jueves, 28 de abril de 2022

Teorizan que existió un tzompantli en la Cueva de Comalapa, en Chiapas

 

Todos tienen la particularidad de no contar con piezas dentales, rasgo registrado en otras cuevas mortuorias de esa entidad

Hace una década, una denuncia alertó a las autoridades de Chiapas sobre la presencia de restos humanos en una cueva de la localidad de Carrizal, en el municipio de Frontera Comalapa. Creyendo estar ante el escenario de un crimen, los investigadores colectaron los elementos óseos e iniciaron su análisis en Tuxtla Gutiérrez, y con la colaboración del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) se pudo determinar que las osamentas eran prehispánicas.


Desde ese entonces se han realizado análisis que permiten a los antropólogos físicos del INAH, adentrarse en un contexto funerario de aproximadamente mil años de antigüedad y teorizar incluso que existió un altar de cráneos o tzompantli, en la Cueva de Comalapa.


El antropólogo físico Javier Montes de Paz, investigador del Centro INAH Chiapas, difundió los resultados preliminares de dicha investigación en una conferencia virtual, como parte de la campaña “Contigo en la distancia”, de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, en la que señaló los factores que apoyan tal hipótesis.


Uno de ellos, dijo, es que, si bien se han identificado huesos largos de fémures, tibias o radios, hasta ahora no se ha reconocido un solo entierro completo sino mayormente cráneos o fragmentos de estos, por lo cual se trata de un contexto de numerosos individuos que fueron decapitados.


“Aún no tenemos el cálculo exacto de cuántos hay, dado que algunos están muy fragmentados, pero hasta el momento podemos hablar de aproximadamente 150 cráneos”, señaló el especialista al brindar una síntesis de los trabajos de conservación preventiva, limpieza y catalogación aplicados en cada uno de ellos.


El segundo factor por el cual Montes de Paz plantea la existencia de un tzompantli es la evidencia de vestigios de varas de madera alineadas, de acuerdo con el registro levantado en la cueva por la entonces Procuraduría General del Estado de Chiapas, en 2012.


A decir del antropólogo físico, el que los cráneos de Comalapa no tengan perforaciones en los parietales y temporales –como los del Huei tzompantli de Tenochtitlan–, se explica a partir del conocimiento sobre altares que usaban estructuras para fijar los cráneos sin llegar a perforarlos.


“Muchas de esas estructuras se hacían con madera, material que con el tiempo desapareció y pudo colapsar a todos los cráneos”, puntualizó.


Conjuntamente con arqueólogos del Centro INAH Chiapas, se ha establecido que los restos óseos de la Cueva de Comalapa tienen modificaciones craneales de tipo tabular erecta y que datan del Posclásico Temprano (900 y 1200 d.C.).


“Hemos reconocido los restos óseos de tres infantes, pero en su mayoría los huesos son de adultos y, hasta ahora, son más de mujeres que de hombres”, apuntó el investigador al destacar que una característica común de los cráneos es que ninguno conserva los dientes.


Aunque todavía no se ha establecido si las piezas dentarias les fueron extraídas en vida o post mortem, los expertos reconocen precedentes de este tipo en Chiapas: la Cueva de las Banquetas, explorada en la década de 1980 por el INAH en el municipio de La Trinitaria, donde se recuperaron 124 cráneos que tampoco preservaban piezas dentales.


Otro caso es la Cueva Tapesco del Diablo, descubierta en 1993 por exploradores mexicanos y franceses en el municipio de Ocozocoautla. Ahí se descubrieron cinco cráneos con la particularidad de haber sido colocados sobre un tapesco (emparrillado) de madera.


El antropólogo físico Javier Montes de Paz enfatizó la necesidad de continuar con las investigaciones en el conjunto, e inclusive realizar nuevas temporadas de campo en la Cueva de Comalapa.


En este sentido, destacó la responsabilidad que la ciudadanía debe tener para respetar estos espacios que a menudo fueron usados para rituales, y apuntó que las visitas irregulares afectan al patrimonio arqueológico, a veces, de manera irreversible. “El llamado es a que cuando las personas localicen algún contexto con probabilidad de ser arqueológico, eviten intervenirlo y lo notifiquen a las autoridades locales o directamente al INAH”, finalizó.

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