jueves, 29 de mayo de 2014
Slim y su voracidad en el futbol
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Cuando las y los mexicanos escuchan el apellido Slim, sus mentes –inevitablemente– son llevadas a imaginar los millones que gana cada segundo este magnate a través de sus empresas.
Y es que algunos ciudadanos ubicarán al multimillonario por sus negocios principalmente en la telefonía, otros por su incursión en el mundo del arte o cadenas de restaurantes… pero, no son los únicos, sobra una gran lista donde este monstruo –igual que la familia Azcárraga– ha fijado su atención. En especial uno: los deportes; y con más exactitud: el futbol. Manjar que pescó recientemente.
Ese mercado fresco para el empresario de 74 años –el segundo hombre más rico del mundo, cuya fortuna en 2013 alcanzó los 15 mil 800 millones de dólares– se concretó en un santiamén, en un abrir y cerrar de ojos, cuando entre septiembre y diciembre de 2012 se convirtió en accionista de cuatro clubes.
El primero fue el Club Pachuca, después León, le siguió el Real Oviedo de la Segunda División de España, así como Estudiantes Tecos. Es decir, en menos de cuatro meses se hizo de cuatro cartas en el terreno futbolístico el Grupo Carso.
En la edición 1960 de la Revista Proceso, en el reportaje titulado “Slim impone su ley”, explica que Jesús Martínez Patiño, empresario veracruzano, creó un “emporio futbolístico” gracias a sus relaciones políticas con gobernadores del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
“Tuvo el tino de asociarse con Carlos Slim, alianza con la que, sin embargo, cometió la misma violación al reglamento que las televisoras: Se convirtió en propietario de varios equipos de Primera División y de divisiones inferiores”, detalla.
De acuerdo con el artículo 14 de la FIFA, las asociaciones nacionales como es el caso de la Federación Mexicana de Futbol (Femexfut), “deben evitar la multipropiedad en sus ligas”. En resumidas cuentas: hizo caso omiso Grupo Carso en connivencia con las autoridades responsables de regular esta materia.
Pero nueve meses después (casualmente) de dicha alianza, en mayo de 2013, el presidente de la Femexfut, Justino Compeán, señaló que la multipropiedad –es decir, ser dueño de múltiples equipos– sería abolida del futbol mexicano.
Además no son los únicos equipos, para algunos especialistas, el empresario de sangre libanesa, ha cobrado interés por expandir sus latitudes en todo el continente americano. Un ejemplo es aquel trascendido que se desató en diciembre de 2012 cuando se dijo que Grupo Carso y Grupo Pachuca querían comprar el Club América de Cali del futbol colombiano. No obstante, Jesús Martínez, desmintió ese rumor, agregando que quizá en “un futuro” sería adquirido.
Incluso se llegó a hablar de Argentina. ¡Vaya voracidad!
Y por si no fuera poco, el 22 de marzo de 2013, Carlos Slim anunció mediante América Móvil la compra de los derechos de exclusividad –para transmitir en América Latina, excepto Brasil– de los Juegos Olímpicos de Iniverno Sochi 2014, así como los de Río de Janeiro de 2016. Según fuentes extraoficiales consultadas por el semanario Proceso, se obtuvieron por 110 millones de dólares. Empero, analistas estimaron que pudo haber llegado a pagar entre 400 y 600 millones de dólares.
Como si se tratara de una plaga esparcida en el tronco, las hojas y el fruto de un gran árbol, de ese mismo modo, Slim se encuentra presente donde quiera que se pueda hacer negocio. Su omnipresencia en el mercado no permite respirar a los competidores pequeños, medianos y grandes.
La realidad es clara: En tan poco tiempo, Slim ha dado pasos gigantes en el terreno de los deportes y continuará dándolos, más aún en la compra de derechos exclusivos de las transmisiones, por lo cual el magnate estará atento en las próximas semanas cuando la Ley de Telecomunicaciones se dictamine, para así, lograr más beneficios que afectaciones.
Al parecer ha llegado Slim al terreno deportivo para imponer su ley.
REVOLUCIÓN 3.O
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