lunes, 11 de julio de 2016

En Brasil se producen 527.000 violaciones cada año: estudio

La violencia sexual es invisible en las zonas más pobres de Río de Janeiro. El Gobierno de Brasil estima en 527.000 las violaciones al año en el país.
Sofia, una ama de casa que vive en una favela de Niterói, un municipio vecino a Río de Janeiro, sufrió un duro golpe cuando descubrió hace dos años que su hija Laís (ambos nombres son ficticios), entonces de 12 años, había sido violada repetidamente por su padrastro desde los seis. Jamás lo sospechó. En cuanto se enteró, decidió separarse y denunciar el caso a la policía. Decisiones difíciles que tomó para darle a su hija la protección que ella misma nunca recibió durante su propia infancia. Porque cuando Sofia era niña, también fue violada dentro de su casa. Su madre había muerto cuando ella tenía cuatro años, vivió en la calle, pero luego una mujer la acogió en su hogar y ahí fue cuando el marido de la mujer la violó. Tiempo después, se prostituyó, cayó en la droga y volvió a sufrir violaciones (muchas veces colectivas) de los narcotraficantes de Niterói, explica la violencia que padecía, aún más si se negaba, pues de lo contrario, acabaría muerta. La historia de Sofia, hoy con 33 años y cuatro hijos, es la historia de otras muchas brasileñas que, como ella, fueron violadas repetidas veces tanto dentro, como fuera de casa. "Estas niñas que están por ahí… Algo les ha pasado en casa. Están huyendo, prefieren enfrentarse a la calle que a su familia”, reflexiona. Su vida empezó a cambiar cuando se quedó embarazada de su primer hijo cuando tenía 18 años. La lucha de las mujeres en la favela sigue cada día. Lo diferente del caso de Sofia y de otras mujeres que viven en las favelas es la manera de enfrentarse a estos abusos. Ellas deben luchar contra la violencia de los narcotraficantes que hacen y aplican las leyes en esas zonas; a la indiferencia de las autoridades policiales que, en su mayoría, las culpan a ellas; y a la falta de apoyo y de conocimiento de sus familias. En la pirámide social, la mujer negra, joven y pobre es la más vulnerable. El acceso a la información y servicios es mucho más precario. Sofía sabía qué tenía que hacer, pero tardó unas semanas hasta denunciar la violación de su hija a la policía. Tenía (y tiene) miedo a que los narcotraficantes le hagan algo, o miedo que me echen de la favela. La asistenta social Marisa Chaves, fundadora de la Organización No Gubernamental (ONG) Movimiento de Mujeres, que acogió el caso de la hija de Sofia, explica que los narcos suelen hacer justicia por su cuenta y castigar al violador. Sofia, a pesar del miedo, está tranquila de haber hecho lo que debía. Lo sabe por su propia experiencia. Un estudio del Gobierno brasileño estima que se producen 527.000 violaciones cada año en el país, pero que solo el 10% son notificadas y cerca del 70% de los abusos son cometidos dentro de casa. (Con información de El País)

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