viernes, 1 de noviembre de 2013
CULTURA, MÉXICO
CON EL PATROCINIO DE:
Autobiografía de México
La novela 'Los corruptores', de Jorge Zepeda, es testimonio y alegato de la transformación de un país
M. A. BASTENIER -El País-
La novela Los corruptores de Jorge Zepeda, uno de los grandes renovadores del periodismo mexicano, es muchas cosas al mismo tiempo. Es un roman à clef, pero de los de llave en mano; una autobiografía —auto no bio— porque son los propios personajes los que se identifican de viva voz; una novela puesta en escena, con extensos fragmentos dialogados; un ejercicio periodístico en el que la realidad inmediata sufre una transustanciación en lo literario, sin que se le aprecien costuras o remiendos; y, englobando todo lo anterior, un thriller de ritmo vertiginoso, testimonio y alegato de la transformación de un país en marcha abrupta, pero diríase que imparable, hacia la democracia.
Los personajes y las instituciones, las conversaciones, las estrategias políticas y las situaciones que fácilmente derivan hacia lo criminal, no necesitan estar basadas en nada específicamente así sucedido porque la realidad imita al arte, y sin duda el autor ha sido testigo, protagonista, allegado de escenificaciones muy similares. La muerte de una cocotte de alta gama dispara una intriga en la que el periodismo y la política son la urdimbre de esa autobiografía de toda una generación que puebla “la región más transparente”; una generación de mexicanos, en su inmensa mayoría criollos, de apellidos españoles, que viven del poder bien porque se hallen en él instalados o en unas cercanías con frecuencia implorantes; y por ello solo en la página 151 y apenas de refilón se atisba otro México poblado por “el color cobrizo y la estatura propios de un antro de mala muerte”. Es, como vemos, una novela de la clase dominante.
Pero también, y uno de los grandes méritos de la obra, es su capacidad de fusionar narrativas que podían haber quedado en mera yuxtaposición, es una historia de amor que transcurre en dos periodos distintos: la adolescencia de sus cuatro protagonistas —tres varones y una dama—, y apenas 15 días de noviembre de 2013, un futurible en que culmina la acción. Y es una historia de amor en tiempo cibernético, porque la trama discurre inquietante entre navegaciones de Internet, hackeo de archivos de contenido sensacionalista y una atmósfera general de modernidad tecnológica: “La capacidad de influir en la vida pública ya salió de los medios de comunicación tradicionales, y se apoya cada vez más en las redes sociales”.
Los mayores méritos de la novela pueden, sin embargo, convertirse en un problema. Esa urgencia narrativa habitada por personajes que aparecen con su propio nombre o apenas velado, arriesga ser difícilmente comprensible para el lector de aquí a unos años. Es un roman à clef no tanto porque cueste poco o mucho identificar a los dramatis personae, sino porque en su mayoría corresponden a una tipología compuesta, cada uno de ellos formado por sedimentación de una variedad de caracteres que forman el grueso de una generación: políticos, periodistas, logreros, conocidos, amigos o rivales del autor. ¿Permanecerá en el tiempo esa galería de profesionales? El testimonio ahí queda. El periodista mexicano Jorge Zepeda levanta acta notarial.
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