aquellos menos implicados con las autodefensas: "Lo que nos preocupa es que estos grupos, si son genuinos, que no se vayan a convertir en grupos delictivos ellos mismos".
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