• Con la evolución histórica que ha venido sufriendo el
pueblo de México y a los propios cambios de status, modos de vida e incluso
territorios, poco a poco se vienen extinguiendo diversos grupos étnicos que,
desde luego, en las contradicciones de la vida no hemos podido ser
capaces-ahora más que nunca- de darles una mejor calidad de vida.
• Esto es para ti hermano: “Oh Gran señor, Señor del Gran
Espíritu, no me dejes criticar a mi prójimo, hasta no haber caminado una milla
en sus mocasines”. Proverbio Apache
Colaboración especial e investigación: Mario Ruiz Hernández
Valle de México., octubre del 2023.- No es por demás,
presentar una real radiografía este doce de octubre, “Día de la Raza”, de la
historia de los pueblos indígenas que en más de las ocasiones está cubierto con
la piel de la infamia y la vergüenza.
Del exterminio prácticamente al genocidio de las praderas;
altas montañas, selvas y en el pleno desierto, sobreviven en brutal encuentro
con las civilizaciones modernas, múltiples grupos de todos los tiempos y de
todas las razas.
Quién sabe y no lo sabemos, cuál historia contar o la que
cuenta. Más que una reseña de esos amplios daños en muchos de los sentidos que
no acaban y preocupan.
En México sobreviven poco más de 4 millones de indígenas que
pertenecen a 56 grupos étnicos, que han navegado siempre contra la corriente y
pese al tiempo han resistido de todo.
El escenario en que sobreviven está decorado y cubierto de
incomprensión y hostigamientos infinitos, pobreza y hambre. Su respuesta ha sido
quizá, la misma, la introspección; su recurso, el silencio y su fuerza, la fe.
No obstante, y tampoco no así, igual o no, alcanzamos por
ninguna parte a hacerlos nuestros y comprenderlos si también ellos son México y
mexicanos.
Nadie pudo y ha podido comprender, en algún momento como lo
decía Octavio Paz; la propuesta del dilema de si el mestizaje fue un acto de
amor o el inevitable e indeseado producto de miles y miles de violaciones.
Sin embargo, ahí están en todas las regiones del país
resistiendo aparentemente la insalvable condición de pobreza permanente,
soportando más de medio milenio de injusticias con la fuerza de sus culturas,
tradiciones, y el sollozar de sus mitologías.
En ocasiones, al parecer son vistos como “bichos raros” que
no se logra entender, esa gran fuerza que los une y entre el misticismo y el
concepto de “lo moderno”, en donde no se comprende la paradoja, que los
mantiene vivos.
Evidentemente que ahora, existe una nueva actitud hacia el
indígena. Hoy se le procuran beneficios de los que antes fue ajeno.
La convivencia intercultural, la producción artística, su
talento y demás apoyos en su empecinada vida, ha movido a muchos a la
reflexión.
Es el momento de revalorar su papel en estas generosas
tierras y si ya han pasado demasiados años de desprecio y abuso, habrá que dar
la oportunidad de hacerles justicia, con quienes tienen tantas cosas que
compartir: el respeto, la honestidad, la difícil sencillez, la naturalidad y su
fuerza.
Claro está, que en ello, basta saber llegar hasta donde se
quiera, pero con el alto sentido de majestuosidad que los caracteriza, tener la
oportunidad de lograr la convivencia y el encuentro fraterno.
En medio de la naturaleza, algunos más escondidos que otros,
en donde al parecer, ya no hay más que recorrer y distancia que los separe, se
presentan uno a uno poco a poco, algo así como observándoos o midiéndonos.
Haya en las altas y frías montañas, separados por barrancas
y colinas, incluso bastantes de ellos viviendo en cuevas, otros en chozas
improvisadas y lejos de aquello que los mueve e intimida, asisten y sobreviven
en su mundo natural y cósmico.
El Sol, Las Estrellas, El Agua, La Noche, El Día; El Viento,
El Norte, El Sur, El Este y El Oeste; con aromas de incienso, o copal, el olor
a leña y otras esencias nos sorprenden y animan a estar en ese ambiente sagrado
y místico.
De alguna forma, cada una de las etnias en sus cantares
melancólicos, sus rituales, su organización y estructura social, aunque con
ciertas variaciones, es la misma. El Chamán, el anciano, “el tata” y “el
compadrito” dan la certeza que existe un poder y un respeto por todos.
Magia, tradiciones, costumbres, en fin, un caudal de cultura
indígena permanece escondido en los lugares más inhóspitos y remotos del país;
entre profundas y calurosas barrancas, heladas montañas de firmamentos
inconmensurable, desiertos sacralizados por su adoración centenaria o selvas de
sobrecogedora vegetación.
Más allá de su ancestral postración y miseria, de vivir “en
el espinazo de la pobreza”, de no saber a ciencia cierta cuántos son-poco más
de 5 millones de para el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e
Informática (INEGI).
Diez millones para el Instituto Nacional Indigenista (INI),
de 13 a 16 para investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM), de significarse en las estadísticas por las cifras más dramáticas,
poseen una “sabiduría artística y mitológica” (Carlos Fuentes).
Con los mixes, en la serranía de Oaxaca; los lacandones,
tzeltales, choles y tzotziles, en el sureste maya; los rarámuris (los de pies
ligeros), en plena Sierra Tarahumara; los Seris, en la Isla Tiburón, y su
visión cósmica del mundo; los Purépechas en la cadena montañosa de la Sierra
del Centro.
Son también los mexicanos de Durango, los llamados
“poseedores de la palabra” y que según la tradición oral peregrinaron a la Gran
Tenochtitlán y que huyeron, años después, en la sangrienta Conquista, hacia la
Sierra Madre, mientras otros se dispersaron a demás lugares.
Con una riqueza y diversidad de costumbres como los Yakis o
Yoremes (hombres-persona), habitantes de antaño de la franja costera y el valle
sureste de Sonora, y hoy reducidos a la sierra de Bacatete, a la bahía de Lobos
y al disputado – con sangre y fuego-valle fértil e irrigado Yaqui.
Las cifras frías, pero elocuentes a más de 500 años,
originadas por la Conquista, nos hablan de igual forma de los estudios y
debates sobre su número y los criterios lingüísticos para definir con exactitud
la población.
En ese sentido hay muchos grupos que no mantienen la lengua
materna, pero sí su identidad y patrimonio cultural. Se sabe que hay entre 68
lenguas e idiomas diferentes con muchas variables dialectales, como el náhuatl,
con un millón 200, 000 habitantes y el ópata, con sólo 12.
Las lenguas más importantes de las etnias más sobresalientes
por su genialidad y deseos de persistir son 17; destacan el náhuatl, maya,
zapoteco, mixteco, otomí, y tzeltal.
Sin embargo y aún y cuando en todo el país hay población
indígena, en la última década y media, la Ciudad de México, el Estado de
México, Baja California y Sinaloa se han convertido en centros receptores.
Es también significativo que en 10 entidades se concentra 87
por ciento del total de la población étnica, siendo Oaxaca, Chiapas, Veracruz,
Yucatán, Puebla, estado de México, Hidalgo, Guerrero, San Luis Potosí y
Michoacán donde se localizan los municipios con mayor concentración, sólo que
éstos se ubican en zonas de menor desarrollo económico, de enormes rezagos
sociales y deficientes vías de comunicación.
Nuestros indígenas viven en los altos y norte de Chiapas, en
las montañas de Guerrero, en las Huastecas, en la Sierra Norte y en las
regiones de los Chenes; zonas de prodigiosa belleza natural, pero también
accidentada.
Cabe hacer mención que en cada comunidad se presentan altas
tasas de natalidad, morbilidad y mortalidad, muy por encima de los promedios
nacionales, lo que ha conformado una población en su mayoría joven.
Tienen además un elevado número de analfabetos, 38. 4 por
ciento de la población de 15 años o más no sabe leer ni escribir, cuando el
promedio nacional es de 12.4. La desnutrición es una eterna compañía.
Las condiciones de vivienda son sumamente precarias, y la
mayoría carece de luz, agua potable o drenaje. Casas de un solo cuarto donde se
hacinan hasta 5 personas bajo techos de palma, lámina y paredes de adobe,
madera, carrizo o bambú.
Sin embargo, en ellos, en los indígenas, se da la abrumadora
contradicción, pues, de todos los mexicanos, son los de mayor riqueza cultural
en situación inadmisible de pobreza.
Finalmente, las etnias son notablemente distintas entre sí; cada una posee sus propias costumbres, tradiciones, ritos, religiosidad; cada una ha aportado al patrimonio cultural nacional una importante contribución que, pese a todo no acaba.
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