• Escapan de sus hogares y difícilmente pueden alcanzar mejores estadios de vida, aunque pocos se superan, no todos llegan a feliz término.
Colaboración especial: Mario Ruiz Hernández
2da. de dos partes.
VALLE DE MÉXICO., a 30 de abril del 2018.- En Naucalpan, Tlalnepantla, Atizapán de Zaragoza, Tultitlán, Coacalco, Cuautitlán y Cuautitlán Izcalli, los infantes de la calle empiezan a dar muestras que han llegado para quedarse.
Es normal que estos Niños son parte importante del paisaje urbano, en donde se aprecian infantes y jóvenes cuyas edades oscilan entre los 9 y los 17 años.
Constantemente, su radiografía social entre ellos, posiblemente sea la misma, lo que nos habla de entre otras realidades, de un mundo sólidamente con altos grados de crisis de valores en sus propios hogares y entornos.
Así mismo, existen ciudades que demandan justicia social y la dignificación de las poblaciones callejeras y comunidades que viven en riesgos asociados a la calle.
En otros extremos, entre niños y niñas, jóvenes adolescentes o púbertos, sorprenden casos espectaculares de violencia sexual provocados por cuantiosos vívales.
“En la calle, dice María Luisa- aprendía a amar y coger a huevo- ha ser la putita de los demás, debido al hambre y poco después por el uso de las drogas”.
El hambre, la soledad y frustración remata-me llevó a robar en centros comerciales, cantinas y bares, consiguiendo lo que quería y necesitaba en el momento-
“La calle, también pues, me llevó a ejercer la prostitución a los 17 años y vender mi cuerpo a uno que otro hombre decepcionado y calenturiento que desea apasionadamente a las niñas”.
Pero, la verdad-acotó- “estoy demasiadamente agradecida con la calle; en ella se sufre pero de la misma manera se aprende.
Aprendí a defenderme de los otros y recorrer distancias inimaginables en mi corta edad-”.
No todo está perdido-reflexiona- hay tiempo para salir adelante. “Me gustaría formar un hogar; tener mis hijos, una casa, pero sobre todo, cambiar de vida, porque se que si es posible”.
Abundó que le llama la atención salir antes de su “locura”, y volver a empezar y ayudar a más niños y niñas que no tienen la culpa de las desgracias de sus padres, porque ellos no pidieron nacer.
“La mayoría de nosotros, creo, somos niños no deseados; pero no importa. De la desgracia al amor es duro pero no es un sueño imposible y ojalá hubiese alguien que realmente nos apoyará, y no objeto de explotación”, subrayó…
2da. de dos partes.
VALLE DE MÉXICO., a 30 de abril del 2018.- En Naucalpan, Tlalnepantla, Atizapán de Zaragoza, Tultitlán, Coacalco, Cuautitlán y Cuautitlán Izcalli, los infantes de la calle empiezan a dar muestras que han llegado para quedarse.
Es normal que estos Niños son parte importante del paisaje urbano, en donde se aprecian infantes y jóvenes cuyas edades oscilan entre los 9 y los 17 años.
Constantemente, su radiografía social entre ellos, posiblemente sea la misma, lo que nos habla de entre otras realidades, de un mundo sólidamente con altos grados de crisis de valores en sus propios hogares y entornos.
Así mismo, existen ciudades que demandan justicia social y la dignificación de las poblaciones callejeras y comunidades que viven en riesgos asociados a la calle.
En otros extremos, entre niños y niñas, jóvenes adolescentes o púbertos, sorprenden casos espectaculares de violencia sexual provocados por cuantiosos vívales.
“En la calle, dice María Luisa- aprendía a amar y coger a huevo- ha ser la putita de los demás, debido al hambre y poco después por el uso de las drogas”.
El hambre, la soledad y frustración remata-me llevó a robar en centros comerciales, cantinas y bares, consiguiendo lo que quería y necesitaba en el momento-
“La calle, también pues, me llevó a ejercer la prostitución a los 17 años y vender mi cuerpo a uno que otro hombre decepcionado y calenturiento que desea apasionadamente a las niñas”.
Pero, la verdad-acotó- “estoy demasiadamente agradecida con la calle; en ella se sufre pero de la misma manera se aprende.
Aprendí a defenderme de los otros y recorrer distancias inimaginables en mi corta edad-”.
No todo está perdido-reflexiona- hay tiempo para salir adelante. “Me gustaría formar un hogar; tener mis hijos, una casa, pero sobre todo, cambiar de vida, porque se que si es posible”.
Abundó que le llama la atención salir antes de su “locura”, y volver a empezar y ayudar a más niños y niñas que no tienen la culpa de las desgracias de sus padres, porque ellos no pidieron nacer.
“La mayoría de nosotros, creo, somos niños no deseados; pero no importa. De la desgracia al amor es duro pero no es un sueño imposible y ojalá hubiese alguien que realmente nos apoyará, y no objeto de explotación”, subrayó…
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