viernes, 21 de junio de 2024

En la Cámara de Diputados se realizó la tercera sesión del curso: “La metamorfosis de un proceso”

 

• Franz Kafka observó el mundo sin dejarse arrastrar por la vida mundana: Erick Jafeet

Franz Kafka fue un precursor de la antimodernidad, uno de los primeros modernos que se acercó a la tecnología de un modo observador y antivulnerable, pero su genialidad consistió en que se puso a observar el mundo sin dejarse arrastrar por él, aseguró el maestro Erick Jafeet. 

Durante la tercera sesión del curso: “La metamorfosis de un proceso”, segunda parte, acerca de la obra de Franz Kafka, a 100 años de su fallecimiento, se proyectaron tres cortometrajes de animación sobre la obra del escritor.

El catedrático de la Universidad Autónoma de Guadalajara señaló que Kafka fue un hombre robustamente autocrítico, que se adjudicaba muchos errores. A la pregunta de ¿qué hizo mal? Realmente fueron muy pocas cosas, por ser precisamente muy perfeccionista; nunca se conformaba con lo que tenía.

De esta manera, dijo, el gran acierto de Franz es que no se dejó arrastrar por la corriente mundana. “Si el mundo bebía, él no, si el mundo mentía, él no; si el mundo era ambicioso, él solo lo era literariamente”.

Es decir, que todo aquello que era atractivo para el mundo a Kafka no le llamaba la atención y lo dejaba pasar, por lo que en medio de toda la vorágine de eventos que se van registrando en el mundo, él vive en un antiprogresismo.  

De ahí que su actitud ante la vida era temeraria, y el universo de Kafka es tan amplio que resulta muy complicado ubicarlo en un solo tópico. Mencionar que algo resulta “kafkiano” es meterse en situaciones complicadas, pues no se sabe a qué tema se refiere precisamente una persona. 

Erick Jafeet dijo que a diferencia de todos los adjetivos que se le atribuyen a Kafka, resulta que era todo lo contrario: contaba con muchos amigos; sin embargo, era reservado y discreto, era un hombre ágil, que practicaba el remo, el ciclismo y, sobre todo, contaba con muchas ganas para vivir. 

Por lo tanto, su posición ante la vida era precisamente la de un hombre con una gran capacidad de asombro, con una amplia imaginación, curioso, y con unas muchas ganas de adentrarse hasta el fondo del universo literario.

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