* Compartirá sus reflexiones en el Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo el 26 de octubre a las 11:00 hrs
Cuando Diego Rivera conoció las primeras obras de Rufino Tamayo, quedó sorprendido y, a pesar de que sus enfoques eran distintos, le abrió una brecha de tolerancia, explicó el investigador Alberto Argüello, quien ofrecerá la charla Rufino Tamayo y Diego Rivera. Las perspectivas de nacionalismo desde sus obras en el Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo el 26 de octubre a las 11:00 hrs, en el marco del 125° aniversario del natalicio de Rufino Tamayo.
“Diego Rivera (1886) y Rufino Tamayo (1899) fueron dos artistas que no tuvieron una relación ríspida, como sí sucedió con David Alfaro Siqueiros (1896). Incluso, Rivera lo impulsó y de alguna manera lo protegió, asignándole encargos laborales”; sin embargo —recordó el investigador del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de las Artes Plásticas (CENIDIAP)—, sí tuvieron enfoques distintos, sobre los cuales abundará en su conferencia.
El especialista recordó que esto sucedió en una época fundamental para la plástica mexicana y el país: la posrevolución, cuando desde el arte mexicano, sobre todo a través del muralismo y la Escuela Mexicana de Pintura (EMP), se enarboló una idea de nación en concordancia con los ideales emanados de la Revolución Mexicana.
“Recordemos que a inicios de la primera mitad del siglo pasado, el Estado posrevolucionario, con José Vasconcelos como primer secretario de Educación, está interesado en reconstruir la unidad nacional, la cual se consolida con ayuda de los muralistas y el arte nacionalista. Sin embargo, durante la segunda mitad del siglo hay una mirada crítica sobre el arte y la historia reciente e inicia otro nacionalismo, que no está vinculado al Estado revolucionario”.
En este contexto —dijo—, Rivera y Tamayo tuvieron diferentes enfoques sobre los principios de la EMP, la cual apostaba por un realismo social, una pintura figurativa en la cual vemos a trabajadores, campesinos y obreros; no obstante, Tamayo se distanció de esta estética.
“Tamayo sostuvo una postura encubierta, diciendo que él no tenía por qué justificar su mexicanismo porque era mexicano y en sus venas corría sangre indígena. Se nos presenta, en ese sentido, más nacionalista y mexicano que la EMP, posicionándose al centro de un nacionalismo distanciado del dogmatismo y el didactismo que estuvo en boga dentro del arte mexicano en las décadas veinte y treinta”.
Comentó que él, más bien, se vincula con las vanguardias internacionales: sobre todo, en el aspecto antiacademicista, en la revaloración del arte primitivista, el arte naif, con un distanciamiento del realismo, y en el cual encuentra su veta hacia una nueva plástica mexicana.
Si bien Rivera y Siqueiros ya habían volteado a ver, revalorado y difundido las culturas y el arte prehispánico en sus obras de caballete y murales, el también académico recordó que fue “dentro de una interpretación realista”. En cambio, Tamayo, quien fue jefe del Departamento de Dibujo Etnográfico del Museo Nacional de Arqueología, “no solo tuvo la oportunidad de analizar el arte prehispánico, sino que lo hizo suyo”.
“La permisibilidad de las vanguardias internacionales de romper con el academicismo le permitió hacer estas ‘suturas’, que le dio muchos frutos en cuanto a la imaginería, en la que no solo transformó la figura humana, sino las formas animales, para hacer una proyección de un arte internacional con raíces mexicanas. Es decir, logra una propuesta plástica en la que podemos ver su visión sobre México, pero también esa herencia de las vanguardias: primitivismo, cubismo, futurismo, incluso, surrealismo, con un estilo muy personal”.
Finalmente, el especialista invitó al público a la charla, adelantando que será un viaje en el que descubrirán a estas grandes figuras: “Diego Rivera nunca estuvo peleado con las vanguardias, y Tamayo sostuvo una postura nacionalista distinta. A la distancia, creo que hay que entender que el arte mexicano, como el de cualquier otro país, necesita de estas grandes figuras porque nos dan una visibilidad positiva en el plano internacional. La cultura siempre ha sido una carta diplomática que muestra el gran capital cultural que tiene México”
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