sábado, 28 de diciembre de 2013
El cáncer que corroe al Subcomandante Marcos
Ricardo Mendoza Reséndez | Vanguardia.
Las confesiones de su novia de la universidad narran que fue un niño melancólico, un hijo que no pudo enterrar a sus padres y, hoy, un mito que se niega a morir
Foto: Cuartoscuro
El cáncer corroe al Subcomandante Marcos, encapsula el tiempo; ladrón de energía que lo despoja de las miradas que anhelan su presencia. “¿Qué niño se la vive recitando poemas y recordando fragmentos de obras literarias? Te lo digo: uno profundamente triste. Así fue Marcos”.
La filosa mirada inquisitoria por un instante se ha transformado, dulcificando inusualmente su semblante al momento que murmura: “Dejarse morir es lo mejor que puede hacer para ayudar”. Las palabras son de una mujer que compartió lecho, sueños y formación guerrillera por cinco años con el emblema y líder del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
A finales de los 70 y hasta 1983 fueron pareja y, aunque se dejaron, coincidieron por casi una década después ya que ambos pertenecían a las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN) y luego al EZLN. Ella dejó el zapatismo un par de años antes de que el primero de enero de 1994 tomaran las armas, iniciando la guerrilla en México.
Sus palabras dan una nueva perspectiva bajo el pasamontañas, la pipa y el sistema de comunicación (marketing y showman incluidos en el “kit”) que han logrado lo que ningún otro grupo insurrecto en las últimas dos décadas. Tras la “última guerrilla de América” se revela una implacable melancolía que siempre ha acompañado a Marcos, que lo corroe ahora hacia lo que podría ser una caída del telón.
Si bien no hay un consenso unánime sobre la naturaleza, el origen, los logros y la legitimidad de los zapatistas, en lo que sí es común encontrar coincidencias es el papel que desempeña para ese movimiento guerrillero este hombre, cuyo “alias” en la vida común corresponde a “Rafael Sebastián Guillén Vicente”, como lo aseguró en febrero de 1995 el entonces presidente Ernesto Zedillo.
Incluso por sus propios comunicados hoy sabemos que los zapatistas sobreviven en gran parte por apoyos internacionales. Además, hay una estructura nacional también vital para las finanzas, logística y creación de cuadros que en estos momentos usa las mismas casas de seguridad en distintas ciudades del País que hace 35 años, aún antes del nacimiento del EZLN.
En la víspera del 20 Aniversario del alzamiento del EZLN contra el Gobierno de México, esta mujer finalmente entra en sus recuerdos y los comparte, tras un año de charlas con ella y otras personas que coincidieron en momentos decisivos en la vida de Marcos.
“Hace un par de meses me enteré que una de las casas de seguridad que había en los 80s en la Ciudad de México aún continúa. Traen a indígenas para educarlos y capacitarlos similar a como lo hacíamos entonces las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN) —la organización madre del EZLN—”, relata la expareja de Marcos.
“Cuando apareció en la organización, él fue reconocido desde el principio por la vieja guardia como un cuadro de cambio de estafetas, el elegido, digno de asumir la Dirección en un nueva generación. Era una inteligencia brillante y lúcida, además era un narrador, ilusionista, fabulador”.
Sin duda palabras de apoyo incondicional al líder zapatista, contrastan con la información que circula los últimos días en la que no sólo lo descalifican de origen y acción, pues además lo responsabilizan de incrementar de manera significativa la pobreza en las zonas ocupadas por el EZLN en Chiapas los últimos 20 años y condenarlas al abandono.
Por la historia de esta mujer, algunas de las actitudes de Marcos toman nuevos rumbos en cuanto a su concepción, pues ella explica un origen del inseparable pasamontañas y la pipa muy distinto al conocido hasta ahora.
Más que por mimetizarse en la personalidad de Ernesto “El Che” Guevara, su modelo a seguir, ella afirma que esos hábitos los adquirió a la sombra del comportamiento “autístico” que desde niño desarrolló el líder zapatista como una autodefensa por la profunda tristeza que lo tiene atrapado.
La melancolía de que adolece es producto de su impotencia por las injusticias en las que creció, las que veía en su seno familiar y las que se potencializaron en su interior a medida que se incrementaba su conocimiento, pero principalmente cuando conoció y adoptó la vida en comunidades indígenas.
Antes de ser “el Subcomandante”, tenía pocos amigos y no hacía las cosas típicas de los niños y jóvenes. Asegura que bajo esa aparente madurez y seguridad, siempre hubo una gran ingenuidad y necesidad de afecto.
“Muy joven cuando lo conocí, con una máscara, una barba que me pareció una máscara que le permitía guardar distancia, no sé si alejar a los demás de su centro, mantenerse a distancia de los demás en un ánimo ‘autístico’.
“Un día llegó a fingir que fumaba poniéndose un cigarro apagado en la boca… yo le regalé alguna pipa fina… no sé si en la misma lógica de poner algo entre la gente y él o para mediar en su necesidad del silencio ante la inmensidad de estupideces que a veces se decían”.
En lo que sí está de acuerdo con los detractores del Subcomandante es la gran capacidad histriónica del líder rebelde, en su extraordinario sentido de la comunicación y de la puesta en escena: desde la primaria y secundaria participó en obras de teatro y otras representaciones.
Asegura que él es el mago, el capitán de la representación, el Mayordomo extranjero que llevó a buen puerto la nueva narrativa.
“Supo mejor que todos que la guerra no era viable como tal, pero leyó en los hombres y las mujeres su deseo de hacer realidad la representación de la guerra, como la Semana Santa Cora o el Carnaval Tzeltal: en ellas siempre mueren algunos y cuesta mucho dinero, pero es la ofrenda necesaria para que las cosas mejoren y sigan”.
Representación, critican muchos, irresponsable por las vidas que se perdieron del 1 al 12 de enero de 1994 durante los enfrentamientos de zapatistas contra militares y otras fuerzas del orden, y por las consecuencias de no aceptar programas del Gobierno en las zonas ocupadas por el EZLN, con lo que las actividades agrícolas y ganaderas mantienen una raquítica producción. Se le cuestiona también el sistema educativo de los rebeldes, que no tiene validez fuera de esa zona.
“Ellos (indígenas), y él con ellos, nunca entendieron bien, o no esperaron entender el socialismo, si no es otra cosa que lo que lograron o están en ruta de lograr, y que impactó al mundo entero”.
La voz de los zapatistas rechazando estas acusaciones se fortalece con la de muchas ONGs internacionales. En el Congreso Nacional Indígena celebrado en San Cristóbal de las Casas en agosto de este 2013, una activista belga quien se identificó como Odette Goffar se fue sumamente complacida por el avance en las comunidades zapatistas, y aseguró que Casa Nicaragua, la organización europea que dijo representar, seguirá dando apoyos al Subcomandante, aunque lamentó no haberlo visto.
Así como Odette, muchos otros simpatizantes aún esperan poder saludar al líder guerrillero, tomarse una foto con él. ¡Y cómo no!, dice la expareja de Marcos que hoy revela sus secretos, si es un personaje fascinante con un inteligente sentido del humor, que incluso desarrolló su particular forma de comunicación.
“Usaba el lenguaje para alejar y cortar cualquier atentado contra su interior; las bromas, los sarcasmos, el esgrima verbal le servían para disfrazar su agrado… siempre estaba en lo intangible, ininteligible, que es lo más inseguro, peligroso e incómodo, pero lo más cercano al mito”.
La profunda tristeza
Regresa a la profunda tristeza de Marcos, la que comprendió aún más cuando vio una foto de su infancia: en la única visita que hizo a ese primer hogar del insurgente se topó con la imagen de un niño que reflejaba un gran pesar acumulado, dijo, por ser tan sensible ante las injusticias propias de la dinámica de clases sociales, por las características de su seno familiar y por el gran amor que profesó siempre por dos personas.
“Abuela Antonia, (hermano) Carlos, grandes nodos en su memoria y sentimiento, cubiertos por capas y capas de compromiso puro y melancolía, que es su compañera en el viaje de desdén y espera infinita de lo que, sabe nadie, llegue a ver, porque en realidad todo es relato”.
Carlos era su hermano mayor, pero a quien el líder guerrillero siempre cuidó desde la infancia hasta la edad adulta, ya que padecía de epilepsia. Esta mujer recuerda que vivió con los dos hermanos en un departamento; Carlos murió mientras el Subcomandante se encontraba en la selva, por lo que no pudo asistir a su funeral… ni al de su abuela Antonia, ni al de su madre, ni al de su padre.
Hoy se habla de un relevo de mandos en el EZLN con el Subcomandante Moisés como nuevo estandarte, el mismo Marcos así lo anunció a principios del 2013 en sus comunicados. Se dice que el “Sup” está enfermo y en la antesala del retiro permanente, él mismo se mofa de esos argumentos incluyendo la contestación en el revire deque el zapatismo está en pie más que nunca.
No tiene empacho enconfrontar a aquellos que aseguran que la biología pronto lo alcanzará y por lo mismo sus apariciones públicas deben ser las estrictamente necesarias y en ambientes controlados por completo. Lo cierto es que hace muchos años que no se le ve públicamente y que se empieza a hablar del mito más que del hombre.
“Por ello cuando dicen que está pensando ‘en la inmortalidad del cangrejo’, en el fondo y paradójicamente tienen razón, pero esa inmortalidad, esa falta ya de voz, es porque ha perdido importancia la narrativa hacia fuera; su misión es el mito nuevo.
“No es con un nuevo ‘Marcos’ —Moisés—, es con un nuevo mito con lo que ese caldo puede seguir, y para eso se necesita su muerte real, su decadencia, es parte del ritual. Por eso él puede dejarse caer en un diván, no aparecer, no decir nada, cultivar su vicio y descuidar su salud, hacer como sus seres más amados: dejarse morir”, sentencia la mujer que conoció al joven estudiante, al catedrático, al aprendiz de guerrillero, al líder insurgente, al enemigo público número uno de México en algún momento, a Marcos.
Esgrima
El Congreso Nacional Indígena celebraba un importante evento en 1996 en la Ciudad de México e hizo una invitación para que una delegación del EZLN los acompañara, pero la Secretaría de Gobernación pedía que los zapatistas no salieran de Chiapas.
Entonces Juan Guerra, diputado perredista y miembro de la Cocopa, le dijo al Subcomandante Marcos que él lo acompañaría y que si los mataban a los dos, “pues ni modo”.
“A chingao, que te maten a ti, a mí porqué. Yo no me quiero morir”, dicen que contestó socarronamente el líder rebelde, haciendo estallar las risas.
CARTA A MARCOS
Esta es la carta íntegra que la expareja del Subcomandante Marcos escribió luego de 30 años. Habla de su relación y da una idea diferente a lo conocido hasta ahora sobre algunos elementos en torno al líder guerrillero.
Es el hombre al que he amado con más fuerza y pureza; digo pureza porque la naturaleza de su ser siempre fue para mí cristalina, sin recovecos, falsas intenciones.
Un hombre, muy joven cuando lo conocí, con una máscara; una barba que me pareció una máscara que le permitía guardar distancia, no sé si alejar a los demás de su centro, de su alma limpísima o alejarse él mismo, mantenerse a distancia de los demás en un ánimo “autístico”, narcisista, no sé cómo entenderlo.
Cuando los grupos y las personas se salían de los márgenes o lo hacían salir entonces usaba el lenguaje para alejar y cortar cualquier atentado contra su interior; las bromas, los sarcasmos, el esgrima verbal le servían para disfrazar su agrado, su aprecio o su afecto y también su desafecto.
Mi madre lo amaba y él la amaba a ella y siempre la molestaba criticando su cocina; ella que era intuitiva e inteligente sabía que sus críticas y descortecías eran inversamente proporcionales a la simpatía que él experimentaba por ella.
A mí al principio nunca me pareció guapo, en realidad lo amé porque descubrí su alma sui generis; su fragilidad atrás de su aparente fortaleza; su ingenuidad a través de su supuesta madurez, y su gran necesidad de afecto a través de su supuesta autonomía e independencia emocional.
Me enamoré de él tal vez antes de que él lo hiciera de mí. Se tardó eternidades en darme ese primer beso, que en gente como nosotros sustituía cualquier cortejo y declaración formal. ¡Y tal vez fue ese el beso más bello y memorable que nadie me haya dado!.
Creo que él también me quiso mucho y creo que nuestra juventud y nuestra conciencia de futuro demasiado volcada hacia fuera de nosotros, en un mundo en la totalidad bizarra e injusta, nos hizo perdernos. No tiene sentido decir quién tuvo la iniciativa de dejar a quién, lo cierto es que sucedió y después de un tiempo el dolor por el hecho me alcanzó de tal forma que nunca pude reponerme del todo.
Políticamente, cuando apareció en la organización él fue reconocido desde el principio por la vieja guardia como un cuadro de cambio de estafetas, el elegido, digno de asumir la Dirección en un nueva generación.
Era una inteligencia brillante y lúcida, además era un narrador, ilusionista, fabulador, eso le tomaba mucho tiempo: Leer además de todo, historietas, caricaturizar la realidad, burlarse de ella, identificar a los malos y su maldad, y guiarse como en un juego de “futbolito” por la realidad.
EL ABISMO
En su mente empezó a tomar cada vez más espacio todo lo que tenía qué ver con la organización y la clandestinidad, que era un pretexto para no hablar, y empezamos a compartimentar también lo que pensábamos de lo nuestro y, como digo, a perdernos poco a poco, amándonos aún, pero como si no tuviéramos derecho a ello.
Pocas personas más generosas conozco que él. El poco tiempo que compartimos gastos siempre él daba más; siempre él pagaba y corría con los gastos sin esperar equidad, reciprocidad.
Era muy “maneado”, dicen; no sabía mecánica y manejaba muy mal, pero no era capaz de reconocerlo, no se le daba mucho lo constructivo; él era un intelectual con sesgo artístico por las letras y la plástica, con gustos musicales más bien provincianos.
Un día él y yo vivimos un ataque de pánico de dos, del cual nunca quiso volver a hablar; comía cualquier cosa por fea que estuviera y es que siempre tenían hambre, pero su plato preferido eran los mariscos, las entomatadas.
Mi madre le enseñó a adorar las gloriosas que le preparaba con verdadero amor, y por eso cundo me echaron de mi casa nunca le echó la culpa a ella, sino que siempre le guardó rencor a mi papá.
Amaba tiernamente a su abuela Antonia, a quien realmente fue a la que me llevó a conocer cuando fui a su casa. Era una mujer fuera de serie y ella lo adoraba a él más que a cualquiera de sus nietos.
Su filosofía de la vida práctica era económica y estratégica, no hacía dos veces una misma cosa. Mataba o trataba de matar más de un pájaro con un tiro. Su tesis de Licenciatura, a pesar de que recibió mención, la hizo en poco más de una semana, porque cada capítulo y apartado lo había venido elaborando en distintos cursos durante toda la carrera, y cada uno le había consumido toda la energía y la concentración posibles.
Todo lo que hacía lo llevaba o quería llevar a la perfección. Aunque partiera de cero, de la torpeza misma, llegaba a ser el mejor.
LA PIPA
Un día empezó a fingir que fumaba poniéndose un cigarro apagado en la boca, no sé si en la misma lógica de poner algo entre la gente y él, o para mediar en su necesidad del silencio ante la inmensidad de estupideces que a veces se decían.
Antes del cigarro, apagado siempre, mordía las plumas y todo lo que se le apareciera hasta destrozarlos, fue así que me dijo que fumaría pipa: cuando empezó, me pareció bien, olía bien el tabaco de manzana y yo le regalé alguna pipa fina.
Su ansiedad se atenuaba con toda la parafernalia del tabaco y el ritual complejo de ese vicio, pero acababa con todas las boquillas.
El amor que le tenía su hermano Carlos y la preocupación constante por su salud y la completa irresponsabilidad de éste para tomar sus medicinas, lo hacían sufrir. No lo vi nunca más dolido, angustiado y triste que las veces en las que Carlos padeció ataques de epilepsia y se quedaba mal durante mucho más tiempo que lo que tardaba Carlos en recuperarse.
Él sabía que en esos ataques se jugaba la vida. Tal vez dejar a Carlos fue una de las cosas que le costaron más trabajo y atrasaron mayormente su incorporación como profesional a la organización (FLN).
Nunca nos casamos en la organización, yo no estaba de acuerdo con eso, pero éramos pareja independientemente de que a mí me parecía una tontería.
Yo tenía más preocupaciones humanas, relacionales; me preocupaba y dolían personas y situaciones concretas, tal vez pormi precoz trabajo y experiencia en Sudamérica durante las dictaduras. Él, más políticas, organizativas, estratégicas. Él era más filósofo, inflexible.
Si yo hubiera querido hablar de lo nuestro, él hubiera seguido repitiendo su frase: “El amor sólo es una pequeña lucha de clases”. No éramos feministas, yo no necesitaba que me reivindicara nadie y menos otras mujeres tontas, menospreciadas por sus parejas o compañeros, sin embargo, sólo después entendí que la de sexos, como decía él, sí que era una lucha de clases y de poderes, al menos en la organización.
ADIÓS
El día que decidí dejarlo, lo hice en Ocosingo, y esa convicción me hizo llorar y llorar por kilómetros de camino desde Palenque. Sabía que el sufrimiento era enorme y las razonestotalmente irracionales, y sin embargo así debía ser.
Él no hubiera sido lo que llegó a ser, conmigo; y yo no hubiera sido lo que soy, sin él. Eso quiere decir que su ser entero, lejano pero siempre presente en mí, como si hiciera las cosas en función de lo que él diría, o como creía yo que a él le parecería bien.
Este juego de fabulación solo como un tributo duradero a ese amor que le tuve, y al que renuncié sin renunciar. En sueños siempre lo veo, nos encontramos, a veces me rechaza, a veces me da esperanzas. La mayoría es como cuando nos hicimos novios: me da largas y no ve besa tan pronto como yo quisiera.
iempre lo he esperado como si algún día pudiera volver a hablarme, pero creo que el miedo, eso se ha de sentir después de haber sido tan grandes uno para el otro, volver a encontrarnos con tanta historia detrás cada quien.
ARTE Y GUERRA
Él es incorruptible, generoso y va a darle continuidad a su esfuerzo hasta morir. Supo mejor que todos y mucho antes, que la guerra no era viable como tal, pero leyó en los hombres y las mujeres su deseo de hacer realidad la representación de la guerra, como la Semana Santa Cora o el Carnaval Tzeltal: en ellos siempre mueren algunos y cuesta mucho dinero, pero es la ofrenda necesaria para que las cosas mejoren y sigan. Ellos y él con ellos nunca entendieron bien o no esperaron entender el socialismo, si no es otra cosa que es lo que lograron o están en ruta de lograr, y que impactó al mundo entero.
Él es el Mago, el Capitán de la representación, el Mayordomo extranjero que llevó a buen puerto la nueva narrativa para repetirla de ahora en adelante, hasta lograr que la nueva “cosecha” se siga dando.
Él es el que ofreció la trasmutación, la echada a andar a un nuevo camino largo, pero nuevo y con otra esperanza.
Un poco de culpa debió sentir de dejar a Carlos o de no haber podido convencerlo, tal vez nunca lo intentó, de que nos acompañara, y ese desdén por su propia salud es muestra del honor que le rinde a la memoria de su hermano.
Abuela Antonia, Carlos, grandes nodos en su memoria y sentimiento, cubiertos por capas y capas de compromiso puro y melancolía, que es su compañera en el viaje de desdén y espera infinita de lo que, sabe nadie, llegue a ver, porque en realidad todo es relato.
El relato no es sólo hacia afuera, marketing, en realidad el relato es más hacia adentro de las comunidades, de sus propias conciencias y corazones; es la creación de un mito nuevo, del mito de origen que sea el que los conduzca en la nueva cuenta larga, y por ello cuando dicen que está pensando en “la inmortalidad” del cangrejo, en el fondo y paradójicamente tienen razón, pero esa inmortalidad, esa falta ya de voz, es porque ha perdido importancia la narrativa hacia afuera.
Su misión es seguir alimentando la narrativa hacia adentro, el mito nuevo, interno, que es lo que hace caminar al infinito el mundo.
No es con un nuevo Marcos –Moisés– es con un nuevo mito con lo que ese caldo puede seguir, y para eso se necesita su muerte real, su decadencia, es parte del ritual. Por eso él puede dejarse caer en un diván, no aparecer, no decir nada, cultivar su vicio y descuidar su salud, hacer como sus seres más amados: dejarse morir. Es lo mejor que puede hacer para ayudar.
Él ya no es para nada de nuestro mundo, nunca lo fue, nunca usó smoking, y el intermediario entre él y nosotros siempre fue el humor, un duende que tiene máscara, un juglar con sombrero y cascabeles.
No se quejen de su impostura, no han entendido a su nahual; siempre gustó de Woody Allen, amaba las hamburguesas de McDonald’s y la Coca Cola a pesar de lo incorrecto políticamente que eso era; le gustaban todos los capítulos de la “Loca Academia de Policía” y otras películas ultramodernistas, hilarantes, que los comediantes de la ciudad no hubieran entendido.
Buscaba entre lo naco y entre lo mítico, sin prurito, entre lo incorrecto y lo nueva vía, ni siquiera presentida por nosotros.
Siempre acabábamos o empezábamos en lugares comunes; él siempre estaba en lo intangible, ininteligible, que es lo más inseguro, peligroso e incómodo, pero lo más cercano al mito; lo irracional-racional, lo descabellado que guía.
Matar al padre para inaugurar una nueva estirpe casándose con la madre, regresando a su seno para renacer.
La selva, la raza, la tierra tienen que tener una nueva cimiente para ese mito distinto: Un extranjero, un alien, siempre es un buen ápice.
*Artículo íntegro tomado de Vanguardia.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario